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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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La influencia de España en la formación de un arte “nacional”

Historiadores del arte boliviano coinciden en señalar la década de 1950 como el inicio de un “arte nacional” identificado con la obra de los artistas sociales y abstractos de la llamada “Generación del 52”   
‘El triunfo de la naturaleza’ (1928), de Cecilio Guzmán de Rojas.        COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE ARTE
‘El triunfo de la naturaleza’ (1928), de Cecilio Guzmán de Rojas. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE ARTE
La influencia de España en la formación de un arte “nacional”

Historiadores del arte boliviano como Rigoberto Villarroel, José de Mesa, Teresa Gisbert y Pedro Querejazu coinciden en señalar la década de 1950 como el inicio de un “arte nacional” identificado con la obra de los artistas sociales y abstractos de la llamada “Generación del 52”.   Este es un arte en el que los lenguajes de las vanguardias surgidas en Europa a inicios del siglo XX se avocan al tratamiento de temas locales, ya sea en la representación de lo indígena en sus dimensiones culturales y sociales, o en su fijación en lo telúrico constante en la abstracción local. 

Diversos factores explican que la aparición de un arte propiamente boliviano se haya dado recién a mediados del siglo XX, tras más de un siglo del nacimiento de Bolivia. Entre los históricos pueden señalarse el apego de las élites republicanas al academicismo europeo durante el siglo XIX y comienzos del XX y el tardío surgimiento de escuelas locales de arte en territorio nacional (la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes –ENBA – se dio recién en 1926).  Otro de los factores fue la tardía asimilación de las vanguardias artísticas en comparación a países vecinos como Argentina y Brasil que, como señala la historiadora del arte Marta Traba, se debió al “carácter cerrado” del país, aislado geográficamente en su mediterraneidad y habitado con mayor población indígena.

En estas circunstancias, un elemento determinante para el surgimiento de un arte nacional fue, paradójicamente,  el contacto de los artistas bolivianos con el arte internacional de su tiempo a través de becas de estudio en prestigiosas academias y escuelas de arte o residencias más o menos prolongadas en el extranjero.  El caso paradigmático de estos contactos lo constituye, sin duda, el de los artistas bolivianos que tuvieron la oportunidad de formarse en España, pues fueron ellos quienes aplicarían ejemplarmente los lenguajes de las vanguardias artísticas a temáticas locales y quienes traerían al país conocimientos técnicos en pintura, grabado y cerámica que legarían directa o indirectamente a generaciones posteriores.

El precursor en este proceso fue Cecilio Guzmán de Rojas (1900-1950), máximo representante del Indigenismo boliviano antecesor por dos décadas del arte considerado por la historiografía como “nacional” y fundamento de él. (El Indigenismo no puede considerarse como un arte propiamente “nacional” al tratarse de un movimiento y una corriente estética internacionales con antecedentes claros en México, Perú y Argentina).  Aunque a temprana edad Guzmán de Rojas se había formado con artistas potosinos y cochabambinos inscritos en una corriente “ancestralista” dedicada a la exaltación de lo andino, el periodo clave de su evolución artística se dio entre 1919 y 1928 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, a la cual accedió mediante una beca. Será precisamente ahí, bajo el influjo del pintor costumbrista Romero de Torres, que iniciaría su obra más importante en la que confluyen el Art Nouveau, el Art Deco, el Simbolismo y el Indigenismo internacional. Al respecto cabe recordar que dos de sus obras más conocidas, emblemáticas del Indigenismo y del arte boliviano en su conjunto, “El triunfo de la naturaleza” y “El beso del ídolo”, se pintaron en Madrid. 

El segundo caso notable lo constituye el artista Genaro Ibañez (1903-1983), figura principal del grabado en Bolivia. Luego de recibir formación inicial en artes en Buenos Aires, Argentina, fue becado también a la Real Academia de San Fernando de Madrid y a la Escuela de Artes Gráficas de esa ciudad donde fue alumno del aguafuertista Manuel Castro Gil, permaneciendo un total de 11 años en el país europeo. Como Guzmán de Rojas, a su retorno al país para la década de 1930 se incorporó a la corriente indigenista y asumió la cátedra de Grabado en la ENBA, formando a varias generaciones de artistas (permanecería en el cargo hasta la década de 1970).  Se trata de una figura injustamente olvidada del arte nacional ante las dimensiones de su obra y los comentarios elogiosos que a ella dedican críticos como Gualberto Villarroel y Carlos Salazar, quienes destacan ante todo la perfección técnica de sus aguafuertes y sus xilografías, muy probablemente heredada de la tradición española.  

