Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:01

Maximiliano Barrientos: “Estamos volviendo a la Edad Media”

El escritor cruceño presentará en Cochabamba su último libro, La desaparición del paisaje. La cita es en el Centro Patiño, el viernes 29 de marzo, a partir de las 19:00.
Maximiliano Barrientos: “Estamos volviendo a la Edad Media”



Maximiliano Barrientos es una de las voces más potentes de la narrativa boliviana. Este parece ser un lugar común o un adjetivo trillado para describir a un escritor, pero, en el cruceño, se hace carne en sus narraciones, en la forma en la que afronta las palabras, y sin el barullo de otras literaturas y carreras literarias, se ratifica silenciosamente, libro a libro.

Desde aquellos primeros relatos que daban cuenta de un todo parco e introspectivo, hasta la desgarradora y apabullante narración de una Bolivia distópica (o no tanto) en En el cuerpo una voz, Barrientos no solo consolida un lugar y una personalidad propias en las letra bolivianas, sino que presume un impulso vital por la escritura que lo obliga a revisitarse, reinventarse y reescribirse.

Sobre aquellas obsesiones que lo empujan contra la página en blanco, algunas facetas de la literatura y su último publicado en Bolivia, el autor conversó con la RAMONA.

La desaparición del paisaje se presentará el próximo viernes 29 de marzo en la sala de la Biblioteca del Centro Simón I. Patiño (avenida Potosí casi Portales) a las 19:00. El ingreso es libre.

-Su novela En el cuerpo una voz se ambienta en un “futuro” muy cercano, casi presente, lo cual llama la atención. Pese a la estabilidad de la última década, parecería que en Bolivia pensar en una guerra civil podría no ser tan descabellado. ¿Coincide con esta percepción?

Hace doce años esa posibilidad era muy cercana, ahora siento que hay una mayor estabilidad pero nunca es garantía. La ficción trabaja con el reino de la posibilidad, con lo que puede pasar pero también con lo que pudo haber sucedido. Quizás la faceta profética de la literatura es menos importante que esa que narra el futuro probable que nunca tuvo lugar. Ese futuro que, en palabras de Mark Fisher, nos asecha como espectro.

-Uno de los personajes señala: “Un animal no se engaña porque no usa el lenguaje, vive en la inmediatez de sus vísceras, por eso al tocarlo, al escarbar entre su grasa, al ir desmontando los aparatos que posibilitaron su movimiento, no se encuentra el artificio”. ¿El lenguaje audiovisual, que viene sobreponiéndose al escrito, es “más engañoso”?

Todo sistema de signos nos permite conocer el mundo pero al mismo nos aparta de él, creo que esa es la paradoja que vivimos al ser seres culturales, históricos, y no naturales. En cierta medida la novela, y los cuentos que estoy escribiendo ahora, patentizan el deseo de volver al cuerpo de una forma que no esté mediatizado por el lenguaje. ¿Cuál es este cuerpo que no vemos o que perdemos ocultado por el sujeto? Supongo que esa es una de las preocupaciones de fondo de En el cuerpo una voz.

-Se ha dicho de En el cuerpo una voz que es muy cinematográfica. ¿En qué medida el cine y/o la televisión le ayudaron en la descripción de los horrores de la violencia?

A mí me interesa mucho el trabajo con la imagen y para ello busco que el lenguaje sea lo más concreto posible. Quizás por eso se la piensa como una novela cinematográfica, pero al mismo tiempo me parecería muy difícil llevarla al cine. Yo creo que antes que el lenguaje está la imagen, la frase es un intento a veces fracasado de materializarla.

-Su novela reflexiona también sobre la memoria. Dado lo que sucede en la región con ejemplos como el de Bolsonaro, ¿se puede decir que la memoria es más frágil en Latinoamérica?

Es terrible lo que está pasando, yo no sé si es un tema de memoria, de un olvido de lo que sucedió en los años duros de la dictadura, o un deseo de regresar a ellos. En muchos sentidos estamos volviendo a la Edad Media, hay una euforia por ello, se celebra la irracionalidad. Fijate en todo este movimiento que plantea que la tierra es plana o que las vacunas son perjudiciales. No son casos aislados, son movimientos organizados. Es por ello que ahora más que nunca es importante que en las facultades y en los colegios se habilite Pensamiento Crítico como una materia obligatoria.

