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Como una fuga boliviana que gira sobre sí misma (segunda parte)

Impresiones sobre las ‘Fugas bolivianas. Nueve fugas para piano sobre melodías populares’, de Daniel Álvarez Veizaga
Como una fuga boliviana que gira sobre sí misma (segunda parte)

Fuga Potosina (Köln, 13/09/2021)

Para la ejecución de esta fuga la pianista Grace Rodríguez lleva colocado un guante negro. Es necesario, pues lo requieren los glissandi de palma completa que indica la partitura, sobre todo por la parte final. La ritualidad de la maestra me hace sentir que la obra empieza ya con la colocación del guante. Es desde ese momento que el misterio domina el espacio del teatro. ¿Qué habita dentro del orgulloso cerro? ¿Qué es volver a salir, ver nuevamente la luz, el frio día?

Desde un lugar profundo, bien adentro: empieza a sonar la melodía de Potosino Soy, fox-trot incaico de Humberto Iporre Salinas. Es la voz de alguien a quien le cuesta respirar. Alguien que tiene los pulmones llenos de polvo y azufre. La Música ha minado bastante; está cansada. El bajo suelo es un lugar enredado y laberíntico que tiene su propio espíritu. La locura acecha todo el tiempo; con ella no solo poder perderse, sino la perdición. Dios no llega a la mina; no está ahí. Uno entonces se encomienda al diablo, al Tío. La primera parte de la fuga es la caminata de un minero perdido, hinchado de miedo. Hay lugares pesados dentro del cerro. Pienso en el cuento El Descreído de René Poppe: en ese “… Tío inmenso, grande, del tamaño de una persona, sentado, hecho de barro…”. Pero las voces también me dicen con esperanza que la luz ya está cerca. Poco después la veo.

Salgo de la mina y no solo ha cambiado mi medio; he cambiado yo mismo. Otro tema aparece en la fuga una vez que estoy afuera: un tinku, tema original de Álvarez. El temor y la esperanza del socavón se transforman fuera del cerro; se hace fuego adentro de uno. Primero es la alegría de enfriarse otra vez. Luego se quiere descansar, pero el fuego arde aun cuando se está soñando. Despertar, festejar, bailar, tomar hasta las patas. Quema el interior, todavía más. Interior hombre: interior mina. El calor llega hasta los nudillos y los pies. El conflicto se hace necesidad. Una pelea en una de las chicherías que están bajando del Cerro Rico a la ciudad. Finalmente, cuando uno ya se ha lastimado lo suficiente, llega la paz, y se regresa a la casa, vuelve a dormirse. Mañana: a trabajar. Así todos los días de todos los años por varias décadas de cinco siglos. Todavía queda en el aire la envidia de los reyes.

La Fuga Potosina es, a mi gusto, la mejor de las nueve.

Fuga Cruceña (Köln, 21/02/2021)

Alguien sufre. Es de noche. Medio echado a las orillas del Piraí. Pasa un curucusi por mis pies descalzos. Cómo duerme el guajojó… inmutable, ronca silencio. El río está tranquilo, también durmiendo. La lunita camba ilumina azul que sabe doler: amar, olvidar. Las demás estrellas todavía están aprendiendo. Me antojo fruta recién sacada del árbol. Alguien en algún otro lugar de la orilla está sufriendo, está cantando, y escucho su canción desde aquí.

Es el carretero. Un ser amable y hospitalario. Necesita descansar de su labor: recoger y llevar; cargar y descargar. Es inquieto, volátil, como un ave más. Un pájaro de transporte. Lo mismo que en la tierra, desde el cielo se anhela, se desea y se ama. Las aves aman los árboles y suelen quedarse en ellos su buen tiempo. Pero un guapomó no se mueve. El motacú es símbolo de permanencia. El carretero tiene un querer: su árbol. Vuelve a él, se queda. Luego debe volar otra vez; es la esencia de él, es lo que hace. Cómo no quisiera estar siempre con su querencia… Por eso sufre, por eso canta. Hace música a su padecer.

