Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Un Oscar, ocho películas, otro mundo

Como es costumbre en la RAMONA, dedicamos las páginas centrales del suplemento a repasar, en breves reseñas, las ocho producciones cinematográficas que compiten por el Oscar a mejor película, que se entregará este domingo, en una gala con más de una sede que en Bolivia podrá verse por señal de televisión abierta y de cable.
Un Oscar, ocho películas, otro mundo

El juicio de los 7 de Chicago

Aaron Sorkin

Disponible en Netflix

El juicio de los 7 de Chicago (The Trial of the Chicago 7), segundo largo dirigido por el grandioso guionista Aaron Sorkin, tiene casi todo para llevarse el Oscar a mejor película. Es un thriller político legal que denuncia la persecución judicial maquinada por el poder político en los EEUU, al tiempo que reivindica el ejercicio de la libertad de expresión de sus ciudadanos. Es un relato coral (un registro emparentado a la diversidad cultural estadounidense), que se prodiga en diálogos y parlamentos afilados (marca registrada del guionista de La Red Social, La Guerra de Charlie Wilson o The Newsroom, otras vez nominado por la Academia), con actores en estado de gracia (además del nominado Sacha Baron Cohen, brillan Eddie Redmayne, Michael Keaton, Mark Ryalance, Joseph Gorden-Levitt, John Carrol Lynch, Frank Langella) y un montaje trepidante (que le ha valido una candidatura al eunuco dorado a Alan Baumgarten). Y, por último pero no menos importante, es un filme basado en hechos reales que se estrenó en un clima altamente politizado, como el de las pasadas elecciones presidenciales en EEUU, y animó el debate sobre asuntos de inobjetable actualidad en los últimos días del ‘trumpismo’ en el poder: el juicio que en 1969, ya con Nixon en la Casa Blanca, abrió la Fiscalía estadounidense contra siete activistas contrarios a la Guerra de Vietnam, por unas protestas que se tornaron violentas en Chicago, durante una Convención Demócrata. El ensalzamiento de la disidencia política y la invectiva contra los abusos del poder tienen en esta cinta un producto potencialmente oscarizable que, a la manera de Crash (Paul Haggis) o Argo (Ben Affelck), vuelve a entronizar algunos de los valores más inconmovibles del imaginario gringo. Por eso suscribo eso de que el trabajo de Sorkin tiene casi todo para llevarse el Oscar a mejor película. Y hago hincapié en el “casi” porque tiene, también, un “defecto” nada menor que le resta chances de cara a llevarse el premio principal de la gala: fue producida y estrenada por Netflix, la plataforma estrella de streaming que sigue siendo la bestia negra de la vieja guardia de Hollywood, que es la que vota mayoritariamente para los galardones de la Academia. (Santiago Espinoza A.)

Judas y el mesías negro

Shaka King

Aún no estrenada en salas 

 En tiempos del Black Lives Matter, la película Judas y el mesías negro cobra una fuerza adicional y publicitaria que no necesita. La película del director Shaka King es por sí sola poderosa y contundente. Y no porque haya un mesías en ascenso, un traidor, un beso (o especie de beso) y un sacrificio final, que esa es una historia que nos encargamos de repetir desde tiempos bíblicos. La contundencia de la película viene dada, entre otras cosas, por el género utilizado para contar la historia, un thriller policial. Pensar en Poncio Pilatos como el funesto, racista y poderoso jefe del FBI a fines de los 60, Edgar Hoover (Charlie Sheen), y al “mesías que cobra popularidad” de tan solo 21 años, o “Black mesias”, como un líder negro de las Panteras Negras como fue Fred Hampton (un iluminado y ardiente Daniel Kaluuya), ya nos da una idea de cómo viene esta trepidante historia a la que normalmente hemos visto en solemnes, sollozantes y magnas producciones hollywoodenses de Semana Santa.