-En una reciente entrevista ha criticado al Gobierno por no haber puesto a la cultura en un sitio relevante de su agenda. ¿Qué medidas cree necesarias para fomentar la literatura y la cultura en general?

Pues lo más necesario son fondos y becas de creación. Se necesitan condiciones materiales para crear una obra, esto implica tener tiempo para escribir, para pintar y para hacer música. Tiempo que se invierta en ese quehacer, y en ese sentido el estado podría jugar un rol importante como lo juega en México o en Chile.

-La desaparición del paisaje es una novela de retorno, un regreso al país que más que nostálgico resulta siempre conflictivo y hasta traumático. ¿Cuánto te ha servido la escritura de la novela para afrontar tu propia vuelta a Bolivia, o cómo se ha visto trastocado este reencuentro a partir del libro?

Cuando me fui de Bolivia ya tenía una primera versión de la novela, los dos años que pasé en Estados Unidos me sirvieron para trabajarla y la versión que publicamos en 2015 con Periférica —que es la misma que sacamos con El Cuervo— fue muy distinta a la de aquel primer manuscrito. Estar lejos te obliga a pensar a Bolivia de una forma distinta, te hace incluso más blando con cosas que antes eras muy crítico. Mi regreso no fue el mismo que el de Vitor Flanagan, respondieron a condiciones radicalmente distintas.

-El título del libro es bastante sugestivo, más aún si hablamos del regreso a un país que parecería estar hecho únicamente de paisajes. ¿Cuál es la impronta cruceña/boliviana, si es que eso existe, en La desaparición...?

La novela trabaja con la memoria, ese creo que es el motor narrativo: los paisajes de la memoria, las historias que te impone, cómo se entremezclan con la ficción. Bolivia es un contexto, algo que está allí como la geografía donde ocurre la historia. Nunca tuve la intención de contar la historia de un país o de tratar de descifrarlo. No creo que a la literatura habría que pedirle eso. Dicho esto, es cierto que en la novela hay una impronta fuerte de Santa Cruz y de cierta clase media cruceña, que es la clase y la ciudad en la que crecí. Esto se filtra en el texto, lo cruza, tiñe los temas pero no creo que sean los temas.

-Sobre esta idea de país, leí una reseña que decía que el alcohol parecía ser “la única patria” de muchos de los personajes. ¿Es la embriaguez un rasgo que define la bolivianidad, o tienes una mirada más universal de la borrachera como un sentido de pertenencia?

Creo que el alcohol es una parte importante de la idiosincrasia boliviana, se bebe mucho, pero se lo hace en un contexto de fiesta, de celebración. En la novela el uso es distinto, es parte de la soledad de los personajes, o, mejor dicho, una vía que ellos utilizan para estar solos, para poner una distancia con el mundo.

-Toda tu narrativa está atravesada por una tensión constante entre la carga del pasado, la bruma del presente y la incertidumbre de lo que viene. ¿Cómo lidian tus personajes con este peso? ¿Hay “una luz al final del tunel” (disculpa la fruslería)?

No lo sé. Siento que en lo que estoy haciendo ahora esta obsesión con el pasado quedó relegada por otras preocupaciones narrativas. Me interesa más trabajar con lo delirante y con el cuerpo, por eso me moví de cierto realismo hacia una literatura de género, una literatura que bebe del terror y de lo fantástico. Considero a La desaparición del paisaje el cierre de un proyecto narrativo que se inició con mis primeros libros, en los que la preocupación era el sujeto, la intimidad. Esta novela cierra ese proyecto pero ya contiene algunos elementos que luego continué en los siguientes libros, como el tratamiento de la violencia o la inclinación por lo surreal.

-Tu escritura muchas veces es caracterizada por la crudeza de sus imágenes, la dureza del relato, sin embargo, en ella hay un desborde de ternura que asoma constantemente. ¿Cómo navegas, desde la práctica literaria entre territorios, acaso complementarios, pero tan disímiles? ¿Cómo trabajas esa dosis precisa que rehúye a la caricatura?

Creo que en toda escritura es necesario que hayan cambios de registros, de lo contrario sería insostenible. Además que esos registros muestran la complejidad de los personajes, de lo contrario trabajaríamos con caricaturas.

Periodistas - [email protected] - [email protected]