Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Mauricio Ovando: “Esto es cine en primer lugar, no es una biografía, es cine y el cine es libre”

Entrevista al director del documental boliviano Algo quema, premiado en el Buenos Aires Festival de Cine Independiente. El filme se centra en la historia del expresidente Alfredo Ovando Candia, abuelo del realizador.
Mauricio Ovando: “Esto es cine en primer lugar, no es una biografía, es cine y el cine es libre”



El director boliviano Mauricio Ovando (1986) solo tenía una imagen en blanco y negro de Alfredo Ovando Candia, su abuelo. Todo lo que había escuchado de él hacía referencia a un “ser, un líder y un papá perfecto, además de un militar de una rectitud impecable”. Esa era la versión familiar. Sin embargo, la historia oficial de Bolivia recuerda a Ovando Candia por la nacionalización de las empresas petroleras y por ser uno de los responsables de la Masacre de San Juan (asalto militar a los campamentos mineros de Siglo XX, en Catavi, la noche del 24 de junio de 1967) y del asesinato de Ernesto Guevara, el Che, durante su Gobierno militar de facto en la década de 1960. Todo bajo el nombre de la Revolución nacional. En Algo quema (2018), su ópera prima, el realizador plantea una revisión a los fantasmas de la memoria de su familia y a un fragmento de la historia de este país, en el que cada imagen afronta sentimientos encontrados. 

El documental nació como idea hace 10 años, cuando Ovando todavía cursaba la carrera de Cine. Fue una búsqueda personal que nació a raíz de la muerte de su tío, el hijo mayor de su abuelo, en un siniestro aéreo. Nunca se esclareció si fue un accidente o un atentado en una de las etapas más críticas del Gobierno de Ovando Candia en 1970, según cuenta el realizador. El documental, en su corto recorrido por citas internacionales, ha demostrado que funciona fuera de las fronteras de Bolivia. Se hizo con dos galardones, mejor director en la competencia latinoamericana y el premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, en la pasada edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici). Además, estuvo seleccionado en el Festival Encuentros del Otro Cine, en Ecuador, donde fue elegido entre las cintas favoritas del público, junto a otras renombradas producciones como La libertad del Diablo, del mexicano Everardo González, y la más reciente producción de Agnès Varda, Rostros y lugares. 

Mientras el filme continúa buscando cuál será la ruta internacional que se marcará para continuar su recorrido, el director prepara el estreno más esperado para el equipo de producción, que será el próximo septiembre en la ciudad de La Paz, con fecha y lugar aún por definir. Ovando habló con la RAMONA a fondo acerca del proceso de creación de Algo quema y su búsqueda personal frente a la memoria de su abuelo, entre otros temas.

-¿Cómo nace Algo quema?

La verdad es que la idea como película surge hace 10 años cuando estaba estudiando Cine en la Universidad Católica. Un día fuimos al lago Titicaca con mi familia a comer trucha, y mi papá nos tenía preparada una sorpresa, un paseo en lancha. Fuimos a la isla de Suriqui. En el camino nos dijo que íbamos a hacer un homenaje a mi tío que había fallecido en esa isla, ahí en un accidente de avión. Entonces, en el camino empezamos a hablar de un tema del cual yo había escuchado hablar y era así como “¡Uy, que jodido!”, cuando era niño, y en ese momento era volver a hablar de la muerte de mi tío y, por ende, de mi abuelo, porque no hay cómo separar las dos historias. Ahí es que me doy cuenta de que algo muy jodido emocionalmente pasaba en la familia respecto a ese tema. Entonces obviamente era darse cuenta de que había todavía mucho dolor en la familia respecto a esa pérdida y, además, estaba inevitablemente ligada a mi abuelo, a quien era mi abuelo y su Gobierno, porque mi tío murió quizá en la era más crítica del Gobierno de mi abuelo, en el año 70. La historia familiar y la historia de Bolivia se unían ahí, y me parecía superinteresante para hacer una película. La película parte desde una emocionalidad hacia lo familiar respecto a este tema. La muerte de mi tío sigue siendo una muerte no esclarecida, nunca se investigó si fue un accidente o un atentado. Me costó muchos años darle un verdadero cuerpo y sentido a la película, que al final obviamente viró la mirada hacia mi abuelo como parte de la vida y la historia de esta familia.

