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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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‘Por el indio y su educación’: un ensayo con más preguntas que respuestas de Faustino Suárez

“A través de las interrogaciones que se hace el autor con relación a la educación para el indio, se puede deducir algunas respuestas aproximadas”.

La Escuela Ayllu de Warisata. LID
La Escuela Ayllu de Warisata. LID
‘Por el indio y su educación’: un ensayo con más preguntas que respuestas de Faustino Suárez

Faustino Suárez Arnez (1898-1962), educador e historiador cochabambino que se destacó por aportar al campo educativo con su libro “Historia de la educación boliviana”, siendo a la fecha una rareza bibliográfica. En 1953 publicó un ensayo intitulado “Por el indio y su educación” en la revista Karka (Órgano del Movimiento Pedagógico Indígena). Año II, Nº 2, febrero- marzo. El mencionado trabajo intelectual se puede encontrar en las páginas 46 a 50.

Suárez en el problema educativo del indio identifica dos tipos de soluciones: didáctico y lingüístico. Ambas no gozan de su complacencia. Más bien son rebatidas con una serie de preguntas antes que con respuestas. A través de las interrogaciones que se hace el autor con relación a la educación para el indio, se puede deducir algunas respuestas aproximadas. Por otra parte, las dos soluciones identificadas por el autor, antes de que sean sometidas a una serie de preguntas, cada una de ellas tiene su preámbulo.

La primera solución está vinculada a la didáctica. En el preámbulo no se alude a la misma. A nombre de ella se habla de otros aspectos, tal como se puede constatar en la siguiente cita: “Correlativamente surgió el problema de cómo educarlo y se buscaron soluciones didácticas, es decir, la omnisciencia del maestro y el milagro de los grandes edificios de barro, erigidos en medio de latifundios, con talleres varios y una tendencia exclusivamente alfabetizadora y artesanal. Warisata es el símbolo”. Las técnicas y los objetivos que son parte de la didáctica, no son referidos. La infraestructura y los talleres de Warisata concitan su interés; asimismo, el tipo de educación que se impartía en esa institución educativa que, según él, sólo sería artesanal y alfabetizadora muy distante de la “verdadera educación”.

Por otra parte, antes de las preguntas también hace referencia a la “Educación Fundamental” auspiciada y sostenida por el Programa Americano de Educación. En esta modalidad de educación, al indio se debería: “(…) educar en forma activa y funcional, en su propio medio, de manera que los conocimientos en vez de ser teóricos, sean en función de sus necesidades y del progreso individual y colectivo de las zonas de influencia”. La postura, con la que es condescendiente Suárez, es clara. Las enseñanzas para el indio no deberían ser teóricas sino prácticas, mejor si fuera de acuerdo a sus necesidades y no a lo que se estipulaba en un programa de estudios.

En lo que concierne a la didáctica al menos hay cuatro apartados con sus preguntas, según su relevancia sólo se considerará algunas interrogaciones. En tal sentido, una de ellas dice: “¿El fin es alfabetizarlo, convertirlo en artesano y crearle necesidades de una vida mejor en un ambiente feudalista absolutamente adverso a su desarrollo?”. Aproximándonos con una posible respuesta, se podría decir que la educación existente para el indio en el pasado, no dejó de ser una mera alfabetización, porque las pretensiones educativas para el sector indígena estuvieron entramadas en la enseñanza de la lectura, escritura y aritmética, asimismo en algunos oficios de índole artesanal como la agricultura, cerrajería y albañilería. Los citadinos por la discriminación que ejercían en contra de los indios, su continuidad formativa en instituciones educativas superiores era casi nula.

En otra de las preguntas alude, sin cautela, a la escuela indigenal de Warisata de la siguiente manera: “¿Cuál es la experiencia de Warisata a través de 16 años de farsa pedagógica? ¿Se ha mejorado en alguna forma las condiciones de vida, de trabajo y salud del indio?”. Tal vez no hubo una mejoría significativa en los que estipula el autor, pero lo que se hizo en beneficio del indio en Warisata fue relevante y muy progresista para una época en que los indígenas aún estaban condenados a la condición servil. 

Al final de las preguntas, Suárez da una respuesta general con el siguiente tenor: “Las respuestas si son sinceras, no son favorables, y es que la solución de este asunto no está en el alfabeto o la educación fundamental, sino en el cambio del régimen de la tierra, como condición indispensable”. La respuesta, como se puede advertir, no es nada expectable ni específica; más bien lo destacable es la sugerencia que hace con respecto al modo de producción feudal. El mismo, según el autor, tendría que ser cambiado para que las acciones educativas tengan mayor impacto. Educar al indio en un régimen que lo tenía casi en la condición de un esclavo, no era nada oportuno; además, sería una especie de atadura para que no pueda producir y consumir de manera independiente.

