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SOBRE LA NOVELA DE SUSAN HARRISON, PARTE DEL ESTUDIO LAS MALDITAS

La mujer de un solo hombre

La mujer de un solo hombre



Hace años que guardo el inicio de un archivo en Word intitulado Las Malditas: Mujeres escritoras universales. Es un estudio de tributo a las novelistas, poetas y ensayistas más grandes del siglo veinte y lo que va del presente. En el ensayo plasmo algunas ideas respecto a la vida y obra de mis favoritas: Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Esther Vilar, Alejandra Pizarnik, Helene Cixous, Elfriede Jelinek, Carol Oaetes, Amelie Nothombo, Doris Lessing, entre otras; pero, sin tenerlo previsto, en este grupo se introduce subrepticiamente la canadiense Susan Harrison, con su novela debut The Silent Wife, traducida al español como La mujer de un solo hombre y publicada por Salamandra en noviembre de 2014. El recorrido del libro resulta interesante, pues se sabe que originalmente nació en inglés, sin muchos recursos publicitarios, pero fue cobrando prestigio a medida que sus lectores comentaban de él y les pareció sorprendente.

La página web Libros y Literatura (www.librosyliteratura.es) señala: “La mujer de un solo hombre probablemente decepcione a quienes esperan una historia policiaca de alto voltaje y de suspense irresistible, pero gustará a quienes buscan una novela diferente, con exploración psicológica de los personajes y pequeñas sorpresas que tienen gran anclaje en la realidad de nuestro mundo”.

El ejemplar que es motivo del presente comentario fue editado en Argentina en diciembre de 2014. Casi inmediatamente, por esos misterios que tiene el destino, llegó a mis manos en la librería El Ateneo de Buenos aires, de donde me lo traje junto a un interesante y variado paquete de libros, a saber: Carthage, Hacia tierras Salvajes, Lo que toda mujer debe saber acerca de los hombres, Predicciones 2015, Foucault, Artaud…

La historia se centra en la pareja formada por Jodi y Todd. Tienen 40 y pico años, son agraciados, acomodados y bien considerados en sus respectivas profesiones. Viven en un lujoso apartamento de Chicago y se diría que tienen colmadas sus aspiraciones vitales. Sin embargo, la pareja se está resquebrajando, y asistimos a ese proceso de desintegración. Como suele ser el caso muy a menudo, no sucede de la noche a la mañana, pero ninguna pareja se parece a ninguna otra, y por tanto la de Jodi y Todd sigue su camino de destrucción de forma individual e intransferible. El proceso tampoco es constante, así que veremos sus remansos, sus meandros, sus tempestades, sus bonanzas… hasta que se produce el gran naufragio. La historia de esta pareja, sin ser nada espectacular, está narrada de una manera que hace que queramos seguir leyendo, porque nos parece que estemos oyendo esta historia por primera vez, tal es la intriga que la autora consigue imprimir a su escritura, de tal forma que convierte cualquier acto trivial, cualquier conversación, cualquier cita o encuentro, en un miniepisodio lleno de misterio humano, según tratamos de leer la mente y el alma de los personajes que en él participan.

Jodi es una mujer tranquila, con autodominio, “sin ningún problema”, como ella misma se define al momento de entrar a psicoterapia: una psicoterapeuta que va a terapia como primer paso en el camino de la praxis profesional de toda buena psicóloga. Jodi asume que ella debe de interiorizarse no en ella misma, sino en la manera en cómo su maestro, un experto terapeuta de edad avanzada, realiza el trabajo. En el transcurso de los episodios, Jodi va descubriendo verdades de su primera infancia, veladas por el silencio en el que estaba inconscientemente entrenada por sus padres, quienes no se dirigían la palabra durante años, a pesar de vivir bajo el mismo techo.

Por su parte, Todd, el marido de hecho, el compañero de siempre, con quien lleva una vida “apacible y agradable”, proviene de una familia conflictiva, con un padre alcohólico y una madre victimizada por el machismo y la descalificación, se ha convertido en un empresario dedicado, a la vez de un seductor que deambula entre la malicia y el morbo del deseo sexual reprimido ante cualquier atisbo de sensualidad en las mujeres que casualmente coinciden con él, sea en el trabajo o en el bar. Cuando no encuentra una aventura para desfogar sus deseos carnales, acude a “servicios profesionales” en casas de citas.

En ese panorama de pareja aparentemente estable durante 20 años, surge el triángulo amoroso como producto de una de las correrías de Todd. Jodi, una mujer fuerte, moderna, partidaria de la unión libre, descubre de pronto que su vida es una ilusión, que ha vivido envuelta en una nube de irrealidad y fingimiento. Aun así, se esfuerza por mantenerse firme, no se deja derrumbar a pesar de que por dentro se está desmoronando. Todd, por su lado, ante la idea de fundar una familia con una mujer más joven que le dará descendencia, decide emprender el viaje hacia un otro hogar, un viaje que le cuesta la vida.

La narración de La mujer de un solo hombre (única novela de la autora, fallecida en 2013) resulta cordial, la autora desencadena la historia como susurrándonos al oído, en intimidad, nos involucra, hace sentir que somos testigos presenciales de aquello que los personajes sienten y piensan. Nos incluye, “eres lo que fuiste en tu primera infancia”, nos psicoanaliza.

Con 316 páginas, el libro tiene más de un millón de ejemplares vendidos, y esa es la etiqueta de marketing con la que se comercializa, estrategia tan efectiva como la auténtica manera de decir las cosas de Harrison. Como sucedió con el autor mexicano Juan Rulfo y su única novela Pedro Páramo, otra vez queda comprobado que no siempre el que publica más libros es el que mejor llega al lector. Un adecuado manager de marketing y la forma de contarnos la historia hacen que tanto Juan Rulfo como la canadiense Susan Harrison lleguen a donde pocos, al parnaso de la literatura universal.

A. S. A. Harrison, un nombre para no olvidar.

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