-A lo largo de todo el documental está el material que usted grabó, está el material que solía grabar su abuelo, pero también las filmaciones de su padre. ¿Cómo se relaciona lo fílmico y familiar en la película?

Es un privilegio total tener ese archivo familiar, que son como 250 rollos de Super-8. Es un privilegio en todo sentido el hecho de que se han mantenido hasta ahora y que mi papá se haya ocupado de guardarlos y no botarlos. Hay un vínculo desde el cine también, que me une a mi abuelo en el buen sentido, que filmaba a su familia. Cuando no filmaba él, quizá estaba filmando mi tío, o mi papá o un edecán o alguien muy cercano a la familia. Es súper interesante eso porque ahí es que mi papá descubre el cine, él también se dedica al cine. Sí, lo fílmico y lo familiar está en todos sus niveles y capas metido en la película.

-El título de la película juega un papel importante en el documental en más de un elemento que lo conforma. ¿Cómo funciona ese recurso metafórico en sus distintas capas?

El título es algo que hemos querido que mantenga, lo que yo llamo, una imagen cristal. Es como un concepto que dispara muchas interpretaciones y reflejos de esa imagen, entonces definitivamente lo más evidente es la metáfora de que se quema la película, pero es también a nivel emocional. Algo quema adentro mío como realizador de la obra y como familiar. El título nace de una serie de archivos que yo había titulado así como Algo se quema 1, Algo se quema 2, porque no sabía exactamente qué eran las imágenes, solo sabía que se quemaban, pero las guardé con ese título para ubicarlas rápido y saber que ese tipo de material me interesaba, porque obviamente no es algo nuevo, es un recurso muy usado esto de entender la fragilidad del material de celuloide, es más bien una metáfora directa de la fragilidad de la memoria y del acceso que uno puede querer tener a esos recuerdos que pueden ser muy fugaces y efímeros.

-¿Cree que el documental puede funcionar como una catarsis para un fragmento de la historia de Bolivia?

Solo puedo hablar por mí. Me ha servido tremendamente como una catarsis emocional respecto a estos temas familiares, pero no puedo hablar en nombre de mi familia y mucho menos en nombre de los que no aparecen en la película. Cada quien tendrá su propio enfrentamiento con su historia familiar y con la del país y las tensiones políticas de este personaje. Tampoco pretendo que esta película cambie algo en nuestra visión de la historia o de las épocas de las dictaduras militares, no pretendo nada realmente. Es una exploración, un viaje interior respecto a lo que siento por mi abuelo, pero obviamente tenía que ser una película, no podía ser otra cosa, por sus materiales, por lo que exigía no podía ser un artículo de prensa ni una canción, estaba hecho para ser una película.

-¿Cómo fue para usted enfrentarse a las distintas imágenes o visiones de su abuelo (familiar, oficial, en contra)?