 La historia, por más que parezca inverosímil y requiera de nosotros un acto de fe, es real y está ampliamente documentada. Estamos en Chicago, 1968, la comunidad negra norteamericana va creciendo en fuerza y enojo. Acaban de matar a sus pensadores y líderes, a sus héroes, pues. Martin Luther King y Malcolm X, junto con otros. La película no hace otra cosa que contar otra desaparición, la del carismático Hampton a manos del FBI, pero con la ayuda de un infiltrado, un discípulo vendido, un joven pillo, un maldito informante: William “Bill” O’Neal (Lakeith Stanfield). O’Neal llega a ser el Jefe de Seguridad de los Panteras y muy cercano a Hampton. Repite con el arrobo de un religioso la consigna: I’m a revolutionary, que a momentos parece hacerla suya, pero a él la fe no le alcanza para morir por la causa, como tantos otros discípulos lo hicieron. Él busca salvar su pellejo y sus treinta monedas de plata. Aunque la historia, como sabemos, tomará  al “Black Judas” para concretar su aleccionamiento y nos hará rezar lo que O’Neal repite una y otra vez: “podrás matar a un revolucionario, pero no podrás matar la revolución. Podrás asesinar a un libertador, pero no podrás asesinar a la liberación, podrás matar a uno que lucha por la libertad, pero no podrás matar la libertad”. Y en eso seguimos por los siglos de los siglos.  (Alba Balderrama)

Mank

David Fincher

Disponible en Netflix

Mank es una película estadounidense que relata la vida del guionista Herman J. Mankiewicz y cómo desarrolló el guion de la emblemática cinta Citizen Kane (Orson Welles, 1941). Esta propuesta en blanco y negro fue producida por Netflix y dirigida por David Fincher. El filme se posiciona como el favorito de los premios Oscar del 2021 con diez nominaciones, entre ellas mejor película, mejor director y mejor fotografía.

Muchos factores influyeron en la espera para poder lanzar la película, pero sin duda uno de los principales fue la insistencia del director en hacerla en blanco y negro. Si bien en su momento fue una decisión un poco cuestionada, la verdad es que la ausencia de color logra ambientar mucho mejor la historia y se convierte en un pilar de la narrativa de la película. Esto, sumado al uso de recursos propios del cine de los años 30 y 40, logra una estética comprometida con la historia que se está narrando. En particular, el manejo de la cámara y los montajes son clave para este fin.

Mank ha sido denominada una “carta de amor al cine”. Si bien expone una realidad y crítica dura de la industria cinematográfica hollywoodense de los años 30, también regala escenas estéticamente preciosas de ese contexto. Vemos procesos de dirección, maquillaje y trabajo en general dentro de los estudios, lo que le valió la nominación de mejor diseño de producción en los premios Oscar.

Creo que lo único que se le puede reclamar a esta cinta es la cantidad de cosas que intenta abarcar. Hay demasiado contenido y presenta personajes o situaciones que el espectador necesita conocer a priori para verdaderamente disfrutar de la película. Sin embargo, ese pequeño desafío al público también es interesante. Fincher no subestima a su audiencia y con Mank les regala una obra compleja, ácida y totalmente diferente. (Sara Zeballos)

Minari

Lee Isaac Chung

Aún no estrenada en salas

Un año después de que consagrar a Corea del Sur como la capital mundial del cine mainstream, entregando sus Oscar más a un tal Bong Joon-ho, la Academia de Ciencias y Artes de Estados Unidos ha elegido como la sucesora de Parásitos a Minari, de Lee Isaac Chung, una producción estadounidense, pero hablada en coreano, interpretada por surcoreanos y dirigida por un norteamericano descendiente de surcoreanos. No sería descabellado ver en Minari -candidata a seis Oscar, entre ellas a mejor película- una suerte de secuela improbable e involuntaria de Parásitos, pues su universo es también el de la familia surcoreana en apuros. Pero si el filme de Bong se construye como una sátira corrosiva abocada a radiografiar las desigualdades sociales en la Sur Corea actual, el de Chung se inscribe dentro del gran relato dramático del “sueño americano”: una familia de migrantes que persigue el éxito en tierras estadounidenses. Las coordenadas puntuales son Arkansas, en los años 80 gobernados por Reagan. Hasta ahí llega una joven familia coreano-estadounidense que ha invertido todos sus ahorros en unos terrenos para cultivar hortalizas propias de su lugar de origen. El padre (el nominado al Oscar Steven Yeun, el mismo de Burning, Sorry to bother you y The Walking Dead) se carga todo el proyecto agrícola, mientras deja a su esposa el cuidado de sus dos hijos. A más de algunas complicaciones domésticas, el relato es monótono y plano hasta que llega la abuela (la también candidata al Oscar Youn Yuh-jung), una anciana atípica, malhablada, díscola y poco hogareña, quien traba una relación conflictiva con el hijo menor de la familia, a la vez tensa y cariñosa. En esa interacción entre la más vieja y el más joven de la familia está lo mejor de Minari -acaso lo que más le emparenta con Parásitos-, un relato que se salta lo políticamente correcto para mirar, con dulzura y acidez, la memoria cultural del lugar de origen y la accidentada adaptación al lugar de destino. (SEA)

