Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Memorias de un poeta en desamor

Sobre “Mar negro”, poema del cruceño Hugo Montero Áñez, del cual se puede encontrar una declamación en Internet realizada por el mismo autor.
Un fotograma de la declamación  del poeta Hugo Montero Áñez. HAYVIDAENMARTE
Un fotograma de la declamación del poeta Hugo Montero Áñez. HAYVIDAENMARTE
Memorias de un poeta en desamor

“Mar negro” titula el poema del cruceño Hugo Montero Áñez, quien pasó casi dos tercios de su vida recluido en el instituto psiquiátrico “Gregorio Pacheco” en la ciudad de Sucre hasta su muerte en 2016. En un video de fácil acceso en la plataforma cibernética, se muestra al poeta declamando su “Mar negro”. En este corto, de aproximadamente un minuto y medio, vemos a Montero en un cuarto de hospital, frente a una máquina de escribir y con un micrófono en la mano. “Mar Negro va dedicado a Estanislao del Campo”, informa, y, tras una breve pausa, se dispone a recitar:

En esta noche negra y fría/ escucho sonar una banda que está muy cercana, / y esa música me trae tu recuerdo.

Me parece que esa música es del mar, / del mar negro que ha sido nuestro amor, / mar negro, siempre negro, / porque en su cielo nunca brilla la esperanza.

Sin embargo te quiero eternamente/ aunque un mar negro sea nuestro amor, / aunque mi corazón se ahogue en el recuerdo/ como se agita el mar en la marea.

Y pienso que si tú escucharas el acento de esta música/ sin que tú quisieras movería tu corazón al huracán.

“Muchas gracias a los queridos oyentes de mi país”, finaliza. “Es todo”.

La declamación de Montero es absolutamente pasional. El clímax de su entusiasmo se devela con total claridad en el verso “del mar negro que ha sido nuestro amor”. Ese mar negro es el lamento del poeta, ese “mar negro, siempre negro” en cuyos alrededores sólo existe el desamparo. Es ese mar inmenso, inabarcable y en penumbras el que con su melodía conquista el corazón de Montero. “Esa música me trae tu recuerdo”, murmura, melancólico, en el video. Fue en una “noche negra y fría” en que evocó al amor, ese mar negro, esa melodía marítima, oscura y llena de desesperanza, siempre inquieta e impredecible.

Montero ha recordado, sin querer, al amor; lo ha reencontrado en la casualidad de un tono musical. Ha bajado a las costas más horríficas, donde no existe sol ni luna, sino un eterno firmamento despoblado en el que no brilla siquiera una estrella o un planeta. Ha emprendido el viaje hacia aquel lugar porque sólo allí su corazón puede ahogarse de nuevo en esa sensación lejana, puede agitarse “como se agita el mar en la marea”. 

Porque la música del mar negro está en sus movimientos; el corazón de Montero divaga entre las olas, convaleciente y eufórico a la vez, ebrio de momentos pasados, experiencias idas. Si su amada (¿amado?) pudiera escuchar aquella melodía, movería, más allá de su voluntad, su “corazón al huracán”. Lograría, en otras palabras, acompasarse a él en el revoltoso mundo de ese mar oscuro, de esa memoria hecha espiral, que constantemente forma remolinos; inquieta y nadadora, abriéndose paso a través del oleaje en búsqueda de un pasado que nunca termina ni inicia, en medio de una geografía incierta y aparentemente infinita.  

Como Orfeo desciende al inframundo en busca de su difunta Eurídice, Montero sumerge su corazón en el estrepitoso mar de ese amor que no puede olvidar (“Y sin embargo te quiero eternamente/ aunque un mar negro sea nuestro amor”). Ese mar negro lleno de música es el amor de Hugo Montero, ese mar oscuro y melodioso, en el que se bambolea su corazón al ritmo de la marea, recorriendo los desniveles de una historia muerta en la que, sin embargo, habita aún con furor y melancolía gracias a la bitácora atemporal y secreta de sus recuerdos.