Creo que lo más bonito que me ha pasado a nivel emocional es poder verlo como un humano, literalmente como un humano, aunque suene raro escuchar eso, y no como una foto en blanco y negro, que estaba acostumbrado a ver. Escuchaba una versión obviamente de un ser perfecto, de un líder perfecto y un papá perfecto. Lo más bonito ha sido verlo como un humano a colores, moviéndose en el Super-8, estando con su familia como un “padre normal”. Hay otro lado, otras imágenes de él y, en mi obsesión de buscar todas las imágenes que existen sobre él, también me he topado con otras visiones. Ya no solo la construcción familiar, sino la oficial, cómo su Gobierno se filmaba a sí mismo, cómo este líder de alguna manera se representaba a sí mismo y decidía cómo querían que filmen a su familia. Los otros materiales, que quizá son los más interesantes, son los únicos que hacen un contrapeso real en la película, son los de denuncia de crímenes de Estado. Cada vez se volvía más interesante y más complejo enfrentarse emocionalmente a eso. El coraje del pueblo, de Jorge Sanjinés, ha sido fundamental para la película y para mi vida personal, pero para la película sobre todo, en el sentido de que el documental empieza con una serie de denuncias directas de los responsables a las masacres de los mineros desde antes de San Juan, muchos años antes. Comienza a poner fecha, número de heridos, de muertos, nombres y apellidos de los responsables. Una película que empieza así, con mi abuelo como responsable de esas masacres, para mí ha sido un puñetazo a la cara sin aviso. La película de Sanjinés ha hecho que se vuelva recién interesante el documental, ya no es una versión familiar de mi abuelo que puede caer en cualquier tipo de reivindicación u homenaje, lo que jamás fue la intención. Algo de lucidez he tenido en ese sentido. Sabía que no quería homenajearlo o defenderlo, más bien siempre fue una mirada crítica. Me gusta pensar que la información que se maneja en mi familia sobre el tema es un reflejo nomás en pequeñito de lo que sucede en grande en la sociedad. No me han contado muchas cosas, hay cosas que todavía seguro me esconden, cosas que seguramente no voy saber nunca, quién sabe por qué, pero entonces lo mismo siento que sucede en la sociedad. Los militares y la clasificación de sus archivos sigue siendo lo mismo con la gente, siguen negándole información, sigue habiendo un silencio cómplice, y los militares parece que no van a soltar eso pronto, porque está en sus manos esa información y muchos de ellos se están muriendo, tal es el caso de Luis García Meza. Es triste la situación, porque tenemos derecho a saber esa información, pero el desconocimiento se va a seguir arrastrando de generación a generación si no hacemos algo.

-En el documental utiliza una serie de dispositivos para apelar a la sensibilidad de sus personajes. ¿Cómo le ayudó la utilización de estos elementos para lograr obtener lo que necesitaba?

Me cuesta muchísimo hacer entrevistas en general, porque obviamente es cómo las encaras. Hacer una entrevista institucional a un familiar para este tipo de película era absolutamente el camino equivocado. Pensar cuál sería la manera en que se podría disparar una emocionalidad absolutamente real de parte de ellos era la premisa. Tenía que ser una película emocional sobre el tema, un tema tan jodido como las dictaduras de Bolivia, tenía que estar cargado de todo lo contrario, la emocionalidad. ¿Cuál era la única manera de entablar una charla que dispare emociones con la familia? Enfrentarlos con cosas que yo estaba seguro que podían sensibilizarlos para poder expresar lo que querían. Entonces, por ejemplo, con mi prima, cuando hojea la revista donde está mi abuela, yo sabía que a ella, al ver una foto de mi abuela en las minas, iba a nacerle algo, no importa qué, no importaba lo que opinara, no me importaba que esté bien o esté mal, quería que sea real la reacción y la respuesta. En ese sentido ha funcionado. La revista con mi prima y los libros, las grabaciones de audio con mi tía, porque obviamente era lo que ella más manejaba en su momento. Era inevitable que escuchar las voces de la época no le cause algo, era mi manera de romper esta clásica artificialidad en una entrevista, en la que uno se prepara para preguntar cosas y responde de manera políticamente correcta. Entonces había que quebrar eso de alguna manera. Con mi papá se evidencia poco, pero los dispositivos son las mismas cámaras de cine de mi abuelo y mi familia, era el vínculo perfecto para que mi papá pueda hablar también de la historia familiar. Creo que el uso de dispositivos ha sido un acierto.

-¿Cuáles fueron los principales desafíos y dificultades que tuvo a la hora de montar la película en la sala de edición?

