Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Enjambre de Libros o la renovación editorial nacional en manos de mujeres

Liliana Colanzi, Ross Amils y Paola Bacherer, tres de las organizadoras del encuentro que arranca este miércoles 10 y se extenderá hasta el domingo 14 en Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, aportan ideas, contexto y antecedentes para entender la explosión de la literatura boliviana que tiene rostro esencialmente femenino en sus diferentes eslabones: escritura, edición y gestión. 
Enjambre de Libros o la renovación editorial nacional en manos de mujeres

La Feria Enjambre de Libros arranca este miércoles 10 de noviembre y se desarrollará durante cinco días, hasta el domingo 14, teniendo como sede en Cochabamba al Centro Departamental de Culturas (edificio de la exgobernación en la Plaza Principal). Un pionero evento que llama la atención desde su autodenominación, “feria de la edición e impresión independiente”, hasta su modalidad de celebración simultánea en las tres ciudades del eje troncal del país. Son elementos que alertan a seguir y mirar este primer encuentro —del que esperamos sea una histórica versión inaugural de una larga serie de ediciones— como una consecuencia de una renovación editorial en Bolivia que se viene dando en los últimos 10 años, con su particular funcionamiento alternativo. 

Los protagonistas de esta transformación son editores que pueden fungir de distribuidores, libreros, autores y, en el caso de las cartoneras, de manufactureros. Apuestan por tejer redes y alianzas, aplicando, en muchos casos, las economías colaborativas. Más allá de la consolidación ya lograda por sellos como El Cuervo, Dum Dum o La Libre, en Bolivia se está presenciado una insólita ebullición editorial que ignora con gran energía cualquier dificultad, como la adversa situación pandémica o la falta de apoyo estatal, para responder a la necesidad de realizar, recopilar y/o recuperar obras especializadas. A saber:  Mantis, que publica a narradoras bolivianas y latinoamericanas; El Caníbal Inconsecuente, una editorial de archivo que recupera textos del siglo XIX; Medio Limón, un sello dedicado a la fotografía; A ediciones, dedicado al arte contemporáneo; Loko el Gato, que publica poesía, ciencia y cómics; Lengua de urucú, enfocada en la poesía escrita por mujeres; Mujeres Creando, editorial dedicada al ensayo feminista; Mama Huaco, editorial especializada en antropología y literatura; o las cartoneras como Electrodependiente, Yerba Mala Cartonera o la recién rebautizada Educación en Resistencia. Muchos de ellos serán expositores en Enjambre. 

Además de esta primera perspectiva, una segunda y complementaria mirada a esta primera feria “independiente”  es la numerosa cantidad de actividades (talleres, presentaciones de libro, encuentros) relacionadas al feminismo y la literatura femenina, como los talleres de “Desobediencia financiera desde el feminismo”, que dictará la argentina Verónica Gago; el de “Literatura y feminismo”, de la española ganadora del premio Heralde 2019, Cristina Morales; la lectura de mujeres poetas o el curso de ilustración feminista, “Tinta como a(r)ma”, con la artista plástica Merlina Anunnaki, solo por mencionar algunos. Es un hecho que adquiere sentido si se toma en cuenta que gran parte de los organizadores son mujeres y refuerza el argumento de que esta renovación editorial boliviana viene mayormente firmada por manos mujeres. 

A la proliferación de escritoras-editoras, que son ejemplificadas en Liliana Colanzi con Dum Dum (quien fue la que brindó la extensa lista de editoriales de las líneas anteriores) y en Giovanna Rivero y Magela Baudoin con Mantis—representantes también, las tres, de nuestra mejor literatura contemporánea y de mayor alcance internacional—, se le debe añadir importantes nombres que esta incidiendo en las letras bolivianas como Claudia Peña, Patricia Requiz, Fabiola Morales, Paola Senseve, Natalia Chávez, Valeria Canelas y un largo etcétera.

Tres de las organizadoras de Enjambre de Libros y en parte responsables de este relevo editorial conversaron con la Ramona para tratar de comprender 

LA EDICIÓN LITERARIA EN LA LATENCIA FEMINISTA El feminismo no solo ha incomodado las consciencias de las clases más conservadoras y tradicionales de las sociedades del mundo para reclamar un mayor protagonismo de las mujeres en las esferas políticas, sociales y culturales, sino que ha obligado a diferentes sistemas a revisar sus funcionamientos. Para la directora de La Libre, Ross Amils, es el “movimiento actual más grande a nivel internacional”, la “reivindicación que se ha posicionado con mayor urgencia y claridad, impregnándolo todo, ya sea actividades culturales, como educativas o políticas, porque el feminismo cuestiona todos los espacios de la sociedad”.

Si bien la lucha de mujeres contra su relegación al anonimato y a la oposición colectiva de que ocupen ciertos cargos tiene al menos unos siglos de antigüedad; sí es nueva la masiva respuesta de seguidoras a nivel mundial, articulándose entre sí, proponiendo lugares de discusión e incentivado estudios. Según Colanzi, esto responde a un “deseo de las mujeres de entender los mecanismos como opera el sistema patriarcal en el que vivimos y de buscar espacios de reflexión, cuestionamiento, rebelión y encuentro”.

