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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La Claudina de Medinaceli bajo la mirada de Carlos Castañón Barrientos

Una revisión a la producción intelectual, análisis y aporte del escritor y crítico literario chuquisaqueño a la rama de la “sociología de la literatura”.
Carlos Castañón Barrientos junto a su libro y ‘La Chaskañawi’, obra a la que dedicó un ensayo.  CORTESÍA DEL AUTOR
Carlos Castañón Barrientos junto a su libro y ‘La Chaskañawi’, obra a la que dedicó un ensayo. CORTESÍA DEL AUTOR
La Claudina de Medinaceli bajo la mirada de Carlos Castañón Barrientos

Durante la década de los setenta, el publicista Mario Arancibia Herrera (1935-1977) sostuvo una serie de conversaciones con varias personalidades del quehacer cultural. A la postre fueron reunidas y publicadas bajo el título Figuras de la cultura boliviana actual (La Paz: Editorial Letras, 1976). En el prólogo del texto el autor señala: “El libro está compuesto con material tomado directamente de los autores consignados en él: poetas, novelistas, ensayistas, críticos, historiadores, internacionalistas, pintores, periodistas y políticos, de modo de ofrecer al lector, una visión general de la cultura boliviana actual”. En la división establecida por Arancibia se encuentra la sección “crítica literaria”, en donde se sitúa la figura de Carlos Castañón Barrientos (1931-2018), que hasta ese momento tenía publicado los textos: Estudios bolivianos y Brochazos (1964); Opiniones (1966); Escritos y escritores (1970); Sobre literatura (1971); y El cuento modernista en Bolivia. Estudio y antología (1972). A juicio de Mario Arancibia, el escritor chuquisaqueño Carlos Castañón irrumpió de manera “decidida e idónea en el campo de la crítica literaria nacional, siguiendo, de este modo los pasos de Gabriel René Moreno, Carlos Medinaceli y Juan Quirós, considerados los más representativos en esta especialidad”. Se tiene por ejemplo –dentro de su producción ensayística de esos años–, su estudio referido a la Claudina de Carlos Medinaceli, la cual merece cierta atención.

Los caminos de La Chaskañawi    

En la actualidad, la rama de la “sociología de la literatura” es percibida como novedosa en el campo académico y universitario, por desentrañar sensibilidades en torno al mestizaje o encholamiento social, en donde una de las fuentes de estudio es la novela La Chaskañawi de Medinaceli. Sin embargo, podemos advertir que este tema fue tempranamente estudiado por la intelectualidad boliviana.  

Cuando el escritor y crítico literario Carlos Medinaceli publicó La Chaskañawi el año 1947, se circunscribió a la “novela de costumbres bolivianas”, cuya temática fue analizada por Enrique Vargas Sivila en su ensayo La tradición del inconsciente. Las tres Claudinas y una cuarta, en la literatura boliviana (1951), y recibió una favorable estimación de parte de sus contemporáneos: Fernando Diez de Medina, Guillermo Francovich, Augusto Guzmán, Gamamiel Churata, entre otros. Con el devenir de los años, la novela de Medinaceli significó una mirada de síntesis social y cultural dentro de la composición demográfica nacional de los años 1920 a 1950. La directriz de estudio propuesta por Vargas Sivila, fue retomada décadas después, por Jorge E. Meza en su estudio Novelistas y cuentistas bolivianos (1970) y por Carlos Castañón Barrientos en el libro Literatura comentada (1976). En los años noventa, Antonio Paredes-Candia publicó La chola boliviana (1992), en el cual tiene un capítulo dedicado a “La chola en la narrativa boliviana”, y, al finalizar el siglo XX, Salvador Romero Pittari ahondo el tema, llegando a publicar Las Claudinas. Libros y sensibilidades a principios del siglo en Bolivia (1998), entre otros.    

“El destino se llama Claudina”

Tal como se mencionó anteriormente, el jurista y literato Carlos Castañón Barrientos publicó el texto Literatura comentada (La Paz: Editora Universo, 1976), fruto de la cátedra “Literatura boliviana”, que dictó en la Facultad de Humanidades de la Universidad Mayor de San Andrés. La obra es un conjunto de estudios que sintetizan cronológicamente la literatura quechua, los albores de la independencia, el romanticismo, el modernismo, la guerra del Chaco y el costumbrismo. En este último punto, Castañón se enfoca en estudiar la novela La Chaskañawi de Carlos Medinaceli, con su ensayo intitulado “El destino se llama Claudina”, cuyo título fue tomado del libro El destino se llama Clotilde del escritor italiano Giovannino Guareschi. 

Novela de estudio social

Castañón advierte que se puede tener distintas perspectivas de la lectura de Medinaceli. Por un lado, si se ve a La Chaskañawi desde el punto de vista social, la chola Claudina García, conocida en su pueblo de San Javier de Chirca como la “Chaskañawi” –que significa “ojos que brillan como la estrella”–, es de principio a fin la narración de una mujer de fuerte y atrayente personalidad. “Rebelde y orgullosa, personifica a un grupo social –el mestizo o ‘cholo’– en evidente alza, que gusta de exhibir su poderío en la plaza pública”. Frente a ella se encuentra la novia de Adolfo Reyes (protagonista de la novela), de nombre Julia Valdez, que es descrita de tez “blanca o blancoide” y de “buena familia”, en donde, es pintada débil de carácter, “que se diría un franco anuncio de la decadencia de la clase terrateniente de Bolivia”. Según señala Carlos Castañón, para que las cosas tengan el cariz señalado, ha tenido que mediar una evidente predisposición del autor de La Chaskañawi en favor de la chola: “Por lo que he observado –escribe Medinaceli–, experimentado y vivido en mi provincia de los Chichas (Departamento de Potosí), antes de que se escribiera El nuevo indio [de José Uriel García], ya desde 1924, emprendí el ensayo de una novela plebeya, donde me he esforzado en pintar el espíritu, la capacidad de trabajo, la energía racial y el dominio matriarcal de la chola en la vida del burgo mestizo”. 

