Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Marginalidad con ojos de juventud: el cine boliviano contemporáneo en el BAFICI

“Es evidente una afinidad entre los parámetros de los programadores y del jurado con ciertos gestos formales, de contenido u otros aspectos que son difíciles de precisar con las producciones del país”
Un fotograma de ‘Algo quema’, filme de Mauricio Ovando.      CORTESÍA
Un fotograma de ‘Algo quema’, filme de Mauricio Ovando. CORTESÍA
Marginalidad con ojos de juventud: el cine boliviano contemporáneo en el BAFICI

El BAFICI es el escenario internacional donde no solo se proyectan más películas bolivianas, sino donde más se las premia. En sus últimas cinco ediciones (2017-2022) — tomando en cuenta que el certamen no se realizó en 2020 por la pandemia —, se han entregado cuatro galardones a filmes procedentes de Bolivia. Es, entonces, evidente una afinidad entre los parámetros de los programadores y del jurado con ciertos gestos formales, de contenido u otros aspectos que son difíciles de precisar con las producciones del país. 

“Viejo Calavera” (Kiro Russo, 2016), “Las malcogidas” (Denisse Arancibia, 2017), “Averno” (Marcos Loayza, 2018), “Algo Quema” (Mauricio Ovando, 2018) y “El Gran Movimiento” (Kiro Russo, 2021) son las películas bolivianas que han sido seleccionadas en las últimas cinco versiones del BAFICI, y que responden también a un momento nacional de proliferación tardía de filmes hijos de la era digital. Con el estreno de “Las malcogidas”, el suplemento La Ramona anunciaba “un nuevo comienzo” para la cinematografía boliviana, ante la escasez de producciones que se habían visto desde “Dependencia Sexual” (Rodrigo Bellott, 2003), la supuesta inaugural de la fase digital.

Tal vez el punto en común más fácil de identificar sea la joven edad de sus creadores, criterio que Quintín denunciaba como característico del mainstream festivalero en sus “Memorias de un programador retirado”. A excepción de Loayza (que llevó su séptimo largometraje al BAFICI con 59 años), el resto de los directores — Russo (33), Arancibia (35) y Ovando (32) — son jóvenes. Sin embargo, si hay una constante entre estas cinco cintas (cuatro ficciones y un documental) es su vocación por contar historias desde la marginalidad, relatos que no se circunscriben al centro y con protagonistas que pertenecen a la periferia, tanto en su dimensión de clase social como grupo social, desde la gorda Carmen que nunca ha tenido un orgasmo hasta el minero/carguero Elder Mamani, pasando por el lustrabotas Tupha.

No estamos frente a los films sociológicos o políticos de los que Sarlo advertía son los favoritos de los programadores europeos y que de alguna manera podría justificar su poca cabida en los encuentros del viejo continente, a pesar de que “Viejo Calavera” y “El Gran Movimiento” estuvieron en Locarno y Venecia, respectivamente. Son justamente las películas de Russo — quien en esta 23ava edición fungió como jurado de la competencia nacional — donde mas perceptible está la visión sobre la marginalidad, con los no actores o actores naturales habitando los márgenes del país: en las minas de Huanuni, en el caso de “Viejo Calavera” y las laderas, antros y el mercado abandonado de noche en “El Gran Movimiento”.

Es, pues, la noche un mundo donde se refugian los marginados, donde, ya salvados de la luz que los alumbra hacia lo público, pueden hacer convivir lo extraño e incómodo con el entorno natural. En “Averno”, la vida nocturna y bohemia de La Paz sobrevuela todo el filme, se pasa desde una marginalidad social, con el joven limpiabotas, hasta su dimensión fantástica, poblando de personajes de la mitología andina las cantinas, bares y esquinas. 

Lo oscuro es también un lugar frecuente para Carmen, al trabajar en un cine porno en “Las malcogidas”, filme que complementa estas narrativas contadas desde un “afuera”. Si las anteriores películas abordan un exterior desde las jerarquías sociales, en esta se lo hace desde fuera de los grupos sociales, de lo establecido socialmente, a través de una persona que no se acomoda a los cánones de belleza y proveniente de una familia de mujeres insatisfechas sexualmente y con un hermano gay y travesti. 

“Algo Quema”, el único documental del conjunto, confronta la versión pública del expresidente de facto Alfredo Ovando Candia (militar al que se lo asocia con la orden de ejecución del Che Guevara) con la versión familiar del Alfredo Ovando Candia (abuelo del director). Rechaza la historiografía oficial para contar, a través de tapes del archivo familiar, la historia particular y casi íntima de un mandatario, registrado como polémico, al menos, en la memoria pública.  En “Algo Quema”, lo oscuro se anuncia en forma de revelación de lo no contado. 

Un titánico esfuerzo para producir una película en 35 milímetros, mineros vestidos de actores, una comedia musical de look kitsch y conversaciones entre familiares que se convierten en entrevistas de interés histórico. Películas que, si bien no son las primeras en proponer nuevas formas, podrían cumplir las “reglas secretas” de Quintín.