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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Cuando Elton John se hizo presidente de un club de fútbol olvidado y lo devolvió a lo más alto

El artista consiguió, en tiempo récord, que el modesto Watford ascendiera a la Premier League
Elton John, entonces presidente del Watford FC, durante la final de la FA Cup ante 100.000 aficionados en el estadio de Wembley.    FOX PHOTOS - GETTY IMAGES
Elton John, entonces presidente del Watford FC, durante la final de la FA Cup ante 100.000 aficionados en el estadio de Wembley. FOX PHOTOS - GETTY IMAGES
Cuando Elton John se hizo presidente de un club de fútbol olvidado y lo devolvió a lo más alto

Cuando en 1974 le ofrecieron a Elton John (Middlesex, 1947) adquirir una participación y convertirse en el vicepresidente del Watford Football Club, un equipo de fútbol sin remedio siempre hundido en el último puesto de la clasificación de su Liga, muchos consideraron que el cantante definitivamente había perdido la cordura. Aunque lo cierto es que su idilio con aquel club poco glamuroso e impresionante venía ya de lejos. Todo empezó en 1953 cuando su padre, un miembro de la Real Fuerza Aérea británica llamado Stanley Dwight, le llevó a ver un partido en el estadio de Vicarage Road. Por entonces, con apenas seis años, el autor de Rocket Man aún no había sentido la llamada del rock & roll. No obstante, como él mismo desveló en Yo, sus memorias editadas en español por editadas por Reservoir Books en 2019, contemplar a esos jugadores en acción fue “como tomar una droga a la que al instante te volvías adicto”.

“El estadio parecía decir a las claras todo lo que se necesitaba saber sobre ellos. Solo había dos tribunas cubiertas muy pequeñas, viejas e inestables. Y también se utilizaba como canódromo. Si yo hubiera tenido algún criterio, le habría echado un vistazo antes y, tras considerar el estado en que se encontraba, habría optado por defender a un equipo que jugara de verdad al fútbol. Podría haberme ahorrado 20 años de casi completa desdicha. Pero el fútbol no funciona así. O, al menos, no debería. Lo llevas en la sangre; el Watford era el equipo de mi padre y, por tanto, el mío”, escribió en aquel momento.

En realidad, aquello era lo único que el artista y su férreo progenitor tenían en común. Su relación fue perennemente tensa, ya que Stanley era el típico hombre de los cincuenta que veía en cualquier manifestación de emoción, aparte de la ira, una prueba fatal de debilidad de carácter. Por ejemplo, jamás apoyó que siendo adolescente Elton abandonase sus estudios para dedicarse en cuerpo y alma a la música. Ni siquiera tras alcanzar el estatus de estrella internacional osó verle en vivo en uno de sus multitudinarios conciertos. La situación, como era previsible, no mejoró cuando a principios de los sesenta se divorció de su madre y rehizo su vida. Tal como su hijo confesó en el libro: “Nunca cambió de parecer con respecto a mi carrera. Nunca me felicitó. Sin embargo, el hecho de que nunca lo hiciera me infundió el deseo de demostrarle que había tomado la decisión correcta. Me motivó. Pensaba que cuanto más éxito alcanzara, más evidente sería que mi padre se había equivocado, lo admitiera él o no. A veces, incluso hoy en día, me parece que intento demostrarle a mi padre de qué pasta estoy hecho, aunque lleva muerto desde 1991”.

Volviendo a 1974: aquel fue un año que marcó un antes y un después en Elton. Durante la grabación en Estados Unidos de su álbum Caribou se enganchó a la cocaína (no sería hasta 1990, cuando ingresó en un centro de desintoxicación de Chicago, que aprovecharía para limpiarse también de su adicción al alcohol y la comida). Y, asimismo, cuando un periodista seguidor del Watford le comentó durante una entrevista que, más allá de en el terreno de juego, el club también sufría graves problemas financieros, el músico no dudó en organizar junto a su amigo Rod Stewart un concierto benéfico en el campo para recaudar fondos. Para la ocasión se vistió con un disfraz de abeja. De esta manera fue como, a cambio, le ofrecieron el puesto de vicepresidente. Pese a la negativa inicial de su entonces mánager, John Reid, el resto de la directiva le dio la mejor bienvenida. “Si les molestaba que fuera el único vicepresidente de la Liga de fútbol que se presentaba en las reuniones con el pelo teñido de verde y naranja, por encima de todos gracias a mis plataformas, nunca llegaron a decírmelo. Pero mi presencia tampoco es que significara nada especial en el Watford en sí: el equipo seguía sin tener solución, y el club estaba arruinado”.

De todos modos, no sería hasta la primavera de 1976, meses antes de que declarara su bisexualidad en la revista Rolling Stone, que el presidente, un empresario local llamado Jim Bonser, se ofreció a venderle directamente el Watford. “Un consejo que le daría a cualquiera que esté planeando salir del armario sería este: que intente asegurarse de que no lo hace justo después de que lo nombren presidente de un club de fútbol británico, a menos que quiera pasar las tardes de sábado escuchando a miles de aficionados del equipo contrario cantando, con la melodía de My Old Man Said Follow the Van, la frase: ‘No te sientes cuando Elton esté cerca, o te meterá la polla por el culo’. Supongo que aquí debería incluir un sermoneo deplorando la homofobia de los fans del fútbol a mediados de los setenta, pero tengo que ser honesto, a mí me hacía gracia. Era mortificante, pero divertido. No me sentí ni amenazado ni asustado por ello; sin duda lo hacían con intención jocosa, hay que saber encajar los golpes. Ellos cantaban, y yo simplemente sonreía y les saludaba con la mano”, contó con sorna en sus memorias.

