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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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LITERATURA

Prólogo

Texto de presentación de Ensayos del siglo XX para ser leídos en siglo XXI, de la escritora Gaby Vallejo.

Portada del libro.
Portada del libro.

Tal vez todos los que nos animamos a publicar nuestra palabra escrita, ya sea en forma de novela, ensayo, poema o crónica, sufrimos de una sensación ambivalente ante la crítica: la ansiamos y la tememos; ya sea que ésta venga de un lector común o de aquel que hace de la crítica una vocación y un saber. Sin embargo, por su calidad y profundidad analítica, quienes aún no nos curamos de nostalgia desde la desaparición de Presencia Literaria, recordamos con singular afecto las columnas de crítica literaria que Gaby Vallejo Canedo publicaba en el magnífico suplemento sabiamente dirigido por Juan Quirós. Así que, el acierto de esta compilación nos es bienvenido.

Hablar de recursos estilísticos, de los ejes de determinada obra, de los vehículos de creación y transmisión temática, en fin… El desfile erudito de tantos autores y obras nacionales y extranjeros, no solamente muestran la honda sapiencia de Gaby, sino también sus numerosas y variadas lecturas, que nos enseñan que un buen escritor —si quiere serlo— ha de nutrirse ineludiblemente de muy diversas vertientes estilísticas, geográficas y temporales. De Homero a Cervantes, de Omar Khayamm a Franz Tamayo; de don Quijote a Maluco; de Troya a Boquerón; el barrido de su interés por lo escrito es amplio, su curiosidad es envidiable. Como muestra de su riguroso y placentero discurrir por las obras que analiza y disecciona, vale referirse a algunas perlitas.

Al hablar de Los Deshabitados de Marcelo Quiroga Santa Cruz, nos advierte que: “La novela, por ser el género literario con menos trabas normativas y de más posibilidades técnicas, goza de una variedad de tipos novelísticos cuya clasificación sería siempre incompleta y forzosa. En la mayoría de los casos no es posible una clasificación. La pertenencia de una novela a varios tipos es principio de indecisión en su ubicación, como al mismo tiempo una prueba de la falsedad de las clasificaciones. Pocas son las novelas que se presentan a una ubicación más o menos exacta dentro de ellas. Generalmente, se entremezclan los campos de enfoque, sobre todo, en la novela contemporánea”.

También, para los tiempos que corren, es pertinente adentrarnos en su ensayo La Mujer en la Literatura Latinoamericana para comprobar si hoy el tema de la mujer ha trascendido —y, lo más importante, cómo— los tres planos que Gaby identifica hasta 1975: “La mujer-heroína, la mujer-tierra, la mujer-madre”.

Es especialmente brillante el breve pero sustancioso ensayo que hace Gaby en La Literatura y sus Héroes, cuando con gran erudición, amenidad y profundidad, nos lleva a conocer o reconocer a diversos personajes icónicos de la literatura universal, desde Aquiles a la familia Buendía, mientras los categoriza, los define y los pone en contexto histórico. Llama la atención su afirmación de que “el héroe épico no tiene preocupación intelectual ni cultural. Estos valores están relegados para la paz”. Tal festejo de nombres y contextualizaciones trae indefectiblemente a nuestra memoria la afirmación de Flaubert: “Nunca nos cansamos de leer lo que está bien escrito. Es la vida, la sangre misma del pensamiento”, que vale tanto para las obras que repasa Gaby como para su propio ensayo.

O, entrando en campos más profundos del discurrir del alma humana, ¿qué podemos sentir —o dejar de sentir—, cuando Gaby nos vuelve a traer a mientes esos terribles versos de César Vallejo?:

Hay ganas... de no tener ganas, Señor;

a ti yo te señalo con el dedo deicida;

hay ganas de no haber tenido corazón.

Ese “Dedo deicida. Dedo que señala a Dios para matarlo”, como nos aclara ella, no puede dejar de estremecernos, recordándonos con amarga sencillez que, aunque coincidimos en que “la literatura es una de las formas de la felicidad”, a decir de Borges, también contiene angustia, dolor, tragedia, desazón, desengaño, pavor…, como la vida misma, de la que las letras no son más que reflejo y continuación. Y Gaby vuelve con la misma profundidad al tema de Dios con Costa du Rels y también al tocar el estado de la poesía boliviana hasta los años 70 del siglo pasado.

Otra muestra de su genio crítico se plasma cuando se anima a preguntarse si se da de veras la afirmación cortazariana de que su técnica de escribir consistía en “Escribir más y mejor para que se lea más y mejor”; ella misma responde con un fino análisis de Historias de Cronopios y Famas, al que califica de “casi un libro de locos para locos”.

Al leer estos hábiles y amenos ensayos, nos quedan dos preocupantes incógnitas, que pueden entenderse como causa y efecto. La primera, ¿por qué hoy se siente la ausencia de críticas tan profundas y tan bien estructuradas?; la segunda, ¿será que hoy son pocos los “escritores de la frustración y la comunicación” —tal vez enterrados con la palabra “Paz” en la lápida, como pedía Sábato—, la razón porque la crítica de alto vuelo ha perdido fuelle?

En definitiva y como bien aclara Gaby al internarse en las páginas de Los Fundadores del Alba, de Renato Crespo, la función de la crítica literaria no es “enseñarle a escribir” al autor, sino el aproximar al futuro lector y al mismo autor a lo que éste ha escrito, a través de un análisis de intuiciones estéticas, o sea, “acercarse con interés y simpatía a la obra”, de tal manera que quien recurra a la opinión crítica se deslice con más facilidad y comodidad por las páginas de la obra objeto del análisis crítico.

Gracias al arte de Gaby Vallejo y su forma de aproximarse a las obras sobre las que nos quiere advertir, instruir o, simplemente, animarnos a tomar entre nuestras manos, confirmamos y seguramente compartimos con ella, que la magia de adentrarnos en la escritura o la simple lectura de un libro es el mayor bien que podemos gozar. Y de lo que sí estoy seguro es que el aserto de Mario Vargas Llosa, cuando nos dice que: “Porque no hay nada más lejano de la muerte, la crueldad y la brutalidad que el amor por los libros”, marca los días de ella y de quienes ejercitamos la palabra escrita como forma de contar, imaginar y/o entender la vida.

Escritor.