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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Navegar la asimetría del tiempo y la nostalgia

Reseña de Letter to you, el más reciente disco del cantautor estadounidense de 71 años Bruce Springsteen.
Portada del más reciente álbum de Bruce Springsteen
Portada del más reciente álbum de Bruce Springsteen
Navegar la asimetría del tiempo y la nostalgia

Un espectro acecha a tus ídolos pop. No es el tiempo y su devastación, que en todo caso también nos tendría en jaque de este otro lado de los altavoces. Más bien se trata de encontrar una forma de comunalidad entre lo que ese devenir significa para ellos y para sus fans, que sin duda fijamos un punto de referencia idealizado en los temas y estilos con los que conocimos a estos artistas, en los años de nuestra formación sentimental. Tal vez a ese fantasma se le podría llamar nostalgia. Es paradójico que esas distancias se reduzcan en su extremidad. Es que, cuando ha pasado tiempo suficiente, la pérdida, los olvidos y la fragilidad amplifican la dimensión de humanidad que nunca se dejó de compartir. Ahí es que aparecen los llamados “discos otoñales”, esos que comienzan a mirar mucho más al pasado que al presente, de los que se habla ya admitiendo que podría ser el último.

Por primera vez en las cinco décadas de carrera de Bruce Springsteen se ha establecido esa narrativa en torno a uno de sus discos, el reciente Letter to you. Con 71 años cumplidos, tiene sentido incluso para un Boss que sigue dando conciertos de tres o más horas, en los que no es raro verlo saltar sobre el piano, hacer sprints de lado a lado del escenario o sumergirse en la multitud sin arriesgar una prótesis de cadera. Springsteen mismo ha sugerido ese acercamiento, al haber precedido este lanzamiento con cinco años en los que ha escrito una autobiografía, editado un disco con temas inéditos de los ochenta y presentado un show retrospectivo en Broadway. Es más, el texto hace explícitas esas preocupaciones, pues Letter to you incluye al menos un par de canciones dedicadas a sus compañeros de banda fallecidos. No en vano el músico ha contado en la gira promocional del álbum que el incidente que desencadenó la escritura de estas canciones fue la muerte de George Theiss, el último miembro vivo de The Castilles, primera banda de Springsteen. De Theiss y su guitarra habla “Ghosts”, una muy Springsteeniana oda al poder de la música, su potencial de hermandad y alturas míticas, que parece compuesta en tiempo real, mientras el Boss escucha una grabación de archivo de su banda adolescente y se da cuenta de que, incluso si aún es capaz de estremecerse con el relámpago de una guitarra eléctrica, ya muy pronto tendrá como único hogar el cenotafio fonográfico que hoy visita para saludar a sus amigos.

Por esos caminos también transita “Last man standing”, más al estilo de sus composiciones de los primeros ochenta, si es que “Ghosts” vibraba como el Bruce de mediados de los setenta. En “Last man standing”, el Springsteen que con Born to run (y a pura fuerza de voluntad) se inscribió entre los nombres de Orbison, Dylan y Spector, reexamina esos orígenes desde una postal semidesvanecida, tratando de ponerse a la altura de lo que custodia, tanto en la memoria de los compañeros hoy desaparecidos, como en su rol de depositario final del legado del rock clásico. Podría ser que por esto Letter to you también marca la vuelta de Springsteen a los brazos de la E Street Band, después de un disco en solitario y de aires de country como lo fue Western Stars. Es una operación análoga a las que realizó el Boss en 2002, cuando grabó The Rising reuniendo a la E Street Band luego de casi dos décadas, tratando de fortalecerse en la tragedia. Esto también había ocurrido con Wrecking Ball, último registro de Springsteen con el grupo, donde el músico buscó el músculo de sus escuderos legendarios para ajustar cuentas con los causantes de la crisis económica de 2008. En busca de una piel que le sea más cómoda para el tercio final de su carrera, Springsteen podría estar probando ahora lo que le aportaría la E Street Band. Si él, sin duda, todavía puede pilotar la nave, Steve Van Zandt, Max Weinberg, Roy Bittan, Gary Tallent, Nils Lofgren, Patti Scialfa y Jake Clemons le proveen mucho más que refugio o una mística al alcance de muy pocos.

