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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Enrique Vargas Sivila, el escritor olvidado que tempranamente estudió a Las Claudinas (I)

Primera parte de las indagaciones del autor tupiceño en el inexplorado campo de la sociología literaria.
Algunas de las obras que el escritor Enrique Vargas Sivila estudió. CORTESÍA AUTOR
Algunas de las obras que el escritor Enrique Vargas Sivila estudió. CORTESÍA AUTOR
Enrique Vargas Sivila, el escritor olvidado que tempranamente estudió a Las Claudinas (I)

Al sociólogo Salvador Romero Pittari (1938-2012) se le conoce, sobre todo, por sus escritos señeros sobre Las Claudinas. Libros y sensibilidades a principios de siglo en Bolivia, texto publicado en 1998, por la Editorial Neftalí E. Caraspas de la ciudad de La Paz. La investigación se preocupa en estudiar las novelas de Jaime Mendoza, Alcides Arguedas, Armando Chirveches, Demetrio Canelas, Enrique Finot, Adolfo Costa du Rels y Carlos Medinaceli. El autor subraya que detrás de estas novelas hay un trasfondo sociocultural de la sociedad boliviana de principios del siglo XX. Pues, esta narrativa exterioriza sensibilidades, desclasamiento, ascenso, descenso social, “encholamiento” y pasiones varias: todo esto fue pintado por diferentes autores, en donde la principal protagonista es la llamada Claudina. 

Posterior a la investigación de Salvador Romero, se publicaron otros estudios con diferentes matices y contrastes en torno al mestizaje, el cholaje, la colonialidad y el racismo en la sociedad boliviana de siglo XIX y XX. En cierta medida, estas investigaciones tomaron como referencia las pesquisas propuestas por el sociólogo Romero. Por ello, es que no hubo ningún cuestionamiento sobre la originalidad del estudio referido a Las Claudinas. Todo hacía pensar que Romero era un precursor en este inexplorado campo de la sociología literaria. Pero, al rastrear la historia de las ideas literarias de mediados del siglo XX, encontramos al escritor Enrique Vargas Sivila, quien se preocupó temprana en indagar las novelas referidas a las Claudinas. 

Enrique Vargas Sivila  

Los datos biográficos que se tiene de Enrique Vargas Sivila indican que nació en Tupiza en 1904 y falleció en Córdoba (Argentina) el año 1991. Realizó sus estudios secundarios en La Paz; posteriormente se trasladó a la ciudad de Sucre para estudiar Medicina en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca; entre 1928 y 1933 ocupó el cargo de Secretario de Relaciones de la Federación Universitaria Boliviana; se graduó en 1939 como Doctor en Medicina y Cirugía de la Facultad de Ciencias Médicas en Sucre; luego se especializó en Tisiología en la Universidad Nacional de Córdoba. A la postre, asumió la cátedra de Tisiología en la Universidad de Chuquisaca; también fue designado Jefe de la sección de Sociología Sanitaria del Instituto de Sociología Boliviana en 1941. Fue elegido Rector de la Universidad San Francisco Xavier para el periodo 1953 a 1956, pero la intervención del gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en 1955 bajo proyecto de “Revolución universitaria” le impidió concluir su período rectoral, obligándolo a salir del país, exiliándose en Córdoba, en donde se desempeñó como catedrático en Sanidad pública y Director de la lucha antituberculosa de Córdoba. A pesar de su exilio y su definitiva permanencia en el país vecino, no dejó de preocuparse por temas referidos a la literatura boliviana hasta el fin de sus días.           

Las Claudinas de Enrique Vargas Sivila  

A partir de los años treinta, Enrique Vargas fue incursionando en el estudio de la literatura boliviana. Se tiene el dato que uno de sus primeros artículos fue: “Al servicio de la nacionalidad. La tesis andinista de Jaime Mendoza”, que apareció en el matutino “El País” de Sucre, el año de 1933; a la postre, la pluma de Vargas fue acogida en la revista “Universidad de San Francisco Xavier”. Es así, que el año 1951 Vargas Sivila publicó el ensayo La tradición del inconsciente. Las tres Claudinas y una cuarta, en la literatura boliviana (revista “Universidad de San Francisco Xavier”, tomo XVI, Números 37-38, enero-julio 1951, Sucre). Al iniciar su estudio, Vargas afirma que “hasta 1947, la literatura boliviana contaba con tres obras en las cuales la protagonista, una chola, lleva por nombre Claudina. A fines de 1949, se da, asimismo, por cuarta vez, a una mujer de pueblo y no de campo, idéntica designación. Y como creemos que ésta y otras coincidencias no han debido de ocurrir por la simple casualidad”. Siguiendo esa inquietud, Vargas rastreó cronológicamente a cada una de las Claudinas.        

En las tierras de Potosí

La novela En las tierras de Potosí (1911) de Jaime Mendoza, relata la vida del joven chuquisaqueño Martín Martínez, “quien le gusta vivir holgadamente”, estudiante de Derecho, que queriendo hacerse rico como uno de sus amigos, decide dejar de momento sus estudios universitarios e ir a trabajar a Llallagua, “para volver de allí con los bolsillos llenos”. Al empezar su faena en un ingenio de Cancarañi, “tropiezan sus ojos, en la cancha, con una lavadora, ocupada en el laboreo del mineral, de la que –a pesar que las cholas le causan repugnancia– se enamora, sin poder remediarlo”; siente inquietud por ella, se embriaga, pero no va más allá de abrazos y halagos inusitados en una noche de Carnaval. “Pero en esos mismos días Claudina es seducida por un antiguo pretendiente, un mocito y es llevada a Uncía”. De esta manera Martín se libra… Sin embargo, “sentía que la amaba”. Después de su episodio amoroso, Martínez regresa a Sucre “pasando el charcal” sin ensuciarse.                

La Misqui-Simi      

En la segunda década del siglo XX, Adolfo Costa du Rels dio a conocer el cuento La Misqui-Simi (parte del libro El traje de Arlequín, 1921), que se desarrolla en el centro minero de Pulacayo, “la protagonista Claudina procede de un pueblo de reciente fundación y monótona existencia, Uyuni”. El protagonista es Joaquín Ávila, joven de “aire distinguido”, recién llegado de Cochabamba, que salió a buscar trabajo con el fin de ganar dinero para poder regresar a su tierra y casarse, “pues tenía una novia a la que amaba, y ella le prometió esperar”. Se hizo de a poco famoso en Uyuni, tocaba guitarra, cantaba y bailaba con picardía y propiedad. “Y en una  noche de tuna en casa de Claudina, la Misqui-Simi, Joaco, que así le llamaban ya sus amigos, se enamoró locamente de ella. Ya no habló de Cochabamba ni de su novia. En los labios de la Misqui-Simi había bebido el olvido. Se entrega a ella con toda su debilidad de carácter, hasta acabar en una piltrafa humana. Reemplaza la corbata por una pequeña bufanda de vicuña y al cabo de quince años completamente rendido ante la Claudina y el vicio del alcohol: uno de sus amigos lo encuentra en miserable existencia, de comisario de policía, ganando apenas para comer, colaborado por Claudina que vende chicha y con la pesada carga de cinco hijos.