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El poder magnético de Marcelo

Sus seguidores sentían una fascinación por su persona antes que por su ideología o partido político. Marcelo nació el 13 de marzo de 1931 en Cochabamba. Este año se conmemora 90 años de su nacimiento.
La muerte del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz se produjo durante la dictadura militar de Luis García Meza y Luis Arce Gómez, en 1980.     ARCHIVO
La muerte del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz se produjo durante la dictadura militar de Luis García Meza y Luis Arce Gómez, en 1980. ARCHIVO
El poder magnético de Marcelo

Marcelo Quiroga Santa Cruz, el político, era un líder nato que ejercía un poder magnético sobre sus seguidores. La plana mayor del Partido Socialista de Bolivia, que él fundó, y luego la del PS-1, estaban formadas por grupos de “leales amigos cercanos, para quienes la ideología política probablemente no fue más importante que la fascinación que sentían por este hombre ejemplo”.

Se trataba de un típico líder carismático; muchos no seguían sus ideas, sino su personalidad, según un reportaje poco conocido de la periodista Mirtha Fernández, quien recogió testimonios de sus amigos más leales y cercanos.

He aquí un caso revelador. “Lo conocí personalmente en 1967. Asistí a la conferencia que dio en Cochabamba durante el Foro sobre Gas y Petróleo, y el hombre me impactó. Su exposición fue impresionante. Cuando volví de Estados Unidos en 1964 yo ya escuchaba su programa radial Pido la Palabra, y me llamaba la atención que un niño bien se preocupara por los problemas sociales de Bolivia. En ese foro, del que también participaban René Zavaleta Mercado, el propio Juan José Torres, Patiño Ayoroa y la crema y nata del petróleo en Bolivia, Marcelo tuvo una actuación brillante. Su exposición fue tan apasionante, tan honesta y tan sincera que yo sin haber estado nunca involucrado en política y con sólo mi conciencia social de boliviano, quedé convencido de que esa era la línea correcta; la de Marcelo. Así sintetiza Rodolfo San Martín el momento en que decidió seguir a Marcelo, a quien ya había conocido desde la infancia en una relación superficialmente amistosa.

El llamado de Marcelo

El proceso de este administrador de empresas y auditor, exfuncionario de USAID en Bolivia, ilustra claramente el de miles de personas que, sin experiencia política previa, sintieron el llamado de la palabra de Marcelo.

“Algún tiempo después del foro, él fue apresado por el gobierno de René Barrientos y yo fui a visitarlo a la cárcel y le ofrecí mis servicios. De esa manera comencé a colaborar con él proveyéndole información técnica porque le gustaba tener siempre datos precisos sobre los hechos económicos de cualquier naturaleza”, recuerda San Martín.

“Cuando después de ser liberado integró en 1969 el gobierno del general Ovando como ministro de Minas y Petróleo, me pareció que era lo mejor que podía ocurrir; sin embargo, a raíz de desacuerdos surgidos sobre el contrato de indemnización con lo Gulf salió del gobierno. Es entonces cuando decide formar un grupo político de gente de confianza: el UNIR”, sigue.

Con la creación de la Unión Nacional de la izquierda Revolucionaria, Marcelo Quiroga se ubica claramente en una línea de Izquierda. El grupo sobrevive hasta el 1 de mayo de 1971, fecha en que se funda el Partido Socialista de Bolivia con cuatro dirigentes principales: Alberto Bailey, Mario Miranda Pacheco, Guillermo Aponte Burela y el mismo Marcelo.

“No sé cuántos éramos; pero el cine Roxy, en el que se hizo el acto de fundación, estaba repleto. Allí estaban toda la gente de avanzada y los intelectuales; también había sectores laborales, pero no muchos. Fue debido a esa asistencia masiva que el acto fue saboteado y la policía nos gasificó. Salimos entonces a la calle y fundamos el partido en las gradas de la Plaza Pérez Velasco. Recuerdo que Marcelo dijo: Muy bien, entonces vamos a fundar el partido en las calles, porque las calles son del pueblo”.

Tras la fundación del PSB se organizaron reuniones de formación política. “A mí me hablaban de Marx y se me erizaban los pelos porque parecía el ignorante más grande, pero así éramos casi todos: había gerentes, profesionales y gente como yo, que estaba allí sólo por seguir a Marcelo y que salíamos de nuestras oficinas y de tremendos escritorios para barrer el aula donde pasábamos clases. Era algo muy gracioso -la risa asoma tras el recuerdo- Todos éramos del sector sur de la ciudad, de clase media alta”.