El disco es fiel a lo que han construido Bruce y su banda en múltiples formas, además de la sonora. Precisamente en esta última faceta que a veces caen en el exceso y la predictibilidad; “Burnin’ train”, con una instrumentación entre el villancico y el hilo sonoro de una calesita, y una letra sobre el deseo cruzada de metáforas religiosas, con sus trenes en llamas, marcas de Caín y lechos espinados, registra cerca de la parodia. No faltan alegatos políticos escritos desde la perspectiva de una working class sencilla y popular, que Springsteen reivindica como noble, solidaria y comprometida. Sin machacar más de lo necesario, “Rainmaker” y “The house of a thousand guitars” van sobre Trump y la resistencia a esa facción conservadora y nacionalista (blanca) del populismo estadounidense. Pero si algo llama la atención es el experimento que encuentra a Springsteen recuperando tres canciones que escribió en los setenta, todavía inéditas, para interpretarlas y grabarlas con esta iteración de la E Street Band. Es un ejercicio del que sale en general bien librado, pues no se trata de una concesión nostálgica, que proponga la edición oficial de joyas perdidas del catálogo del Boss. Al contrario, son piezas que hasta anteceden su debut oficial y que él decidió dejar de lado por lo transparente de sus influencias. Si Springsteen emergió en los setenta con el aura de un contendiente por la corona de Bob Dylan, lo último que quería era alimentar esas comparaciones con una “Song for orphans” que remite tanto a “Chimes of freedom”. En cambio, en Letter to you esta adquiere la gracia de esos ecos de los Beach Boys o el power pop ochentero que, en su momento, supieron refulgir en Magic. Es decir, son matices de una voz e identidad ya consolidadas. Por su lado, la canción-río que Springsteen apenas retomó después de sus primeros discos más cantautorales asoma aquí en “If I was the priest”, digna melliza de “Lost in the flood”. A su vez, “Janey needs a shooter” es un poco juvenil en cuanto a su aproximación a las relaciones sentimentales, pero consigue remarcar la continuidad de cierto poso soul en las piezas encantatorias del Boss, que muy bien sabe amplificar en las ceremonias de culto al rock’n’roll que suelen ser sus conciertos.

Con ese balance entre certezas, debilidades, viajes al pasado y reafirmaciones en el presente, Letter to you registra un momento peculiar en la carrera de Springsteen y en su relación con el mundo. Todo artista intenta vivir en la potencia de su época. Nadie más que quienes exploran formas activadas desde lo inmediato, como es el caso de la música y las artes escénicas. Ni hablar del rock. Ahí tenemos una contradicción importante, ya que no parece que un relato de lo contemporáneo sufriría por prescindir del rock en alguno de sus niveles, a diferencia de lo que ocurría en los 50, 60 y 70 que marcaron la formación sentimental, debut y consagración de Bruce Springsteen. Aunque sus viejos fans puede que sigan insistiendo con las obras maestras que compuso en sus veinte y treinta, y sean también esas las semillas de la devoción que construirán por el Boss los melómanos que lo descubrirán mañana, Letter to you es una digna extensión de la obra de ese ardoroso joven, que se sabía destinado a la gloria del olimpo rockero cuando pateaba las calles de New Jersey, y hoy es un señor septuagenario que muy a menudo encuentra a sus pares (Tom Petty) e ídolos (Little Richard) en los obituarios. Cuando la desaparición de los vestigios físicos de ese legado deja como única vía de acceso lo inmaterial, pues se van los amigos, los afectos, las molestias y hasta uno mismo, Springsteen elige situarse en unas coordenadas muy distintas a la nostalgia. Si el Springsteen primigenio perfeccionó la fórmula de sus ídolos Elvis, Dylan y Spector desde la ingeniería inversa obsesiva, para ingresar en la posteridad con veintipocos, en edad de jubilación ni intenta mirarse en sus referentes. O tal vez los encuentra lejos de la música. De cualquier modo, huyendo de los aspavientos, el melodrama o la gran arquitectura de los discos terminales, en su vigésimo álbum se plantea algo tan simple, anacrónico y empático como ofrecernos una correspondencia íntima, honesta, personal hasta el extremo. Así, como describe en la titular “Letter to you”, se ha planteado encontrar a la sombra de un árbol, sentado con su guitarra y unas fotografías, la misma vitalidad que otrora nos descubriese en las carreteras, deslumbrado por las luces de la gran ciudad y la adrenalina de los motores en combustión. La sabiduría de esa decisión, estarán de acuerdo los fans del Boss, es difícil de discutir.