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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Elementos para una historia ambiental del río Rocha, un enfoque crítico y bioregional

Se presenta libro sobre el Río Rocha analizado desde una mirada ecológica, bioregional, pero también desde la literatura. El evento se realizará el jueves 17 de diciembre, a las 10:30 horas, a través de la fanpage de Facebook del Centro Simón I. Patiño de Cochabamba. 
Elementos para una historia ambiental del río Rocha, un enfoque crítico y bioregional

Prólogo

La historia de río Rocha, se podría decir, que se sintetiza en un drama que relata el devenir de un gran amor y de un gran divorcio que transcurren en un trasfondo de añoranzas románticas y pragmatismos perversos.

Cuando la prensa se acuerda del río Rocha, en general, solo lo hace para trasmitir noticias negativas de alarmantes cuadros de contaminación, de fehacientes demostraciones de la ignorancia ambiental de quienes (individuos y colectividades) agreden este patrimonio viviente de la ciudad o para describir con tonos sensacionalistas de crónica roja, las miserias humanas que trascurren en su seno y en su entorno. La literatura académica mayoritariamente se ocupa de describir con complejas terminologías provenientes de la química y la bioquímica, la gravedad de la contaminación del “río que se muere” si no se hace algo urgente, pero nunca se hace nada.

Los autores del presente ensayo: “Elementos para una historia ambiental del río Rocha, un enfoque crítico y bioregional”, Carlos Osvaldo Crespo Flores y Laura Irma Crespo Peñaranda, incursionan en un llamado a la conciencia ciudadana para salvar el río Rocha, desde un ángulo totalmente diferente y original. Para ello se arropan con un armazón teórico y conceptual novedoso, pues no transitan el lugar común de las letanías y lamentos sobre la situación del curso de agua, sino que apelan a dos herramientas metodológicas valiosas: por una parte, la ecocrítica entendida como la interacción entre el objeto ambiental y el sujeto que desde la literatura, pero también desde diferentes imaginarios culturales entabla el dialogo e interactúa con los valores que nos ofrece nuestro medido natural para elevarlos a la categoría de elementos identitarios del espíritu de una comunidad. Por otra, el concepto de bioregión que permite considerar que dentro de un determinado territorio donde, superando las fronteras políticas o administrativas, deben armonizar las estructuras económicas y sociales, los aparatos estatales y el medio ambiente configurando una sola unidad, generando así planes de desarrollo dirigidos a preservar la calidad del medioambiente como una condición fundamental para mejorar sustancialmente la calidad de vida de las comunidades locales. Dicho de otra manera: desarrollo destruyendo la naturaleza simplemente no es desarrollo.

La obra se estructura en tres capítulos: el primero con el marco teórico antes sinterizado y los dos siguientes que realizan una evaluación casi cronológica de la difícil relación de amor y odio entre el río y sus actores. Los autores establecen un diálogo con el Rocha que se convierte en un río de las memorias, un devenir cambiante de armonías y desarmonías, que sin embargo no evaden las rigurosidades de una realidad que se construye con sucesivos momentos que se convierten en la historia del propio río y de las relaciones que formación social cochabambina tiene con este patrimonio natural. No es posible situar estas relaciones en un idílico y abstracto sitial, sobre ella gravitan las duras condiciones de una sociedad que a tropezones construye un modelo de orden económico y social que más de un autor caracterizaría como capitalismo subdesarrollado.

El antiguo río Condorillo o Kunturillo asediado por manglares y lagunas (khochas) que definieron una planicie de excepcional fertilidad que cobró una fama que se extendió hasta lejanas latitudes, a tal punto que el Imperio Incaico fijó su atención en este remoto valle y lo convirtió en el “granero del Inca”. Los españoles resolvieron el abastecimiento del emporio minero potosino, convirtiéndolo en el “granero del Alto Perú”. Finalmente, los patricios vallunos se sintieron orgullosos de poseer “el granero de la República”. Desde los remotos tiempos incaicos, pasando por la colonia y la primera centuria republicana, el río presto servicios, se convirtió en un valor de uso, creó mucha más riqueza en contraste con los ocasionales destrozos que ocasionaron sus potentes riadas.

