Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 00:15

Mank: una carta de amor y diatriba a Hollywood

David Fincher estrena su más reciente película, una historia sobre el guionista que dio vida a Citizen Kane. Este 4 de diciembre llega a Netflix.
Un fotograma de la película dirigida por David Fincher. NETFLIX
Un fotograma de la película dirigida por David Fincher. NETFLIX
Mank: una carta de amor y diatriba a Hollywood

Pauline Kael escribió un largo ensayo sobre Citizen Kane que tituló “Raising Kane”, y lo publicó en la revista The New Yorker en 1971. Con una prosa mordaz y provocadora, desarrollaba una diatriba contra Orson Welles y su ópera prima. Elogiaba y destacaba la figura de Herman J. Mankiewicz, que llevaba la coautoría del guion junto a Welles, pero denigraba todos los roles de este último (productor, director y protagonista de la película), quien había pretendido además llevar solo el crédito del guion. Una de las intenciones de Kael era defender a los guionistas, un grupo largamente abusado y menospreciado en la jerarquía del studio system de Hollywood.

En contra de la teoría del autor (desarrollada por los críticos que darían vida a la Nueva Ola Francesa y que sostenía que los directores eran la mente creativa y artística detrás de una película), resultaba un sacrilegio fílmico la osadía de cuestionar que Welles no fuera la mente absoluta detrás de su célebre película. Aunque después el texto de Kael fue debatido, desmentido y corregido por historiadores y críticos, el problema fue particularmente su maniqueísmo y exageración en los ataques al director. Pero la idea de que no todo el crédito de Citizen Kane debe ir a Welles, siempre sobrevivió con distintos matices incluso entre los más críticos de su ensayo.

Esto resuena ahora con Mank, la más reciente película de David Fincher (el director de Gone Girl, Fight Club o Seven), y sirve como premisa para hablar de ello y otras cuestiones en una biopic de Herman J. Mankiewicz. Algunas personales como su posición hacia Hollywood, que dialogan particularmente bien con el retrato de esa década del studio system, de un modelo de negocio que atiende ante todo la ganancia económica y desestima al talento artístico o intelectual. Otras de carácter social y hasta político donde caben advertencias adecuadas para los tiempos de la posverdad; “si siguen diciéndole a la gente algo falso, con la fuerza y por el tiempo suficiente, ellos podrían creerlo”, señala Mankiewicz (interpretado por Gary Oldman) en una escena en la que se habla del nazismo creciente en Alemania en la primera mitad de los años treinta.

Fincher parece tomar partido por la tesis de Kael. De nuevo, un poco más matizado, pero con una misma idea al centro: Citizen Kane debe gran parte al guionista Mank, como todos lo llamaban. En un punto de la película, escuchamos a Welles (Tom Burke) confesarle que lo eligió a él y solo a él, porque era el único capaz de escribir la historia que quería hacer. Desde su ficción, Fincher hace que Welles reconozca algo así.

Así llega Mank, décima segunda película de Fincher, en la que cuenta la historia de Mankiewicz a partir de esas semanas de intenso trabajo para terminar Citizen Kane. La historia de un intelectual, periodista y crítico de teatro neoyorquino convertido en guionista, un alcohólico y apostador compulsivo que no se queda callado y que cuenta con una inteligencia y retórica tan incisiva como divertida y mordaz. Entre su trabajo en el guion y una serie de flashbacks a lo largo de toda una década, podemos conocer mejor de la relación previa de Mankiewicz con William Randolph Hearst, el poderoso magnate de medios, del que se basó para crear a Charles Foster Kane.

Si bien la historia se centra en Mankiewicz, Fincher está interesado en hacer observaciones sobre una industria que, a casi un siglo de distancia, tiene rasgos característicos inmutables. “A menos que sea una película muy esperada con un componente de Cajita Feliz, a nadie le interesa. No es particularmente inteligente hacer una película que es una carta de amor a otra película que está en HBO MAX. Pero si sólo hiciéramos lo que es inteligente, sólo habría películas de Marvel, Star Wars y Jurassic Park”, afirmó Fincher en una entrevista para la británica Total Film.

Y a lo largo de la película sobran momentos y diálogos al respecto. “Hay millones para ser tomados aquí y tu única competencia son idiotas”, decía un célebre telegrama de Mankiewicz a su amigo, el dramaturgo y novelista Ben Hecht. En la película, estas palabras se ponen en boca del hermano de Mank, Joseph, quien se convertirá en un destacado director de Hollywood en la siguiente década.

La película está llena de pequeños y grandes guiños a otras cintas y personajes notables de la época. Como ese momento en que el equipo de guionistas de la Paramount, liderados por Mank, improvisa y propone en una reunión la trama central de Frankenstein, para después ser desechada automáticamente por el gran productor David O. Selznick. El clásico de Universal Pictures llegaría a las pantallas más de un año después.

El primer borrador de Mank fue escrito por Jack Fincher, padre de David Fincher. La estructura a base de flashbacks que van armando el rompecabezas de la historia es similar a la de Citizen Kane. Así como el estilo fotográfico, con la cámara en blanco y negro de Erik Messerschmidt, hasta los créditos y efectos especiales y la inclusión de breves textos en la parte inferior de la pantalla, al inicio de ciertas escenas, como si leyéramos la primera instrucción en un guion de cine: Interior. Día. Sala de Escritores de Paramount Pictures, 1934.

De la mano, los Fincher hacen una radiografía de la jaula dorada que es Hollywood. Atrapando talentos y priorizando ganancias. Del orgullo de la maquinaria económica que se construía. De un Louis B. Mayer, fundador de MGM y uno de los más poderosos y exitosos productores de la era, afirmando que la magia de esa industria es que vendes memorias y recuerdos pero sigues siendo dueño del producto: “Este es un negocio donde el comprador no obtiene nada más que un recuerdo por su dinero”.

“No solo soy un maldito amargado, soy un maldito amargado informado”, sentenció Fincher a Total Film. En la última semana, se hizo público su acuerdo con Netflix, un contrato de exclusividad por otros cuatro años. “No haré el contenido que les traiga espectadores, esta es mi pequeña esfera de influencia […]. Firmé este trato porque quiero trabajar como Picasso pintaba, quiero intentar cosas nuevas, romper el molde o el modo de trabajar. Me gusta la idea de tener un cuerpo de trabajo. Y después de cuarenta años en esta profesión, admito que tener solamente diez películas, bueno, once, pero solo diez que considero mías, es una reflexión que me aterró”, confesó.

Será interesante observar en las próximas semanas el devenir de una película que para Netflix tiene claras y realistas posibilidades de ser protagonista en la próxima temporada de premios. Por ver cómo elabora su campaña y estrategia de promoción, sabiendo que las historias sobre Hollywood y el cine tienen una resonancia natural con el aún amplio cuerpo de votantes de la Academia de Estados Unidos con perfil de hombres blancos, mayores y algo conservadores. Nada alimenta la nostalgia de la cinefilia clásica como una película sobre el detrás de cámaras de una película como Citizen Kane. Mank cuenta como una carta de amor al cine pero también una diatriba a Hollywood.