El mayor reto técnico fue poder tener en nuestras manos todo el material en digital, eso primero, y poder pautear y catalogar ese material era demasiado. Eran 50 años de historia familiar en imágenes, desde 8, 16 y 35 milímetros, Super-8, U-matic [primer formato de videocasete que se puso a la venta], Beta, VHS, Video 8, Hi 8, digital, todos los formatos los teníamos. El proceso de digitalización, catalogación y ordenamiento ha sido largo y complejo, como previo a la edición. Todo ese trabajo ha sido hecho por mí durante un año, entonces sí ha servido muchísimo verlo todo y saber dónde está todo, saber qué tipo de materiales me interesaban para pasar a la isla de edición. Sin embargo, ya al momento de armar la estructura de la película, si bien teníamos armado una línea de tiempo con secuencias y conceptos claros -la presentación de la familia, conceptualizar históricamente el país, el contexto militar, el presidente de dos caras-, la película ha ido variando en su proceso. Podíamos poner los materiales que yo quería para que el espectador saque sus propias cosas de ahí, pero faltaba –literalmente– una voz mía en algún momento, que dispare mi posición política, ideológica, familiar, frente a la figura de mi abuelo. Eso ha sido lo más complejo. No queríamos la voz en off encima todo el tiempo que te diga lo que yo sentía, sino más bien que el material deje al espectador sentir sus propias cosas y entender sus propias cosas relacionándolas con la película. Era inevitable que yo tenga que decir algo, ha sido complejo. Si bien yo estoy diciendo muchas cosas al armar la película y al armar mi discurso audiovisual, lo correcto para la película, en este sentido, era eso, como una catarsis, como un volcán que se está cargando y que uno quiere saber qué es y no es hasta el final que se dispara de manera cruda. Entonces creo que ese elemento es un valor, porque la película no es lo mismo para nada sin los últimos tres minutos.

-La historia de Latinoamérica respecto a las dictaduras es bastante cruda y conflictiva, y desde el documental se ha sabido abordar desde distintas visiones. ¿Qué películas le sirvieron para abordar Algo quema?

Sobre la tradición del cine de hablar sobre las dictaduras, en Bolivia no existe para nada. Los máximos acercamientos han sido en su época Señores Coroneles, Señores Generales, de Alfonso Gumucio, o Los Viejos, de Martín Boulocq, de un ángulo totalmente distinto y diferente. En cambio, Chile y Argentina tienen una tradición con este tipo de películas, es casi un género. Sin embargo, este tipo de acercamientos desde el documental personal, subjetivo o de autor, son muy interesantes, porque vuelven a disparar y abrir las posibilidades de lectura de esa época, porque no te la cierran en una cuestión informativa como hace la televisión, por eso el cine es valioso, es contrario a lo que es la televisión, o debería ser. Siento que, si ha habido una película que me ayudado mucho a cómo tratar con el archivo, es una película que se llama La autobiografía de Nicolai Ceaucescu, dictador de Rumania, dirigida por Andrei Ujica, que es del año 2010 y es puro archivo de los años 50 hasta finales de los 90. El director te ordena el material para que puedas leerlo, para decirte yo no tengo que dar ningún discurso como director, sino que el mismo personaje ha escrito su autobiografía por las propias imágenes que él ha querido crear de su Gobierno y de sí mismo. Me ayudó a entender muchísimo cómo organizar el archivo de un dictador. He visto Allende, mi abuelo Allende y El pacto de Adriana, que también es el acercamiento de un familiar que ha participado del equipo de la dictadura de Augusto Pinochet. Vi las dos cuando había cerrado el corte, tampoco es que me hubieran servido de ejemplo, porque en ellas sí está la voz en off todo el tiempo, contando lo que sienten y lo que está sucediendo. Yo quería algo más libre que eso. Admiro mucho la valentía de ambas películas. Creo que en ese sentido tienen algo en común con la mía, que es acercarse a muchos temas pero a partir de la cercanía de un familiar del cual surge algún desencanto o por lo menos una serie de miradas encontradas.

-En Bolivia es muy difícil hacer una película de ficción por la falta del apoyo del Estado, de un fondo. Por ende hacer un documental es más difícil. ¿Como se trabajó el tema económico para hacer este documental?

