Max Nordau y sus lectores en Bolivia (parte I)

En la historia de las ideas en Bolivia, muchos intelectuales se formaron clásicamente con libros importados de casas editoriales francesas, alemanas o inglesas, comparando el movimiento filosófico y sociológico europeo con nuestro sistema republicano basado en un caudillismo gubernamental y un atraso cultural indeterminado. Si bien estos personajes, en su mayoría, descendientes de familias pudientes, lograron compenetrarse y analizar a ciertos autores europeos como Nietzsche, Schopenhauer, Comte, Spencer entre otros, dieron su criterio de introducir las ideas de estos pensadores, con el fin de actualizar la lista de reformas pedagógicas y sociales del medio. Un caso fue la recepción del pensamiento del controvertido Max Nordau, que ingresó en una época en la que se hablaba de la “degeneración social de la patria”.
Simon Maximilian Sudfled, más conocido como Max Nordau (1849-1923), fue médico, escritor y fundador del movimiento sionista -a pesar de ser agnóstico-; sería el centro de debates y discusiónes intelectuales europeas a finales del siglo XIX. De ascendencia judía española y de origen húngaro, se destacó por su agilidad en el ensayo, logrando abarcar varios ámbitos como la filosofía, sociología, política y crítica social, esta última en boga y altamente frecuentada por varios escritores, ya que se veía al nuevo siglo con mucha incertidumbre y retroceso del ser humano; conocida esta época como de “crisis e inseguridad cultural”.
Nordau, en su máximo apogeo intelectual, llega a publicar varios escritos, siendo los de mayor demanda Las mentiras convencionales de nuestra civilización (1883) y Degeneración (1893). Esta última es la más polémica y dio lugar a un amplio debate, donde varios intelectuales se vieron enredados para conceptualizar formas de interpretación.
Las mentiras convencionales de nuestra civilización, cuya tesis se ocupa de las mentiras de organizaciones colectivas como la mentira religiosa, monárquica, política, económica e incluso la mentira del matrimonio, calificando a la humanidad como una “comedia profundamente inmoral”, proponiendo una “armonía final” basado en una civilización “de verdad, de bienestar, de amor al prójimo”, en una moral separada de todo egoísmo, mentira e hipocresía.
En cambio, en Degeneración, rompe ídolos y realiza una radiografía de los cánones artísticos y literarios, explicando su desarrollo psicológico, patológico, estético y social hasta esa época. El libro, dedicado a Cesar Lombroso, va con la fusión de la literatura-enfermedad y arte-locura, figurando en sus páginas la decadencia europea y analizando a varios degenerados que “no son siempre criminales, prostituidos, anarquistas o locos declarados; son muchas veces escritores y artistas”, denunciando como se formaba una nueva generación con tendencia en la “locura moral, la imbecilidad y de la demencia”, solamente transmitida por estos artistas famosos. Divide su estudio en dos grandes partes: primero, dar conceptos sobre el término fin de siecle, analizando la cúspide de la inmoralidad, el odio y la fatalidad humana, llegando a la conclusión de un “desprecio de las convenciones y de la moral tradicionales”; en cambio, en la segunda parte, analiza cada corriente literaria y artística del siglo XIX, agrupando cada una por un representante. Nombres como Verlaine, Baudelaire, Wilde, Zola, Wagner eran catalogados de enfermos y degenerados.
Atender y clasificar cada corriente literaria, artística y musical fue para el médico un avance en la manera de concebir la enfermedad en ciertos autores y su exteriorización mediante sus creaciones, logrando crear un manicomio de artistas. La recepción en Europa no se dejó esperar.
Varios ejemplares se acabaron rápidamente y el tema de charla de cada círculo literario era el tema de la degeneración del arte y sus representantes.
Escritores latinoamericanos consultaron la obra y vieron a un nuevo redentor que pueda guiar a sus naciones creando un arte auténticamente novedoso y nacional. Algunos de sus admiradores fueron los centroamericanos Rubén Darío y Enrique Gómez Carrillo. Darío había publicado una semblanza de Nordau en Los Raros (1896), admitiendo que “habla del arte con el mismo tono que hablaría de la fiebre amarilla o del tifus”, es decir, era imposible contradecir sus facultades de estudio y análisis; mientras tanto, Carrillo, en sus Primeros estudios cosmopolitas (1920) hace una crónica de su entrevista con Nordau en París, concluyendo que “plagiar en estos momentos un capítulo de Degeneración sería como robar un diamante de la vidrieras del museo del Louvre para hacerse un alfiler de corbata”.
El libro circuló en varios idiomas, pero todavía había que esperar hasta 1902, cuando Nicolas Salmeron hizo la traducción en español. Para esta época Nordau seguía siendo leído y sus obras posteriores también se dejaron sentir en el ámbito nacional. A pesar de ese atraso cultural visible en nuestro medio, los cenáculos intelectuales recibieron varios textos traducidos, el cual escritores como Alcides Arguedas, Rigoberto Paredes, Armando Chirveches e Ignacio Prudencio Bustillo leyeron y rescataron ideas de este polémico escritor.
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