A pesar de su tumultuosa vida personal y su otrora colección de adicciones, para Elton esta aventura fue una cura de humildad. “Allí no había falsedad. Cuando alcanzabas cierto nivel de éxito en el negocio de la música, te dabas cuenta de que mucha gente a tu alrededor empezaba a decirte lo que creía que querías escuchar, más que lo que realmente pensaban. Nadie quería molestarte, nadie quería que se hundiera el barco. Pero en el Watford la cosa no era así. El personal y los jugadores eran amables y respetuosos, pero no tenían ningún interés en masajearme el ego. Me decían sin problemas si mi último disco les había dado igual o si les parecía que mi abrigo era ridículo”, escribió.

También en esas páginas señaló que una de las mejores decisiones que tomó en sus primeros días como presidente fue contratar al entrenador Graham Taylor en abril de 1977. El técnico no solamente convirtió a juveniles como Luther Blissett y Nigel Callaghan en estrellas, o fichó por una cifra irrisoria a John Barnes con 16 años, sino que sorpresivamente llevó al equipo a lo más alto en tiempo récord. Los datos hablan: una temporada después de su llegada ya estaban en tercera división; dos más tarde, en segunda; en 1981 ascendieron y, al año siguiente, fueron subcampeones de la Premier League, lo cual los llevó a participar en la Copa de la UEFA.

En 1984, el año en el que jugaron la final de la FA Cup (como la Copa del Rey pero en versión británica) ante 100.000 aficionados en el estadio de Wembley. Así lo recordó él: “Estaba acostumbrado a que al Watford le fueran bien las cosas, pero antes del inicio del partido vi con claridad lo lejos que habíamos llegado, pasando de ser un pequeño club sin remedio al que nadie iba a ver jugar, y del que se reían, a terminar siendo lo que éramos. La banda de música se arrancó con Abide With Me, el himno tradicional de la FA Cup, y ahí sucedió: me puse a llorar ante las cámaras de la BBC. Al final, aquella fue la cumbre del día. El Everton nos ganó 2 a 0. Tendría que haber sido un resultado más ajustado, deberían haberles anulado un gol, pero es cierto que jugaron mejor. Estaba cabreado, pero aun así dimos una fiesta para el equipo”.

Dos años después de aquella gesta, Graham se fue para convertirse en entrenador del Aston Villa. Elton fichó a Dave Bassett para sustituirlo, aunque ya nada fue lo mismo. En 1987, dadas sus obligaciones musicales, vendió el Watford a Jack Petchey, un multimillonario que había hecho su fortuna con los coches. Pero una década después volvió a recuperar un montón de acciones y se erigió en presidente de nuevo porque no pudo soportar que en manos de Petchey bajase a Segunda División. Sí, el cantante contó otra vez con Graham Taylor en el banquillo. Sin embargo, el autor de Candle in the Wind dimitió como presidente para siempre en 2002.

Desde entonces ejerce de presidente honorífico. “Le debo al Watford mucho más de lo que el equipo me debe a mí. Fui presidente durante el peor período de mi vida. Cuando sentía que no había amor en mi vida, sabía que tendría el amor del club y de los aficionados. Me dio algo más en lo que concentrarme, una pasión que podía apartar mi atención de todo lo que iba mal. Por razones obvias, hay momentos de los ochenta de los que no guardo ningún recuerdo, pero todos los partidos del Watford que vi están fijados en mi memoria. Si no hubiera tenido el club de fútbol, Dios sabe qué hubiera sido de mí. No exagero cuando digo que estoy convencido de que el Watford me salvó la vida”, expresó en sus memorias.

A todo esto, ¿qué hay de su padre? Pese a no apoyar su carrera musical, ¿cómo vivió que su hijo fuese nada más y nada menos que el presidente de su equipo? Tras décadas sin saber nada el uno del otro, en 1983 quedaron en Liverpool coincidiendo con un partido. Él ya estaba gravemente enfermo.

“El fútbol era lo único que teníamos en común”, escribió el cantante. “Lo llevé a comer al hotel Adelphi. Estuvo bien. Nos limitamos a hablar cordialmente de cosas sin importancia. De vez en cuando se nos acababa la conversación y se hacía un silencio incómodo, lo que ponía de relieve que no nos conocíamos muy bien. Yo seguía enfadado con él por cómo me había tratado, pero no lo saqué a relucir. Vimos el partido desde el palco de honor. El Watford perdió por 3 a 1, pero sigo pensando que lo pasó bien, aunque con él nunca se sabía. Supongo que, en el fondo, esperaba que le impresionase el hecho de que yo fuera el presidente del club al que él me había llevado de niño, y que los seguidores del Watford cantaran ‘Viva el ejército Taylor de Elton John’ cuando metíamos un gol o avanzábamos por el campo. Si con mi música nunca me había caído un: ‘enhorabuena, hijo, me siento orgulloso de ti’, tal vez lo consiguiera con mis logros con el Watford. Pero nunca llegó”, rememoró en un capítulo del libro. Desde ese día nunca más volvieron a verse. Cuando Stanley falleció el 12 de diciembre de 1991, Elton no acudió a su funeral.