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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Educar al indio de acuerdo a su vocación y capacidad: una propuesta con criterios selectivos de Gustavo Adolfo Otero

Sobre ‘Una política educacional’ que fue publicado en 1941 por la editorial del Estado. En el mencionado libro hay un capítulo referido a la educación del indio. El tema educativo con respecto al indígena es abordado con ribetes ideológicos y con criterios selectivos
Gustavo Adolfo Otero (1896-1958). WIKIWAND
Gustavo Adolfo Otero (1896-1958). WIKIWAND
Educar al indio de acuerdo a su vocación y capacidad: una propuesta con criterios selectivos de Gustavo Adolfo Otero

Gustavo Adolfo Otero Vértiz, intelectual paceño que es conocido a nivel nacional por dos libros esenciales: “Figura y carácter del indio” (1940) y “La vida social en el coloniaje” (1942). Al margen de estos dos y otros libros, hay uno que es una rareza bibliográfica intitulada “Una política educacional” que fue publicado en 1941 por la editorial del Estado. En el mencionado libro hay un capítulo referido a la educación del indio que está en las páginas 12 a 38. El tema educativo con respecto al indígena es abordado con ribetes ideológicos y con criterios selectivos, que serán analizados en el presente ensayo. 

Según Otero, la condición servil del indio no seria un problema político partidario y por ende su solución debería ser apolítico, tal como dice: “Por esto creemos que el problema indígena no está afectado por ninguna orientación política hemipléjica, es decir, que no es un problema de derecha ni de izquierdas, sino simplemente un problema boliviano que requiere soluciones bolivianas”.  Esta afirmación carece de objetividad, porque la situación del indio no era un problema doméstico sino nacional, que requería una solución a partir de una ley o de un decreto; los mismos, quiérase o no, son elaborados por los políticos con diferentes tendencias ideológicas; por consiguiente, la condición del indio no podría haber estado al margen de la política.    

Por otra parte, también remarca que una preferencia hacia una ideología, no tendría que ser inducido desde del Estado, porque según él: “El estado boliviano tiene deberes culturales, pero, no tiene deberes políticos. El estado, así como no es dueño del alma del indígena, tampoco es dueño de orientar sus aspiraciones políticas”. En los hechos, el Estado a partir de sus “deberes culturales” como la educación, impone de una manera sutil una ideología de acuerdo a los intereses de la clase social que detenta el poder. En el campo político no todo se hace abiertamente, sino también de manera solapada.  

Otra aseveración con respecto a la política es lo concerniente al indio analfabeto que no tendría ninguna opción a adscribirse a una ideología, al respecto afirma: “El indio no puede ser conservador, ni liberal, ni fascista, ni socialista, ni comunista, porque se le obligue a serlo a través de una pedagogía dirigida a este fin. El Estado debe colocar al indio en capacidad de determinarse por su propia voluntad hacia la doctrina religiosa o el credo político que le dicte su conciencia. Para llegar a este ideal, habrá de libertar al indio por medio de la pedagogía, de la cultura y de toda clase de fuerzas inductoras, desarrollando su personalidad”. El hecho de que desde el Estado se coadyuve para que el indio sea capaz de decidir por su cuenta su adscripción partidaria, no deja de ser un buen propósito; porque en la cotidianidad de entonces, la educación del indio no era una prioridad insoslayable para el Estado, así como a nivel discursivo de algunos intelectuales de principios y mediados del siglo XX. 

Toda la preocupación centrada en la problemática social del indio sería, como dice el autor, con un “profundo sentido nacionalista”, a partir de aquello señala: “La existencia de nuestras masas indígenas, unida a la ciudadanía boliviana toda, es la voz viva de la historia que nos envía un mensaje de afirmación nacionalista. Nuestros indígenas sufrieron una servidumbre en la colonia, buena o mala no discutamos, es pues, necesario que el proceso de liberación iniciado prosiga hasta crear un futuro glorioso, frente a todo imperialismo. El indio es nuestro clavo ardiendo, del que debemos agarrarnos, como a una salvación de autodonia [SIC] y libertad espiritual”. En estos postulados al menos hay tres términos como ser: masas, nacionalista e imperialismo, que nos permite deducir que la línea ideológica del autor fue nutrida con el marxismo; además cuando menciona: “Consideramos que hay que hacer del indio un hombre útil, productor y consumidor”. Se anticipa a uno de los objetivos del Movimiento Nacionalista Revolucionario, que tenía con respecto a los campesinos después hacer la revolución en 1952.     