La Fuga Cruceña desarrolla muy bien ese tema: la nostalgia por lo permanente. A uno le pone triste, meditativo, con ganas de indagar. La melancolía tiene su espectro asociado a lo largo de la obra. A ratos la tristeza es más triste. Hay un sector de la obra que pienso pueden significar lágrimas. Y la fuga se extiende después de su final, porque la música no te dice que ha terminado el llanto. Ahora al oyente le toca sufrir por el padecer del carretero y de la obra.

Fuga Beniana (Köln, 24/10/2021)

Comienza la fiesta. Las voces de la fuga se agarran de las manos para bailar la chovena. La humedad emana alegría. Y el calor inspira soltura al movimiento. La Fuga Beniana es ágil, requiere la misma versatilidad que la danza necesita con los pies. La sonoridad debe imitar una flauta. Rodríguez hace bailar sus dedos sobre el piano que también sienten y se alegran. Las cuerdas vibran, pero también exhalan. Por el calor del oriente quizá. Las voces bailan tranquilas en la playa desierta; del río les mira el temible caimán, finge estar dormido. Se acerca, los bajos anuncian sus pasos. No lo pueden escuchar; las cachuelas espumosas suenan más fuerte. Siento un incierto suspenso. No camina el caimán: marcha a lo Talacocha. Un silencio antes de la mordida. Las voces se alertan y logran escapar; no corriendo, mismamente bailando, hasta estar a salvo sobre la tierra caliente.

Esta fuga está dedicada a Miriam Raquel Maldonado Villafuerte y al Ensamble Moxos cuya labor para nuestra música y cultura nacional es sumamente loable.

Fuga Chuquisaqueña (Köln, 15/11/2021)

Escuchar esta obra me recordó algo que leí cuando investigaba en el ABNB. En el año 1982, el Prof. Juan Manuel Thórrez Rojas, en relación a la cueca y a la influencia musical del compositor chuquisaqueño Simeón Roncal, pronuncia estas palabras como parte de su discurso: “… una nube de pañuelos blancos se sostenía en el aire con el milagro del ritmo”.

La Fuga Chuquisaqueña es una fuga cuecada. Se desarrolla, principalmente, sobre la cueca Flor de Chuquisaca de Gilberto Rojas, aunque introduce referencias también a otros temas como la primera y sexta cueca de Roncal: La Ausencia y Rosa, correspondientemente. Esta es, sin duda, una de las fugas más difíciles de la colección.  Y al contrario de lo que uno podría imaginarse no toda la fuga está en ritmo de 6/8, ingresan además otros como: 13/8, 8/8 y 9/8. El intérprete debe saber manejar sutilmente estos cambios rítmicos sin perder el dominio de la técnica restante y la sensibilidad necesaria. La maestra Grace ha manejado esta sutileza con total control y maestría.

Aunque la fuga no incita al baile tradicional; invita a la memoria y al imaginario recordar y recrear esas imágenes típicas de parejas bailando en salones lujosos con espejos enormes de marcos barrocos y dorados. La música trae de vuelta a la Sucre más señorial. Las casas blancas y las fiestas en casas particulares de destacadas personalidades. El sueño por distinguirse, pero también la rebeldía de una dama por soltar las ataduras de las costumbres clasistas de la época. Percibo a la fuga femenina. Una feminidad rebelde y revolucionaria. Sin dejar de ser sensible ni tampoco desafiante. Así como se detiene a contemplar las rosas y violetas que se explayan en el primer patio de esa bella casa solariega, puede rechazar sin piedad las flores que le regaló aquel tosco hombre que conoció esa noche en el baile al día siguiente. Esta mujer baila cueca no como las demás de su tiempo, baila contemporánea. Es ella, una pretenciosa, la que quiere conquistar y enamorar. No a quien tiene delante solamente, sino a todos los demás presentes en el salón, y al mundo completo. Conquistar el mundo, desde Sucre y con un pañuelo de arma: desde la danza rebelde, sensual.

El final de la fuga no podía ser más acertado, pues es semejante al de la cueca tradicional: dominante, tónica y en secco. Repetida varias veces, como si varios fueran los bailes que terminan; o como si fuera el mismo baile que se termina a sí mismo, una y otra vuelta más: la primera y su segundita.