¿Qué tiene que ver entonces la edición literaria con esta efervescencia social? Paola Bacherer, de El Cuervo, responde explicando que el movimiento avanza y se fortalece con cada encuentro, debate o abordaje que recibe. Entonces, las editoriales no solo intervienen aportando con actividades relacionadas a estas exigencias, sino recuperando y registrando las voces femeninas, “desde la crítica colectiva a la represión, violación, feminicidios, ecocidios que han sido silenciados, olvidados”.

Entre el 2019 y el 2020, estas tres editoriales han publicado libros que avivan y tensionan el discurso feminista en el país: “Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad”, de la española Esther Vivas, editado por El Cuervo; una edición nacional a cargo de La Libre de “Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria”, de Silvia Federici y el libro de ensayos de Dum Dum “La desobediencia: Antología de ensayo feminista”, en el que participaron 11 autoras. 

Igual de importantes que las publicaciones fueron las acciones complementarias. “Mamá desobediente” fue una de las lecturas del club de lectores de El Cuervo, Parva Lectora, guiada por la facilitadora de círculo de mujeres para el empoderamiento femenino, Paola Balderrama, y que concluyó con un encuentro virtual con la escritora Rivas. En el caso de “Calibán y la bruja” se hizo una ch’alla pública en la que participaron dos referentes fundamentales de la letras del país, Vicky Ayllón y Silva Rivera Cusicanqui, quienes escribieron dos textos para la edición boliviana del libro. 

Son propuestas que (re)piensan el feminismo, crean una consciencia de su existencia, lo identifican y se lo apropian en un contexto nacional. 

ANTECEDENTES A RAUDALES Colanzi, Bacherer y Amils piden que no se confunda la visibilización que se está logrando actualmente con escritoras mujeres con una falsa ausencia anterior de aparición de literatas que coincidieron en un mismo tiempo. Durante la primera mitad del siglo XX, recuerda Colanzi, aparecieron autoras de altísimo nivel como Hilda Mundy (1912-1982) —fundadora del semanario Dum Dum que causó mucho revuelo en su época, al punto de ser censurado —, María Virginia Estenssoro (1902-1970) o Yolanda Bedregal (1913-1999). En cuanto a antecedentes femeninos en el rubro de la edición Amils destaca el trabajo de Blanca Wiethüchter como directora de los sellos El hombrecito sentado y La mujercita sentada, que publicaron aproximadamente entre 1989 y principios de los 2000. 

Fueron también fértiles los grupos y publicaciones culturales integrados por mujeres: Ateneo Femenino (fundado en La Paz en 1923) o la revista Feminiflor, cuyo primer número salió a las calles en 1921. La diferencia no está entonces en una falta de producción femenina anterior, sino en la invisibilización que sufrieron por mucho tiempo en la historia de la literatura, de manera que “incluso a nosotras, las escritoras de este tiempo”, acusa Colanzi, “no nos ha sido sido fácil descubrir a las que estaban antes, y por eso es que la presencia de las mujeres en la literatura parece una novedad, cuando no es así”. 

Complementa Amils: “Creo que todas las épocas son ricas en escritoras, otra cosa es que se les haya dado relevancia. Producción hubo, pero probablemente no con el relieve que están teniendo en este momento. Con la situación actual, lo que podemos prever es que produzcamos más. Eso hay que incentivar, no quedarnos anclada en este momento histórico sino verlo como un impulso, porque las mujeres siempre produjeron literatura, nuestro trabajo es darles relevancia y hacerles llegar al público lector”. 

PAPEL DE LAS EDITORAS El trabajo de las editoras (y de la edición, en general, en Bolivia) solo puede entenderse desde una vocación resiliente frente a una serie de desafíos y retos. El más marcado, como identifica Bacherer, es la falta de apoyo estatal y la precariedad de la infraestructura cultural. Colanzi lamenta también la ausencia de políticas públicas y pone como ejemplos las normativas de otros Estados vecinos que fomentan el beneficio mutuo entre lectores y editoriales, comprando libros de sellos nacionales para fortalecer las bibliotecas públicas. 

Amils detecta, por su parte, la distribución como una falencia y que justamente Enjambre busca ser una respuesta a esa carencia.

Tal vez, la creatividad, calidad y los modos que se han dado las diferentes editoriales para seguir adelante tiene que ver con los frutos que han visto nacer de sus esfuerzos. “Las mujeres editoras son fundamentales, por un lado, para retroalimentar ese ecosistema de producción cultural hecho por mujeres a nivel nacional y por otro traer producción de otros contextos y otras latitudes”, recalca Amils. Es evidente que las editoras están jugando un rol primordial en la renovación literaria del país y que sus trabajos de recuperación demuestran que el rol de las mujeres en la historia ha sido borrado, pero afortunadamente la memoria es maleabale. 

“Pienso que todas partimos de la consigna de leernos, pensarnos, como mujeres de estos tiempos”, concluye Bacherer.