En cierta forma el río toleró la desecación de la pradera que lo cobijaba para llenar de granos de oro las kollcas del Inca, incluso soporto que se lo desviara de su curso natural para maximizar el rendimiento de las encomiendas hispanas que habían convertido las exportaciones de maíz y trigo con destino a Potosí en un suculento negocio. Comenzó a perder algo de su paciencia cuando los huertistas y hacendados de sus orillas, en tiempos republicanos, destruyeron la cubierta vegetal de su cuenca y convirtieron los riachuelos pacíficos que le servían de afluentes naturales, en acequias y temibles torrenteras. El río trató de retornar a su cauce natural e hizo vivir a la ciudad en continuas zozobras durante los veranos lluviosos, al punto que se tuvo que implantar una suerte de servicio civil obligatorio para tratar de contener las furias del río con defensivos siempre sobrepasados por los turbiones.

Sin embargo, la mayor amenaza al venerable río Rocha, sobrevino bajo el impulso de la modernidad capitalista que materializó dos contradicciones que le causaron daño mortal: la contradicción capital-trabajo combinada con la contradicción capital-naturaleza. Ambas convirtieron al río en un contenedor de valores de uso y valores de cambio. A lo largo del siglo XX, el río dejo de ser un lugar con valor turístico, un sitio de recreación, un lugar amable y acogedor, un sitio que despertaba a las musas de la poesía y estimulaba el alarde lírico de literatos y prohombres que evocaba memorias, añoranzas, imaginarios colmados de amor al terruño. Dejo de ser el río de las memorias, de las correrías infantiles, de los kuqueos y de los romances y se convirtió en un artefacto utilitario generador de lucro y prestador de servicios que el río no merecía.

La modernidad introdujo un incipiente desarrollo industrial que encontró en las proximidades del río un emplazamiento apropiado, en tanto las riberas del río y zonas aledañas se convirtieron el zonas residenciales y barrios populares. Diversas industrias con primitivos recursos tecnológicos, solo podían sobrevivir abaratando al máximo sus costos de producción. Para ello el recurso expeditivo era la explotación de sus obreros y la conversión del río en un canal de desechos industriales para evitarse los pesados costos del tratamiento de sus aguas cargadas de químicos contaminantes.

Para empeorar este cuadro, las tierras aledañas al río se valorizaron, en muchos casos apelando al imaginario de la vecindad gratificante del río. Los promotores de los loteos y fraccionamientos, en su búsqueda de máximas utilidades, vieron en la vecindad del río la oportunidad de evitar, una vez más, los costosos sistemas de tratamiento de las aguas servidas residenciales y convirtieron, a su vez, el río en una cloaca, en una nueva “serpiente negra”, en un refugio de los condenados de la tierra como diría Frantz Fanon.

Los autores, acumulando testimonios, recuerdos, añoranzas, valoraciones, en fin, primero descubriendo el pasado glorioso del Rocha representativo de la infancia y la adolescencia feliz de muchas generaciones de vallunos, y luego, remarcando el implacable calendario de los desastres, -las iras del río ante las agresiones sufridas-, el pragmático remedio de amurallarlo destruyendo su valor de paisaje urbano y convertirlo en un gran canal de aguas servidas, trazan una radiografía exacta de la tragedia de un patrimonio natural sacrificado a los intereses de una sociedad mercantil.

Sin embargo, el mensaje que nos deja este ensayo, es que el río Rocha no está vencido y que la conciencia sobre los valores que propone la ecocrítica son uno de los caminos para recuperar los antiguos valores perdidos del mítico Condorillo, un verdadero desafío para los cochabambinos que se niegan admitir que su llajtha ya no goza de las bondades de su clima, de su verdor, de su río, de sus campiñas y que está amenazada, sin exageración, por las plagas bíblicas. Nuestro optimismo reposa en la capacidad de la naturaleza para restañar sus heridas y, sobre todo, en la voluntad de los vallunos para recuperar la calidad de sucursal del paraíso que ostentó el valle de Cochabamba.

Cochabamba 2020, año de la pandemia para recordarnos que con la naturaleza no se juega.