Otro argumento que indaga Castañón Barrientos, se encuentra en el libro Estudios críticos, en el cual Medinaceli afirma: “La chola es el elemento básico de la nacionalidad. Ella representa el elemento más sano, laborioso y próspero de la patria. La chola vale psicológicamente hablando, más que la india. Está en una anquilosada en el pasado, sin plasticidad para el presente, y, en cuanto a la ‘señorita’, es un tipo que corresponde a una moral a la ‘antigua española’, pero carece también de porvenir, porque vive con una moral escolástica en un ambiente dinámico y creador. Tendrá que transformarse, si quiere subsistir”. El desenlace de la novela muestra a Claudina en franca superioridad sobre las capas llamadas “altas”, al desplazar a la “joven de bien” y quedarse con Adolfo Reyes que “con severidad, la chola aparta a su hombre del alcohol y lo unce con mano firme al trabajo”.

Un caso psicológico 

Una segunda mirada que propone Castañón Barrientos es desde la psicología: “La atención de la obra está centrada en el análisis concienzudo de un caso que se ha dado al parecer con frecuencia entre los jóvenes bolivianos: el drama del ‘encholamiento’”. En el caso del protagonista Adolfo Reyes, se muestra la ausencia de voluntad, incapaz de resistirse al magnetismo de la chola y a la fuerza absorbente del ambiente de provincia. “Débil de carácter y enamorado, Adolfo abandona definitivamente sus estudios universitarios que había iniciado en Sucre y se queda a vivir en el pueblo de San José de Chirca (…) junto a Claudina, su amante, y a buena distancia de su compañera legitima, Julia Valdez, que al cabo muere. Se queda también atraído por las ‘farras’, las fiestas y la vida abúlica, llena de chismes de la aldea”. En este caso, Castañón se inclina en deducir que la protagonista de los sucesos no es Claudina García, como podría suponer el título de la novela La Chaskañawi, puesto que no son los sentimientos de la chola que sucumben a los encantos de Adolfo, es todo lo contrario, es el joven universitario de Charcas, que fue “colocado ante las alternativas de la ciudad o el pueblo y de Julia Valdez o Claudina García, con todas sus terribles secuelas”. El desenlace es desgraciado para Reyes, que se mira en el espejo de su alma donde expresa: “Soy un alma crepuscular de Occidente extraviada en lo más agreste de estas breñas de América. Por eso hay un cósmico divorcio entre mi alma –que es de otra parte– y el paisaje que me rodea, que ya no lo puedo sentir, y menos vivir, de acuerdo con él”.               

¿El encholamiento como fracaso?   

El meollo de la novela de Medinaceli tiene que ver cuando Adolfo Reyes se queda con la chola Claudina y se adapta a su modo provincial de vida, que en palabras del autor de La Chaskañawi fue claramente una “maleable arcilla en manos del destino”. Es por este repetitivo hecho, que el ‘encholamiento’ fue percibido por las incipientes élites de forma negativa, como un fracaso dentro de la sociedad. Al respecto, Castañón se pregunta “¿hasta dónde es cierta esta aseveración?”. Para matizar su respuesta, retoma la postura de Medinaceli, en donde la chola constituye un factor positivo dentro de la nacionalidad boliviana, entonces el ‘encholamiento’ no podría ser concebido como una perdición social, ya que Reyes es rescatado bravamente por Claudina de las garras del alcohol, la pereza y las farras cotidianas. Finalmente, la ‘Chaskañawi’ transforma al fallido “doctor” de San Francisco Xavier en un buen agricultor, prospero al parecer, y en un padre de familia preocupado por el cumplimiento de sus obligaciones.

Otro dato no menor, es que la novela de Medinaceli tiene un sesgo costumbrista, que según Castañón, el costumbrismo era algo ineludible, porque se ocupa del marco natural y humano dentro la cual se desarrolla el drama de Adolfo Reyes: “En cuanto chicheria, picantera y carnavalera la propia ‘Chaskañawi’ constituye material de observación de costumbres de San Javier de Chirca. Medinaceli buscó ceñirse a la realidad provinciana en forma estricta”.    

A manera de conclusión 

Hoy, después de cuarenta y cinco años de la publicación del ensayo “El destino se llama Claudina”, tanto el autor como el resto de su producción intelectual es casi desconocido. Curiosamente, hasta fines de los años noventa, Carlos Castañón Barrientos era sin lugar a dudas una de las figuras más destacadas y consultadas en el país. Pero con el devenir del siglo XXI, pasó a una lenta caducidad, en donde los “nuevos” contextos políticos, sociales y culturales lo empujaron hacia un decrecimiento en el interés de las actuales generaciones. Al grado que, cuando falleció en la ciudad de La Paz a los 87 años de edad, el 2018, no hubo homenajes ni reconocimientos por sus aportes a la cultura y la literatura, todo lo contrario, pasó inadvertido, destino similar al que padeció Medinaceli tras su muerte: solitario y triste, pero con el libro bajo el brazo y la pluma en la mano.