Nomadland

Chloé Zhao

Disponible en cartelera nacional

Como en los dos anteriores largos de Chloé Zhao, en Nomadland hay un interés por el paisaje, el personaje solitario y el sol tiñéndolo todo de un suave naranja al final del día; premiando a los que se quedan a mirarlo, a los que perduran en la lucha heroica de atravesar un día más. “Todos somos héroes en nuestra propia realidad. Lo más difícil es mantenernos fieles a nosotros mismos en un mundo que nos bombardea con influencias. En el pasado, escuchabas de alguien haciendo algo heroico solo en los mitos; ahora, probablemente escuchamos más de estos casos gracias a las redes sociales”, reflexiona Zhao en una entrevista, llevando su cabellera de heroína de cine asiático.

Nomadland tiene eso, la épica. La épica de los mejores westerns (algunos catalogan los films de Zhao como neo-western), pero también algo más. Esta película es la adaptación de un libro de no-ficción de la periodista Jessica Bruder que pasó un tiempo siguiendo a un grupo de nómadas mayores que van buscando trabajos ocasionales por varios lugares del país. La vulnerabilidad repitiéndose tres veces: desempleo, vida en la carretera y vejez, puede parecer exagerado, pero no lo es, es una realidad que ni el cine ni el mismo gobierno ni la sociedad quieren ver o retratar. Zhao no. La mira y lo hace, como en sus anteriores películas, con el ojo religioso de su camarógrafo Joshua James Richards, un naturalista que filma casi todo con luz natural, siguiendo a los personajes en la “hora mágica” (los minutos previos a que el sol se entre) a la que él llama: “La mejor luz de Dios”.

Al final, hacer cine es eso, ir a la conquista del paisaje y de la luz. Incluso de aquella luz que no se ve y que brilla en el corazón de las personas que hacen de la adversidad un estilo de vida. (AB)

Promising Young Woman

Emerald Fenell

En cartelera nacional con el título de ‘Hermosa venganza’

Lo primero que llama la atención del primer largo escrito y dirigido por Emerald Fenell (también conocida como actriz en películas y series como The Danish Girl o The Crown) es la ambigüedad del tono con que se narran unos eventos, de por sí, escabrosos, pero también susceptibles de humor. La joven realizadora británica, que en su faceta como escritora ha estado detrás de la segunda temporada de Killing Eve, filma, más que una comedia negra, una falsa comedia en la que abundan los episodios de humor genuino, pero solo para derivar inexorablemente en situaciones eminentemente dramáticas. La cinta se esmera en colocar al espectador en un estado de incomodidad insalvable, como el que consigue la protagonista cuando, sin previo aviso, recupera la sobriedad, pone en figurillas a sus desconocidos acompañantes y los avergüenza al hacerles caer en cuenta de que han estado a punto de violarla aprovechando su presunta ebriedad.

Promising Young Woman, que en nuestras salas se estrenó con el título de Hermosa Venganza, apela a una puesta en escena exagerada, casi grotesca, como el disfraz de “bombón asesino” que cada noche se calza Cassie (la nominada al Oscar a mejor actriz Carey Mulligan) para “capturar” a depredadores a los que acaba convirtiendo en sus presas. Por momentos, la actriz -favorita para llevarse el Oscar en su categoría- parece estar encarnando a una especie de superheroína, una mujer de moral compleja, engañosamente frágil, inexplicablemente oscura, que es implacable a la hora de doblegar a sus enemigos. Solo el amor genuino podría salvarla de la ominosa misión que se ha autoimpuesto, pero, con el perdón de don Fito, el amor no siempre es más fuerte.

