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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Crónicas marcianas

Sobre el inicio de la carrera de novelista del escritor estadounidense Ray Bradbury (1920-2012).
Crónicas marcianas

La esposa de Ray Bradbury hizo un voto de pobreza antes de casarse con él. Durante años vivieron con lo justo, pero felices. Él escribiendo, ella asistiéndole. Ray escribía un cuento semanal. Pero el género del siglo XX era la novela (uno de los más importantes). En un viaje que le costó un mes de pasar hambre, Ray visitó a un agente de Nueva York.
El agente le dijo que sus cuentos estaban bien escritos. Que eran excelentes. Que tenía madera de escritor. Que ahora era necesaria una novela. Y que no publicaría otro libro de cuentos porque se vendían menos que las novelas. E invitó a Bradbury a una cena con otro editor para no haber ido en vano a Nueva York.
Ray accedió. Sabía que no podía regresar a su casa con las manos vacías. En la cena le habló al otro editor de los cuentos que escribía. Le mostró unos manuscritos. El otro editor leyó una primera frase de cada uno de los cuentos. Luego le dijo: Si tienes una novela para el lunes, te la publico. Acá hay un hilo conductor. Acá hay un tema en común.
Ray Bradbury se encerró lo que quedaba el fin de semana en un hotel que apenas podía pagar. Pensó en Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson. Anderson había escrito una novela de pequeñas historias que se tenían por común una ciudad.
Ray tenía un montón de historias sobre la vida en otros planetas, no en la Tierra. Tenía un montón de cuentos de terror barrocos, al estilo de Lovecraft y Poe. Tenía un montón de cuentos sobre viajes al futuro y al pasado y de los problemas que llevaría si se cambiaba algo en el tiempo, tal vez algo diminuto como matar a una mariposa.
Lo que Ray quería transmitir era la misma sensación que se lograba al leer a Anderson.
Entonces halló el hilo conductor y, luego de dos noches sin dormir a plan de café, terminó la novela (que es una unión de cuentos): Crónicas marcianas.
Entregó el manuscrito al segundo agente y en menos de una semana tenía un cheque con la cantidad de 1.500 dólares y una publicación de 1.000 ejemplares. Regresó a casa con su esposa, no pasarían hambre ese mes. Y luego de una semana empezó a pagar la primera letra de una casa que comprarían a 25 años plazo.
La novela se publicó y empezaron a llegar cartas a Ray de artistas y directores importantes de Estados Unidos. Él no se lo podía creer. Le decían que cuando leyeron Crónicas marcianas sintieron una nostalgia por la Tierra y la gente y sus corazones eran apretados por unos dedos largos de una mano fina.
Lo llamó el director Jhon Huston. Le dijo: Te habla Jhon Huston. Ray creyó que era una broma y colgó el teléfono. Jhon volvió a llamar. Le dijo: Te habla Jhon Huston, pero esta vez no me cuelgues. Le dijo que lo quería contratar para que sea guionista de una película que quería filmar. Le dijo: Leí Crónicas marcianas y sé que tienes el alma de lo que estoy buscando.
Ray aceptó. Jhon Huston le dijo que la única condición era que tenía que irse a vivir a Escocia durante una temporada para estar a al lado de él y ver que el trabajo esté saliendo bien. Ray jamás había salido del barrio en que vivía por más de tres días (los tres días que se fue a Nueva York). Habló con su esposa. Ella le dijo que lo que estaba haciendo era importante. Y accedió irse a vivir con él a Escocia. Le dijo: Sólo si es temporada de arenques.
En 1956 se estrenó Moby Dick. Ray era un escritor famoso y estaba escribiendo una novela sobre unos bomberos que queman libros, que se llamaría Fahrenheit 451.
Crónicas marcianas fue el inicio y es una novela íntima, de desesperación (como debería ser una buena novela), y es el corazón de todo lo que sería Bradbury en el futuro (alguien había dejado volar a la mariposa)

Periodista y escritor - [email protected]