Al margen de cuestiones ideológicas, también alude a la personalidad del indio con estos términos: “Al indio antes que agricultor, que operario, hay que hacerlo hombre, es decir, intensificar la formación de su personalidad como individuo de carácter enérgico, decidido y dueño de su control. La base de la pedagogía boliviana en todo el conjunto de su actuación debe ser formar el carácter del boliviano, y siendo en el indio donde este problema adquiere máxima gravedad, es en este elemento humano donde precisa desembocar toda política pedagógica”. Otero, sin duda, se asemeja mucho a Franz Tamayo al decir que se debe formar el carácter o la personalidad, en este caso del indio; sin embargo, aquella afirmación no deja de ser subjetiva, porque los indios, en aquellos tiempos por su condición servil, no podían ser dueños de sí mismos, menos tener un carácter enérgico; la sumisión a la clase dominante era algo inobjetable para ellos. 

En el ámbito educativo es partidario por una educación diferenciada de acuerdo a la vocación y a la capacidad mental, tal como expresa: “Si nuestros indígenas no son iguales en mentalidad ni en carácter, no es posible aplicar un solo sistema pedagógico para todos, sino someterlos a un trato desigual, según su capacidad, su aptitud y su espíritu vocacional. Es decir, que en el indio hay una minoría de hombres élite, como hay estratos de mediocridad, de inferioridad y de subinferioridad”.  La clasificación que realiza está en los marcos del darwinismo social, pero aplicado en los indios. La mencionada teoría en la sociedad boliviana fue utilizada para justificar la aparente superioridad de los citadinos conformados por españoles, criollos y por alguno que otro mestizo; en cambio, el indio fue degradado a lo más ínfimo de los humanos, aunque que el autor aduzca que hay indios de élite. El hecho de que uno sea el más aventajado o inferior, no es una exclusividad de una determinada clase social; en todos los estamentos de la sociedad hay una variedad nada uniforme de personas. Por otra parte, una educación con ese tipo de criterios demandaría mayor presupuesto. Cada uno, según su vocación y capacidad, tendría que tener un docente exclusivo. La educación ya no sería colectiva sino individualizada. 

Otero discrepa, siendo reiterativo, con una educación única o uniforme para los indígenas, porque iría en contra de las distintas vocaciones y capacidades intelectuales del indio. Una educación acorde a cada sujeto indigenal seria la más apropiada y permitiría descubrir capacidades distintas para seleccionar o identificar a los más aptos, con la finalidad “de no relegar al indio únicamente a las funciones del campo, a los trabajos manuales y a la vida agraria”. 

El proceso selectivo, a partir de la capacidad de cada individuo, fue alegado de la siguiente manera: “No es, pues, lógico ni humano el sumergir en la masa multitudinaria a los individuos supervalorados y a los valorados. De aquí viene, precisamente la necesidad de crear escuelas a la medida de la capacidad indígena, inspirados en un criterio de aprovechamiento total del capital humano”. Los aludidos por él, no deberían estar desapercibidos ni formar parte entre los escolares comunes; para ellos tendría que crearse escuelas a su nivel para que, posteriormente, opten por estudiar, al igual que los hijos de los criollos o de algunos mestizos, carreras o profesiones exclusivas de los citadinos.  

 Los niños menos dotados no tendrían las mismas oportunidades que los anteriores; después de los seis años de estudio, ellos estarían capacitados para la producción agrícola, al respecto dice: “después de los seis primeros años de estudio y conocimiento de sus alumnos se reservaría para la educación agrícola el porcentaje de niños correspondientes al tipo inferior”. En cambio, los niños de capacidad intermedia estarían reservados para cuestiones manuales, técnicas e industrias, tal como asevera: “El porcentaje de niños relativo al de inteligencia y capacidad media, pasaría a otros núcleos más reducidos, que se establecerían en las capitales de provincia. En estas escuelas rurales se daría una educación técnico-industrial, según las características de la región”. Y finalmente, los más dotados tendrían la opción de continuar su formación en las ciudades, además de ese grupo selecto y privilegiado “saldrían los futuros políticos, profesionales, eclesiásticos, y, en suma, los futuros modeladores del carácter nacional”. El autor con esta aseveración rompe la postura conservadora de algunos intelectuales que sólo proponían educar al indio para que sea un buen agricultor o para que tenga algún oficio de bagatela. 

En conclusión, Otero plantea que la solución a la condición servil del indio debe estar al margen de las ideologías políticas, porque los indios no serían un problema político sino nacional. En cuestión de la educación para el indio, propone que debe ser acorde a la vocación y a la capacidad intelectual porque, como en todos los segmentos de la sociedad, en los indígenas también habría con capacidades inferiores, medias y superiores.