Con o sin Oscar, Promising Young Woman es una película que tiene todo para no pasar desapercibida e interpelar a los públicos allí donde se exhiba. Es, pues, una obra con el dedo acusador apuntando con firmeza hacia el otro lado de la pantalla para encararle al espectador, de frente y sin ambages, que “el violador eres tú”. (SEA)

Sound of metal

Darius Marder

Disponible en Amazon Prime Video

Sound of metal no es una película que trate sobre la música, tampoco trata sobre la vida de un artista de rock y, posiblemente, sea muy sencillo pensar que es una historia de autosuperación. ¿Qué es entonces Sound of metal? Entre muchas cosas, es una película que se cuestiona sobre los caminos que toma el ser humano ante hechos traumáticos, es decir, cuando sus bases, su esencia, el material del que están hechos se rompe o se ve comprometido. Lo romántico, pero factible, es que te consumas o choques sin frenos, de eso hay muchas historias, la otra opción es que eso te haga más fuerte, tengas éxito y escribas un libro al respecto, de esas ficciones también hay muchas. La realidad a veces puede ser más modesta, como alguien a punto de ahogarse, uno da manotazos intentando aferrarse a lo que puede, por instinto, por supervivencia incorporada en nuestros genes, y en ese acto reflejo uno puede equivocarse o no, difícil saberlo ese momento.

Esta historia también habla de caos y la calma en un diálogo constante, en la cabeza de Ruben (el protagonista, Riz Ahmed, candidato al Oscar) y en la relación que tiene con Lou (Olivia Cooke). Es llamativo como la película logra convertir al sonido y su ausencia en herramientas para mapear esa compleja tensión en el bosque emocional que envuelve el presente y el pasado de los personajes. En toda la contención y escepticismo que marca la trama, Darius Marder nos regala de fondo, en segundo plano, los fragmentos de una pequeña “historia de amor”. Sound of metal se resiste a responder las preguntas que plantea, cierra ciclos y abre otros inciertos, como en capas, como olas de silencio, pero este extraño caos tiene una pausa final. Estos intermedios que se van hilando finalmente, después de la rabia, en la calma momentánea del silencio, se alivianan y se cristalizan, abrazan a sus personajes, los detienen para que puedan sentarse y observar. (Luis Brun)

The Father

Florian Zeller

En cartelera nacional con el título de ‘El Padre’

El primer largo del escritor y dramaturgo francés Florian Zeller, protagonizado por Anthony Hopkins y Olivia Colman, es una inmersión a un infierno relativamente trajinado por el cine: la demencia que, vía Alzhéimer u otra enfermedad, se ceba contra las mentes de los ancianos (o no tanto) y causa estragos en sus entornos. Lo novedoso y retador del planteamiento de Zeller es el punto de vista, que no es el del típico familiar que mira y sufre indirectamente la degeneración mental de su cercano o, a lo sumo, el que combina la mirada del que padece la enfermedad con la del que la observa desde afuera. En The Father asistimos a la puesta en escena del deterioro de la mente de Anthony (nombre compartido por el actor y el personaje), urdida, vista y padecida por el mismo enfermo. Vemos lo que él ve, eso que crean sus desvaríos.

Con un origen claramente teatral, que es la obra del mismo nombre escrita por Zeller, el filme conduce al espectador por un laberinto complejo y tortuoso en el que, como su protagonista/paciente, se pierde a cada instante, pese a no salir casi nunca de las cuatro paredes del departamento londinense donde vive el protagonista con su hija (Colman) y otros personajes que cuesta saber si son reales o imaginados. 

La película se juega por revelarnos la faz más perversa de la ficción, esa que inventa mundos a pesar de la voluntad del hombre que las origina. Anthony no es un autor de ficciones, es una víctima de ellas, las cuales lo visitan de forma impertinente hasta invadirlo sin que pueda hacer nada para plantar resistencia y evitar que lo colonicen por completo. Como esos sueños de los que, a manera de cajas chinas, solo nos “despertamos” para entrar en otro y, de él, a otro más extraño, hasta provocarnos una angustia insufrible, las ficciones que tejen la mente desatada del padre degeneran en pesadillas que solo terminan para derivar en otras más ininteligibles y desasosegantes. Anthony acaba convirtiéndose en un rehén de la ficción, un cautivo de la imaginación arbitraria de su cabeza, un esclavo de los designios que le inventa su enfermedad. (SEA)