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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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El agua es un lugar

Chubascos aislados, de Claudia Michel, es la nueva apuesta de Editorial Mantis por la literatura de escritoras. El libro de cuentos acaba de ser presentado en Cochabamba y en la Feria del Libro de Santa Cruz. 
El agua es un lugar

Son diecinueve cuentos cortos que salen y entran del agua. Relatos como la brazada de un nadador que impone el ritmo de su respiración, el poder de su concentración, la fuerza de su corazón. La escritura de estos cuentos en Chubascos aislados (2022), de la escritora Claudia Michel (Potosí, 1980), responde a ese ritmo que impone el agua en el nado: la frase corta, la mirada puesta en un solo punto, recoger el aire de los tiempos y, por encima de todo, sobrevivir.

Tiene un sorprendente ritmo, gracias a las frases cortas que, como pequeños insectos palo, se posan una tras otra en una rama donde no se distingue el paisaje, la naturaleza, las hojas, las frutas y las flores de los dramas, de las muertes, de los extremos y tensiones en que sus personajes se encuentran sin quererlo o habiéndolo querido mucho, en exceso, incluso. En el cuento “Invisible”, el tiempo condensado en un momento definitivo y para siempre largo se relata así, en tres líneas: “Todo estaba perdido. Un segundo fue suficiente para sentir el ardor en sus mejillas, ver los ojos de los otros recorrer el tronco del árbol y encontrarla allí, trepada, al borde del abismo, incapaz de hacerse invisible”. 

El ritmo de la escritura de Michel es parco, despojado. Entramos en sus relatos sin saber, nunca, lo que esperar de ellos. Puede ser una tranquila excursión a la montaña que en una noche de lluvia revela el golpe feminicida o la nieve blanca y muda en Canadá que vuelve loco a un hombre hasta hacerlo aullar como los perros o la enfermedad de un padre con cáncer o un embarazo confuso que empieza con la ilusión de vivir juntos en un departamento o la hermosa tranquilidad y despreocupación de la juventud que termina con una convulsión al borde de la piscina en “Cloro”: “Carola le sujetaba la cabeza con las manos, sentía la sacudida en sus palmas como si sostuviera un pez bello y tembloroso, un ser acuático, incapaz de estar fuera del agua”. Es eso, pero también más. 

El agua está presente en todos sus cuentos de manera implícita o sugerida. Está ahí inundándolo todo, en todos sus estados: líquido, gaseoso, sólido, húmedo, tormentoso, esponjoso, aluvioso. El agua se cuela en la escritura, riega y propicia el compost, una nueva materia fértil, de la que brota otro gran personaje: la naturaleza, el mundo vegetal y animal. Esta materia aparece en el cuento “El Jardín”: “Las botas de agua metidas hasta el tobillo en la podredumbre. Había que extender esa masa húmeda, revolverla. Hundir la pala, oxigenar la basura, ayudarla a volverse tierra. Colgaban las lombrices, el olor ácido envenenaba”. 

La naturaleza, los árboles, los frutos, las hojas prefiguran un mundo abierto, un mundo que se abre hacia afuera, pero también al cambio. La naturaleza en este libro se opone al mundo doméstico, al que está dentro de las casas. En la naturaleza la repetición de la vida diaria está borrada, liberada, instaura un nuevo discurso. En ella se abre la posibilidad a una forma de entender la vida. Salir de la casa, de lo seguro y lo conocido, es salir a lo “posible”, a la tierra salvaje, a sus leyes y sus límites difusos. En el cuento “Invisible”, una joven, que no tiene con quién bailar en una fiesta, que está incómoda en su vestido, en su cuerpo, en su vida, busca el abrazo de un árbol en el jardín, fuera de la fiesta. O en “Río negro”, una chica, luego de su divorcio, sale de viaje con sus amigos en busca de una cascada en los Yungas. Es un viaje, un ritual para marcar el principio de algo nuevo y olvidar. Un ritual que solo puede suceder en la naturaleza: “Conforme nos acercábamos, el sonido se hacia más fuerte. El agua había transformado las rocas. Las paredes de la peña eran curvas suaves, moldeadas por el paso del tiempo y la voluntad del agua. En unos pocos metros el agua del río entibiada por el sol se combinaba con la oscuridad de la peña y la fuerza de la cascada, que reventaba en una caída violenta. No se detenía”. 

Si la naturaleza aparece como el lugar donde reside el mundo posible, revolucionado, fértil y de creación; la figura de la casa aparece como otro gran personaje en Chubascos aislados. Las casas de este libro están inundadas, comidas por la humedad, abandonadas, en alquiler, en anticrético, habitadas, deshabitadas. Hay otras que se han construido a lo largo de los años, con las manos, los ahorros de una vida y poco a poco. Departamentos como testigos mudos del paso del drama de las vidas de sus inquilinos. La figura de la casa habla de una dificultad social más grande, permite señalar el problema de la vivienda en una ciudad como Cochabamba, el problema de la tierra y su apropiación. De casas que nunca tienen dueños o los tienen, pero hay dudas legales, morales, de que realmente les pertenezcan. Cochabamba siempre en pie de guerra. La casa es un lugar en litigio, el lugar del conflicto, de las peleas, de los desencuentros familiares. El lugar de la enfermedad. Quizá acaso un reflejo de estos años pandémicos que, como el agua, han trepado por las paredes de todas las casas, silenciosa y amenazantemente. 

El agua en Chubascos aislados no es el cuarto elemento. El agua es un lugar en la tierra. En Cochabamba siempre fue un tema sensible. En esta tierra hubo una guerra del agua, si llueve mucho se inundan zonas de la ciudad, los ríos llegan con furia, con piedra y con barro. El agua es también ese lugar que riega los sembradíos, que hace florecer vegetales en la acera, que reverdece las montañas, que llora con los sauces llorones. 

Las editoras Mantis —Giovanna Rivero, Magela Baudoin y Mariana Ríos— , las responsables de la edición de estos cuentos, con su instinto femenino, con esa biología y sabiduría “otra” de los insectos, con su oído en el corazón, han escuchado los sonidos de la naturaleza, el rumor del agua saliendo de los párrafos de la escritura de Michel y los han envuelto en una gran gota capaz de saciar la sed de aquellos que buscan una literatura transformadora y vigorosa.