Hacer ficción o documental en Bolivia no es difícil per se, o fácil per se, es muy relativo eso, porque pueden decir que una película es independiente porque se ha hecho con 1.000 dólares, pero también puede ser una película independiente hecha con 100.000 dólares, es muy relativo y complejo el tema. Esta película es totalmente autofinanciada y es relativamente barata. Con 12.000 dólares se pueden hacer 12 películas y es cierto, quizás más, pero un filme de este estilo, a pesar de que podía hacerlo solo en mi computadora, necesitaba un modo de producción en el que yo no podía solo con este proyecto. Necesitaba un productor que me ayudara con la gestión del archivo. Juan Álvarez ha fungido también como asesor de montaje y ha sido fundamental para la película. Y a la vez, necesitábamos una tercera cabeza que ha sido una montajista, en este caso Cecilia Almeida, de Uruguay. No nos conocíamos, entonces su visión, totalmente ajena, ha servido para que la película tenga una distancia correcta con el tema, que quizá a mí me costaba muchísimo con las imágenes y que podían decir miles de cosas de un montón de maneras, su sensibilidad sirvió mucho. El diseño sonoro me parecía igual de importante que el montaje de imágenes. Este fue hecho por el equipo de Ajayus de Antaño. Me interesaba muchísimo trabajar con ellos porque saben mucho sobre sonidos y música de la época, son dos personas que tienen un pensamiento, crítica y posición política muy respetable e interesante. Quería que cada miembro del equipo esté bien pagado. La mitad del presupuesto se fue en sueldos, digitalización de los archivos de celuloide, compra de cámara, de computadora, entonces es como lo básico. En 12.000 dólares se ha ido lo básico. Sí, podría haber hecho esta película con 1.000 dólares, sí, pero no hubiera salido igual para nada. Es necesario decir que hemos aplicado a los únicos financiamientos que existen para documental en el país, del Premio Eduardo Abaroa, el Fondo Concursable Municipal de Fomento Cinematográfico del Gobierno Municipal de La Paz y el fondo del Festival A cielo abierto de Cochabamba. No hemos ganado ninguno. Que no suene a queja, lo hemos intentado, por eso ha sido más duro y un proceso de autofinanciamiento. Obviamente, las consecuencias son crudas. Le he dedicado dos años enteros de mi vida a esta película y no he recibido un peso y ahorita me está costando mucho manejarme económicamente porque he puesto todos mis ahorros a la película. No le estoy pidiendo nada al Estado, simplemente estoy evidenciando como esta película ha tenido que funcionar económicamente en su contexto.

-¿Cómo vio la respuesta de la gente en el Bafici?

Honestamente creo que en un contexto de estreno es muy difícil que te vaya mal o no te feliciten. Más allá de eso, los comentarios que hemos escuchado son bastante positivos respecto a que la película abre debate, abre preguntas y abre emocionalidades. Fue interesante que la película haya funcionado en otros públicos que no sean necesariamente el boliviano. Hemos recibido muchas felicitaciones. En un contexto de estreno es difícil que la gente te diga que tu película es una huevada.

-¿Qué tienen preparado para el estreno nacional en La Paz en septiembre?

Todavía estamos cerrando día y hora, además de la fecha exacta, pero hasta ahora se mantiene el estreno en septiembre en La Paz. La película va ir acompañada de una mesa de discusión con gente experta en el tema de historia y cine. Van a estar los historiadores y periodistas Carlos D. Mesa y Carlos Soria Galvarro, además de los críticos de cine Sebastián Morales y Sergio Zapata. Vamos a tener el cuidado que merece. No queremos soltarla y que tenga un estreno cualquiera. El debate puede dispararse a muchas otras cosas peligrosas que no merecen. En esa mesa de discusión se quiere hablar desde la película, cómo el cine mira la historia, para que se comprenda todas sus aristas. No para que se explique la película, porque no necesita explicación, para que se debata complejamente y debata profundamente sobre todo lo que puede disparar. Va a ser muy diferente, obviamente, de un ambiente como el Bafici y un estreno acá, aquí sí va a haber debates más picantes. Puede quemar y eso está bien, está bien que se encienda debate sobre muchas temáticas, pero que se entienda que esto es cine en primer lugar, no es una biografía, es cine y el cine es libre, eso.

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