Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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‘Minions: nace un villano’: la inocencia ante todo

Una película infantil que no aspira a mucho más que a entretener a los más chicos. Se encuentra disponible en la cartelera nacional
Un fotograma de ‘Minions- nace un villano’.       DREAMWORKS
Un fotograma de ‘Minions- nace un villano’. DREAMWORKS
‘Minions: nace un villano’: la inocencia ante todo

Mi villano favorito fue la última película infantil en presentar personajes que trascendieron la pantalla grande para devenir en figuras de indudable arraigo popular. La masificación se debe a que el estreno fue en vísperas de las vacaciones de invierno de 2010, cuando el modelo de negocios de industria audiovisual era analógico y, por lo tanto, aún orbitaba alrededor de las salas y el posterior lanzamiento en soportes físicos para el consumo hogareño. Más de quinientos millones de dólares engrosaron las arcas del por entonces joven estudio de animación Illumination -que de esa manera octuplicó la inversión inicial- y marcaron el puntapié de una franquicia cuyas entregas han aumentado sucesivamente su recaudación: Minions, la derivación de la saga lanzada en 2017, generó ingresos por 1.100 millones de dólares, una cantidad de dinero que volvía inevitable que los ejecutivos del estudio siguieran explotando la gallina de los huevos de oro con una precuela rebosante de simpleza, una excepción a una coyuntura pródiga en multiversos y otras tantas peripecias narrativas.

Los protagonistas de Minions: nace un villano son los de siempre: el hombrecito de nariz con forma de pico y sus inefables asistentes amarillos vestidos con mono de trabajo y gafas que cubren sus ojos (u ojo, pues algunos tienen solo uno) desproporcionalmente grandes en comparación al resto de sus cuerpos cilíndricos. Cuerpos que permiten que los directores Kyle Balda (el mismo de Mi villano favorito 3 y la mencionada Minions) Brad Ableson y Jonathan del Val desplieguen una batería de chistes visuales fervorosamente inocentes, como si quisiera retrotraerse a una época previa a Pixar y entregar una película infantil que no aspire a mucho más que entretener a los más bajitos, independientemente del disfrute o no de los mayores. Nace un villano prescinde de todos aquellos elementos instaurados por la casa del velador saltarín. Aquí no hay, por ejemplo, profundidad dramática ni una búsqueda emotiva tan genuina como eficiente en su construcción, así como tampoco el aire de desazón generado por el paso del tiempo y lo que ello implica, ni la búsqueda de dialogar con públicos de todas las edades.

La película propone una historia básica y directa que viaja en el tiempo hasta mediados de la década de 1970 para encontrar a un Gru que, aunque púber, ya sabe que lo suyo es la maldad absoluta. Su sueño no es otro que integrar el grupo Vicio6, una asociación que nuclea a los seis villanos más peligros del mundo, los mismos que robaron una piedra cuyos poderes piensan utilizar durante la noche de año nuevo chino para destruir a sus enemigos de la Liga Antivillanos. Menuda alegría siente Gru cuando es convocado para una entrevista. Como las cosas no salen bien, es tiempo de poner en marcha un plan que involucra a los minios y el robo de esa piedra. Poco importa el resultado del asunto, pues el meollo de la película pasa por poner en movimiento a las criaturitas amarillas y situarlas en situaciones absurdas que se resuelven a puro gag. Los hay mejores y peores, pero siempre hermanados por una inocencia a prueba de todo.