¿No suena a contradicción que los integrantes del Partido Socialista, que quería representar a la clase proletaria, provengan de estratos sociales privilegiados? “Era el mismo caso de Marcelo, y él mismo nos decía con mucha certeza: ‘Carlos Marx no nació marxista”, replica San Martín.

Sobrio y austero

Pese a su origen, Marcelo Quiroga llevó siempre una vida muy sobria y austera. Según los recuerdos de Rodolfo San Martín, sobrevivía con un ingreso mensual mínimo, “a punto tal que para la campaña electoral de 1980, la última, tuvo que hipotecar su departamento para conseguir un préstamo de 10 mil dólares” y así hacer frente a la competencia de partidos que desarrollaban poderosas campañas publicitarias por radio y televisión.

“Todo se basaba en el trabajo voluntario y gratuito de los componentes del partido. Francamente, tampoco había partido. Éramos un puñado de amigos leales, veloces e imaginativos, que parchábamos las deficiencias con sentido común. Hacíamos milagros para conseguir cosas tales como la publicación de nuestro propio periódico. Lo que pasa es que Marcelo era un conductor tan eficiente, tan meticuloso, tan preparado, que todo salía bien bajo su dirección”, añade.

Eran tiempos de trabajo esforzado y sacrificio, de reuniones informales y bromas, de canciones de Matilde Casazola y camaradería. “La gente bohemia también seguía a Marcelo, más como a un intelectual que como a un político”, dice San Martín.

“No éramos un grupo de acólitos -aclara, sin embargo-. Por ejemplo, todas las decisiones que él tomó fueron siempre consultadas a la directiva del partido. Él tomaba nota y respetaba lo que decíamos; yo diría que había una democracia participativa en la dirección nacional del PSB”.

Exilio político

Marcelo Quiroga vivió el exilio político durante el gobierno de facto del general Banzer, que comenzó en 1971. Y muchos de los momentos de esta etapa, primero en Buenos Aires y luego en México, así como su retorno clandestino al país en 1977, dieron prueba de su disciplina y espíritu de sacrificio

Luego, en 1973, sobrevino la ruptura del Partido Socialista: un sector siguió a Aponte Burela y otro, “el genuino”, adoptó la sigla de PS-1 y ratificó como su líder a Marcelo. El primero participó de las elecciones presidenciales de 1978, 79 y 80 como aliado de la UDP, el segundo propició la candidatura presidencial de Quiroga Santa Cruz. Era también la época en que Marcelo se consagró al juicio de responsabilidades contra el general Banzer por los hechos de represión cometidos durante su dictadura.

“En 1978, con sólo dos meses de campaña que hicimos solitos, obtuvimos 8.000 votos. En 1979, después de refundar el PS-1, obtuvimos 80.000 votos. La gente había empezado a escuchar en serio a nuestro Secretario General. Pero la sorpresa fueron las elecciones de 1980, en las que obtuvimos 120.000 votos. Nos convertimos en la segunda fuerza más votada como partido que no pertenecía a un frente”, rememora Rodolfo San Martín.

Fantasma de la represión

¿Perseguía el fantasma de la represión a Marcelo Quiroga? “Él sabía que debía cuidarse; estaba consciente de que en cualquier momento lo podían matar; incluso alguna vez me dijo: ‘si ese momento llega, no me encontrará desprevenido’. Muchas veces le pedí abiertamente que se cuidara, pero nunca lo hizo. Ese 17 de julio (de 1980) se presentó en la COB (donde lo mataron) porque sentía que era su obligación hacerlo”.

Rodolfo San Martín supo de la muerte de Marcelo mientras viajaba en un taxi en Cochabamba. Al mediodía todas las estaciones de radio difundían la noticia, pero era difícil creerlo: “La noticia me afectó tremendamente. Había compartido tantas cosas con Marcelo, viajes, momentos en que charlábamos los dos solos; teníamos tantas cosas en común que el hecho me dolió mucho, mucho”.

“¿Qué me queda de él? Si algo me impresionaba era su transparencia y su honestidad. Era un hombre íntegro en todo el sentido de la palabra, y muy valiente. ¿Un idealista? No, porque era un marxista y eso se contrapone al idealismo. ¿Un romántico? Tampoco; él siempre fue un hombre que midió las consecuencias de sus actos, aunque sí desafiaba el peligro. Marcelo afrontaba todo con la mayor integridad. Respetaba siempre al prójimo; nunca lo oí hablar mal de alguien; su peor insulto era decir ‘cuidado, ese tipo es peligroso’”.

“Marcelo nos ha dejado un ejemplo de integridad, honestidad y eficiencia en el trabajo que nunca se podrán olvidar”.

Josewaltergonzalesvaldiviagmail.com