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Hanif Kureishi: “El Buda de los suburbios”

Hanif Kureishi: “El Buda de los suburbios”

A muchos narradores les acontece ser acusados de tergiversación, aprovechamiento vil, burla, difamación e incluso felonía, por causa de la práctica ineludible de recoger aspectos específicos de la realidad para construir personajes y sucesos. Los parientes suelen ser los más encarnizados, a menudo en forma directamente proporcional a su mediocridad. Cuando resulta que alguien siente que le han retratado de manera diferente a como se ve (o como cree que los demás le ven), explota en reclamos y epítetos; y, en el límite, las querellas van y vienen. Es justo lo que ocurrió al novelista británico Hanif Kureishi, nacido en 1954 en las cercanías de Londres, de padre paquistaní y madre inglesa, y por tanto miembro de esa enorme masa formada por los inmigrantes asiáticos que llegaron a las islas británicas tras la transformación del imperio colonial en imperio comercial y financiero. Imperio éste último necesitado de mano de obra barata para desarrollarse, por cierto.

El año 1990, ese curtido joven rebelde e inquieto, desgarrado entre dos culturas, testigo más bien irónico y alerta del racismo británico, ansioso por convertirse en escritor, que se había iniciado como autor de novelas pornográficas, que había intentado variados estudios hasta desembocar en la filosofía, que había probado con algún éxito el teatro y el guión cinematográfico, este talento indomable, digo, golpea fuerte con su primera novela “El Buda de los suburbios”. Novela ambientada en los años 70 que recrea un momento histórico, una cultura (el pop británico) y una sociedad que empiezan a parecerse cada vez menos a sus estereotipos; un reflejo de formas de ver el mundo que ya no responden a los viejos valores consagrados. El libro es premiado y alabado y, lo más importante, considerado entre lectores y críticos como una de las grandes novelas británicas de la segunda mitad del siglo XX. Sus pares, desde Angela Carter a Salman Rushdie, lo saludan como un maestro emergente destinado a grandes hazañas literarias.

La novela tiene mucho de autobiografía. ¡Afortunadamente! Porque Kureishi vivió penurias primero en los suburbios y luego en Londres mismo. Claro que en una época cuando se podía elegir entre ir a ver tocar a The Who o The Rolling Stones, cuando los escolares entonaban canciones de los Beatles a guisa de rebeldía, cuando el cine-arte era la moda intelectual, cuando el teatro de vanguardia imperaba, cuando David Bowie (su compañero de colegio) batallaba por hacer valer su talento y su modo de ser inaudito, incluso en aquella época de transformaciones. Época cuando muere la ideología hippie y nace el punk, analizado en la novela a través de un insondable personaje, el músico Charlie Hero, de quien se enamora el protagonista, Karim Amir. Época además de desenfrenos, de cerveza a destajo, de drogas y promiscuidad sexual, de violencia fascistoide y abortos; tal vez igual que ahora, pero entonces todo eso estaba en el aire, era lo que todos y todas querían hacer. Era también cuando los indios hacían de gurús y la intelectualidad los seguía.

El Buda de los suburbios es el padre de Karim, el personaje que narra. Un hombre bonachón el supuesto Buda, inteligente y fracasado, oportunista y dandy, que descubre que es posible lucrar con modestia gracias a su status de director espiritual de ingleses esnobs. Es un hombre honesto, según el narrador, amante de las ropas finas, los gestos amables y las frases profundas. Sin embargo, trabaja por un mal sueldo como empleado público de maletín y paraguas. Su hijo lo aprecia y admira, pero se siente irritado con él (sobre todo cuando abandona a la madre de Karim, una inglesa de clase baja, por una lady arribista e inteligente, la madre de Charlie). Como contraparte del Buda está su viejo amigo de infancia, Anwar, que ha instalado una tienda pringosa en el suburbio londinense donde vende productos alimenticios, que se mantiene fiel al Islam tradicional y clama por volver a su Bombay original. Junto a Karim circulan personajes que marcan líneas de la migración, como su prima Jamila, hija única de Anwar. Éste hace traer un marido desde la India y se lo impone, llamado Changez, gordo, medio tonto y deforme, con quien ella se niega a copular, pero que el protagonista aprecia y utiliza como personaje para su ingreso en el mercado teatral. La esposa india de Anwar es la princesa Jeeta, que sólo reina en la tenducha. Una pareja inglesa de tío y tía maternos, a quienes llama Gin & Tonic, relamidos, soñadores y borrachines, hacen apariciones siempre regocijantes. Se trata de una pléyade de caracteres que marcan el constante tono agridulce del extenso aunque nunca aburrido relato, que a ratos llama a la carcajada, aunque más a menudo a la compasión.

Kureishi tiene el mérito de presentarnos un narrador que no se burla, aunque la temática podría prestarse para ello. Siempre hay una mirada amistosa, perdonándole a cada cual (incluso a él mismo) las propias caídas cotidianas. Su vida erótica desordenada tampoco es materia de grandes dramas, sino más de bien de distanciadas bromas respecto a aquélla. Hay una impudicia que puede ser interpretada como una metáfora de la falta de identidad, y que hace al narrador extrañamente atractivo para el lector. Un personaje que está en constante lucha para defenderse del hándicap que significa su sangre mezclada, pero que en ningún caso se encierra a quejarse ni tampoco asume seriamente posturas políticas radicales. Sigue adelante, cambia de ruta, se divierte cuando puede, aprovecha sus oportunidades. Por ello los diálogos son excepcionales, no un surtido de genialidades sino una cosecha de trozos de humanidad aportada por los interlocutores. Un mérito que es puramente literario y que tal vez tiene que ver con su experiencia como guionista de cine, sobre todo de Stephen Frears. Este director británico utilizó textos suyos para filmes de prestigio y Kureishi mismo ha incursionado en la realización.

Si tuviera que elegir un personaje memorable de esta novela, no puedo sino preferir a Jamila, la prima de Karim, quien acepta a su modo un matrimonio arreglado (aún siendo feminista) por no matar de pena a su padre, experto en el chantaje emocional. Para Karim, ella es la confidente, amiga y a veces amante. Un personaje que sobrelleva su destino de mujer india en la Inglaterra blanca con pasión, rabia dosificada y energía. Es ella quien cuando adolescente le prepara kebab con chapatis para consolarlo de sus fracasos escolares y amorosos; a la vez lo trata con sana arrogancia y lo guía sin imponerle nada. Es quien con su potencia arisca muestra al errático protagonista una luz de dignidad entre las cargas de la sangre, la tradición, la hostil sociedad inglesa y la propia verdad corporal.

Con motivo de la publicación en 2008 de la esperada nueva novela Something to Tell You de Hanif Kureishi, su hermana Yasmin se le tiró de nuevo en picada acusándolo de degradar las figuras familiares. Fiel a su propensión al sarcasmo, el escritor advirtió a la prensa que su hermana ansiaba forjarse una carrera literaria, y que le recomendaba perseverar en el envío de cartas a los diarios, que allí tenía un espacio promisorio.

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