La segunda solución tiene que ver con la educación en su propio idioma del indio, es decir con la lingüística. La misma es encarada con once apartados; cada uno de ellos tiene sus preguntas. Según su importancia, como en la primera solución, se considerará algunos cuestionamientos, porque no todos son importantes. Las respuestas aproximadas que se darán, también se tratará de extraer de las mismas preguntas.

El primer apartado engloba varias preguntas como ser: “¿Qué queremos hacer del indio? ¿Mantenerlo como indio en los campos, con su idioma, sus costumbres y su tradición o, incorporarlo a nuestra civilización y a la vida nacional? ¿Deseamos sumarnos a ellos dividiéndolos en tres zonas de acuerdo a su lengua o quisiéramos elevarlos hacia nosotros valorizando sus virtualidades propias de raza y tradición para formar con ellos la unidad nacional?”. Se avizora al menos tres dilemas con relación al indio que serían: mantenerlo como indio, incorporarlo a la civilización o elevarlo a la par de los citadinos. Todo aquello vendría a ser un correlato de la educación implementada para el sector indígena. Algunos de estos cuestionamientos fueron desarrollados por algunos intelectuales que se dignaron a escribir sobre la educación del indio; en consecuencia, las preguntas han sido, de alguna manera, respondidas por otros.

Otra de las temáticas que no es ajeno a las preguntas del autor, es lo referente al idioma del indio, al respecto dice: “¿Al educarlo en su propia lengua queremos restablecer las culturas aimara-quechua-guaraní y colocar estos dialectos en el plano de las lenguas vivas como si estuvieran en desarrollo y avance?”. El uso del idioma nativo en la educación del indio, al parecer, no le concita ninguna aquiescencia, será porque no todos hablaban el aymara o el quechua; además, los indios si bien buscaban su derecho a la educación en el pasado, no era precisamente en su idioma sino en castellano. En tal sentido, enseñar en la modalidad bilingüe o sólo en el idioma de los indígenas no era factible.

Al margen de encontrar limitaciones en el desarrollo y en el avance del idioma nativo con relación al castellano, también hace hincapié en otra desventaja que está inmersa en la siguiente pregunta: “¿Para la enseñanza bilingüe hay relación gráfica y fonética entre aimara, el quechua, el guaraní y el castellano?”. Obvio que no existía una relación gráfica y fonética entre los idiomas aludidos. Al margen de aquella situación, el idioma del nativo no tenía su propia signografía y por ende su escritura. Siendo esta carencia un factor determinante para que no se pueda enseñar en el idioma del indio. En la actualidad, los idiomas nativos si bien tienen un cuadro fonético, el mismo es en base al idioma castellano y otros idiomas.

Al cuestionamiento en la anterior pregunta, añade lo que está vinculado con la producción de libros en el idioma nativo. Al respecto hace esta interpelación: “Entonces, ¿si el castellano es la lengua nacional y se lee como se escribe, por qué complicar la vida del indio? ¿Qué libros de valor universal y qué enseñanzas técnicas encontrará en aimara o quechua? ¿Qué empresas editoras y con qué esperanza se dedicarán a traducir el Quijote o a imprimir obras de ingeniería, derecho o medicina en quechua o aimara?”. La limitación que se avizora está relacionada con la carencia de libros traducidos en idiomas nativos, asimismo con el desinterés de imprimir libros en aymara, quechua y guaraní. Esta realidad innegable se debió a que el idioma del indio no era oficial, tampoco estaba a la par de los idiomas con mayor influencia.  

Enseñar al indio en su propio idioma fue, al parecer, parte de una postura ideológica, la siguiente pregunta da a entender aquello: “¿O se cree que hay un idioma de clase y que junto con la revolución económica antiimperialista debemos ir a reivindicar también los dialectos, suplantando al idioma nacional?”. En la posibilidad de una suposición, la reivindicación idiomática del indio fue parte de una consigna política de aquellos que profesaban la ideología marxista, tan recalcitrante con las pretensiones del capitalismo, pero en algunos aspectos demasiado apegados a lo nacional.

A manera de conclusión,  se podría decir que las preguntas con respecto a la educación del indio, giran en torno a dos soluciones: la primera está relacionada con la pedagogía; su aplicación no produciría ninguna mejoría en el indio, el modo de producción feudal sería un escollo coadyuvante para aquella situación; la segunda tiene que ver con la enseñanza en el idioma nativo, aquella modalidad  no tendría relevancia debido a la carencia de una signografía propia y por no existir libros escritos en aymara y quechua.