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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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[La Lengua Popular] El Mesón del Cantor

[La Lengua Popular] El Mesón del Cantor



-¿Cómo se llama este lugar?

-El Mesón del Cantor.

-Bonito. Un poco lejitos, pero agradable.

-¿Ya sabes qué te vas a pedir?

-Picante de lengua.

-Dale. ¡Ah, papi, allá está mi papá! Que te dé el pancito con orégano que le van a traer, a él no le gusta.

Mesas de tres tamaños distintos. Manteles rectangulares de color blanco en cada una de ellas. Personas sentadas en familiaridad en las rectangulares mesas de color blanco. Cantidad de padres siendo celebrados por las rectangulares gentes blancas. ¡Día del Padre en el Mesón del Cantor!

Ingreso, entonces, lentamente. Trato de encontrar mi curul. Trato de ser cuadrado para no reclamar atención. El espectáculo folclórico ha comenzado y, antes del dúo principal, un pequeño ballet de cuatro integrantes bate pañuelos chapacos. En ese momento me detiene una arista. Observo. Me doy cuenta de que la arista seguramente fue amada, reconozco un gesto particular: esta mujer, sentada de cara al escenario y de espaldas al hombre, se halla suspendida recordando a un tipo que hace 20 años le dejó un soplo de aserrín amotinado en la sístole. No era tarijeño ni bailarín, solo era un joven cuyo específico ceño evocado ha sido, por un segundo, compatible con el brillo de la mueca sublime del bailarín que revuelve el poncho en la franja izquierda del escenario. Puede ella imaginar, a partir de la gracia con la que este jovencito impostor se resume a la danza, que aquella alma de juventud perpetua ha corrido un destino más cabal que el suyo.

-¿De quién me dices que es este boliche?

-Del Yuri Ortuño, papacho. Es el exvocalista de Proyección. Lo conoces, pero no te acuerdas.

-Ah, ya. Ya, ya van a entrar los músicos, recorre tu asiento para que pueda ver.

35, 60, 90, 115… En la mesa de allá solo hay tres personas: 30. Pero creo que está invitando el don de cuarenta y pico. Por la chela que está pidiendo tal vez deje un poquito más: 35 o 40. Bueno. Creo que ya van 10 minutos del ballet, ya va a salir el grupo. Y, a todo esto, ¿dónde está?

-Amigo…

(Un hombre mueve una pluma imaginaria en el aire).

Mierda… cuenta.

-Sácamelo la cuentita de la mesa de allá, Camilo. En seguida se lo llevo, por favor.

Ya, apuraré esta mesa… antes de que salga de los vestidores.

-Acá tiene caballero, espero que hayan disfrutado su comida. Los esperamos cuando quieran regresar.

Meta. Ya está saliendo. Date vuelta, date vuelta…

Jesús disfrutaba especialmente de la performance del ballet cuando se organizaba un número que incluía cuecas. Noelia, la bailarina de 26 años del ballet, no deshacía sus trenzas ni su maquillaje antes de salir del vestidor. La razón era básica. La cajera había estado cuidando a su bebé durante el show y el abusar de la gente no era lo suyo. Pero, al margen de lo tenso de la circunstancia, Jesús encontraba en esa escena una alta cofa por encima del trabajoso oficio de mesero. El jean acomodado a la camisa de mangas cortas le daba, a la figura maternal de la Noe, una regularidad modesta que, a su vez, contrastaba con la torre decorada que se alzaba desde sus hombros y que cargaba las dulces reliquias de lo que hace unos minutos fuera una bailarina. Ni en lo más alto de sus notas de baile ni en lo más bajo de sus épocas de simple cajera esta mina había logrado un aura tan sofisticada como la que le confería la maternidad, esa maternidad recién inaugurada y desde entonces teñida con las incidencias estéticas que el baile y la escasez de tiempo le otorgaban. Ningún altar era más limpio para esa figura que el que ofrecía la recepción del Mesón para verla, solo a ella, retomando a su nena, todavía con la pinta de criolla en la cara.

-Papito, creo que ya estás cansado. Ya van a terminar. Si quieres nos vamos, ya has escuchado lo principal.

-Sí, creo que vamos a ir yendo nomás, hijo.

And now, the end is near, and so I face…

-Estita más escucharemos y de ahí salimos.

-Je. Dale, papacho.

I’ve travel each and every highway…

Filósofo - [email protected]