Otro ejemplo notable en la incidencia que tuvo España en la formación de un arte boliviano es el de la pintora María Luisa Pacheco (1919-1982), representante máxima de la abstracción boliviana. Proveniente de una familia acomodada e hija de un respetado arquitecto, desde temprana edad Pacheco recibió e impulso en su vocación artística y estudió en la ENBA, formación que se ve reflejada en los dibujos que publicó hacia 1946 y 1950 en el periódico paceño “La Razón”. El cambio determinante hacia la abstracción telurista con la que cobraría fama internacional se daría, no obstante, recién tras el tiempo de formación que pasaría entre 1951 y 1952 becada por el gobierno español en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid bajo la tutela del artista español neocubista Daniel Vázquez Díaz. De acuerdo a Mesa y Gisbert, en este tiempo la obra de Pacheco adquirirá “una técnica  en la que los planos se geometrizan y trituran toda la composición”, iniciando ya su etapa abstracta que le daría éxito nacional, y que, posteriormente, le permitiría ganar  becas Gumggenheim en los años  1958, 1959 y 1959 y establecer su residencia permanente en Nueva York, EEUU. Así, como en el caso de Guzmán de Rojas, es evidente que es en España donde  Pacheco descubrirá el rumbo de una práctica artística vinculada a sus raíces y a lo vernáculo. Sobre la importancia que tuvo su estadía en el reino ibérico, la artista manifestaría en un texto suyo publicado en el diario “El Debate” de Santiago de Chile en 1953: 

“Al salir de mi país para España pintaba como toda persona que siente inclinación por la pintura. Me limitaba a los moldes conocidos en los temas de desnudos, retratos y naturalezas muertas. Ya en la academia de San Fernando advertí la fuerza del medio en el que había nacido y del cual estaba ausente. En los cursos de composición, gracias al poder de la memoria, regresaba a ese país que era el de mi sentimiento. Llamaron fuertemente la atención mis composiciones con temas autóctonos. Estos rehuían en mi Bolivia por temor de caer en lo anecdótico. En España se puede decir que descubrí esta raíz de mi expresión…”.

Un tanto posterior es el caso de la ceramista y collagista Inés Córdova (1927-2010), quien tras formarse en la corriente indigenista en la ENBA de La Paz se especializaría en las técnicas de la cerámica primero en Uruguay, y luego, gracias a una beca de 5 años de duración, en la Escuela Massana de Barcelona bajo la tutela del destacado artista catalán Josep Llorens i Artigas, quien había trabajado con Joan Miró en importantes murales cerámicos. A su regreso al país, Córdova fundaría el taller de Cerámica de la ENBA, formando ahí a la siguiente generación de ceramistas bolivianos.  

Otros artistas bolivianos formados en España fueron los no menos destacables - aunque hoy menos conocidos - Arturo Reque Meruvia, José Ostria Garrón, Antonio Mariaca Arguedas y  Raúl Calderón Soria, entre otros.  A estos, habrá que añadir, a los que recibieron el influjo del arte español por otras vías, quizá en la incidencia que tuvo la pintura virreinal en el gusto local de mediados del siglo XX, o en la gravitante importancia que tuvo sobre la plástica mundial la efigie de Pablo Picasso. 

A los ejemplos mencionados en el campo de la influencia que España ejerció sobre el arte boliviano de mediados del siglo XX se podría añadir además el influjo que ejerció en la formación de la teoría del arte nacional a través de la obra de los historiadores del arte José de Mesa y Teresa Gisbert, especializados entre 1950 y 1953 en centros educativos de postgrado en España. A su regreso al país ambos fundarían los estudios académicos sobre la pintura y la arquitectura virreinales en el Alto Perú  difundiendo la teoría del “estilo mestizo” instaurada en las academias de Sevilla y Buenos Aires.

Quedan para el análisis las maneras en las que el arte español manifestó su influencia sobre el arte boliviano del siglo XX en el plano formal.  Podrían analizarse, por ejemplo, el influjo del costumbrismo y del paisajismo urbano español en el arte academicista local –por encima del Impresionismo o el Expresionismo más vinculados a las tradiciones de Francia y Alemania-, la muy marcada incidencia del cubismo en un primer momento de la abstracción boliviana y del Informalismo español en la abstracción de la segunda mitad del siglo XX.  

Artista e investigador en Artes