Fuga Pandina (Köln, 13/11/2021)

De las tres fugas orientales, la pandina es la que más me hace sentir esa alegría y ligereza típica de la gente oriental. El ritmo de taquirari es pedido a solicitud de la partitura misma. La fuga nos devuelve el tema Pandinita de José Torrico varias veces en distintas tonalidades. Cada una, sin dejar de transmitir alegría, lo hace de distintos tipos: enérgica, impulsiva. Y las creativas modulaciones resultan exquisitas en cada caso.

Encuentro a esta fuga como la más picaresca. Imagino la admiración carnal de un hombre, el deseo frenético y sexual por una hermosa pandina que está bañándose oculta en algún lugar de la selva. Es la mujer de su alma oriental. La laguna es cristalina y su vertiente silenciosa. Es un espacio acogedor, onírico, dentro de un territorio peligroso. Los animales también la miran. El hombre se acerca. Ella ya lo conoce. Ha visto como la espía, como la mira y lo que se oculta tímidamente. Ha soñado incluso como la sueña. Ella desea al igual que él. Puede ser la juventud causa de ese frenetismo y entusiasmo incontrolable. Le hace señas con la mano: lo está llamando. Se acerca tímidamente. Ella está desnuda. Él se desviste por orden suya. Hacen el amor, pasional, salvaje como el paisaje que los abraza con bello color. El sol mismo se mueve para husmear y ver algo entre los espacios libres que dejan las ramas de los altos árboles al cielo. La humedad aumenta. El acto acaba y para cuando el celoso jaguar estaba llegando, ambos desaparecen, nadie se ha dado cuenta. El deseo es imperceptible en su fugacidad. “Viva Pando, mi amor”.  

Fuga Tarijeña (La Paz, 19/11/2021)

La Fuga Tarijeña, junto con la beniana, son las únicas que tienen dedicatoria. Ésta está dedicada, con admiración, al destacado musicólogo, guitarrista, arreglista y compositor tarijeño Fernando Arduz Ruiz, quien falleció a finales del año pasado 2021.

Sin su copla no puede existir la tonada. Sin su tonada no encuentra sentido la copla. La causa de una es la de la otra, y de la otra la suya; así: la canción gira sobre sí misma, cual remolino que ronda, como un trompo, dice Alfaro. ¿Así es nuestra música? Para significar repetición, el boliviano usa mucho la frase: “otra vuelta” ¿Así es la fuga con sus voces que se abraza? Girar será su excelente movimiento oracular… ¿Así somos nosotros? La cueca, la fuga; diosas soberanas y directoras del cuerpo. ¿Cuál es la frase más boliviana? En 1962 Alfaro se responde y así parece respondernos a nosotros también: “Es una cosa notoria,/vaya usted donde vaya/ nuestra gente lo atormenta/ con un <<vuélvase mañana>>”. Volver, recordar, regresar, renacer. Una vez; dos, tres veces; y ene veces.

La fuga se desarrolla principalmente sobre la tonada tradicional La vidita’i San Lorenzo. Y de manera magistral, ingresa fugazmente dos más: Tonada de San Roque y Tonada de Carnaval. La primera casi imperceptible y la segunda gritando para morir la obra. Además, dos canciones: El Chapaco Alza’o de Farfán y El Trompo de Nilo Soruco. Éste último está presente largamente desde su aparición en la partitura, y es el eje sobre el que también gira la fuga. El trompo es la fuga y viceversa.

Al escuchar esta obra me imagino a varios chapacos de poncho verde haciendo un círculo inmenso, la rueda mayor, y que están girándola alegres a ritmo de tonada. Alrededor están los frutales. Sobre la tierra sus frutos, a la espera de que alguien los levante. Más allá la represa de vino con sus peces uva. Saltan, brincan; saltan tanto que, en su coincidencia, a momentos, parecen flotar. Es una tierra sin patrones de la que “naides” los aparta. La rueda es el mundo, los chapacos: árboles. El mundo gira sobre sí mismo, como la tonada que cantan y las letras de la copla que se enredan entre sí y se hacen poesía. La fuga, la música, gira sobre sí misma. También nosotros. Eternamente.

El autor es músico, estudiante de la carrera de física en la UMSS y de la carrera de filosofía y letras en la UCB.

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