Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Cate Blanchett: “Vivimos en un mundo en el que impera el populismo”

La actriz estrena ‘El callejón de las almas perdidas’, de Guillermo del Toro, mientras lidera la preproducción de ‘Manual para mujeres de la limpieza’, de Almodóvar. El filme del director mexicano se encuentra disponible en la cartelera nacional
 Cate Blanchett, en la alfombra roja del festival de Venecia de 2020, cuyo jurado presidía.      GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS) B
Cate Blanchett, en la alfombra roja del festival de Venecia de 2020, cuyo jurado presidía. GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS) B
Cate Blanchett: “Vivimos en un mundo en el que impera el populismo”

La voz profunda, única, de Cate Blanchett (Melbourne, 52 años), resuena al otro lado del teléfono: “¿Que si soy la nueva jefa de Pedro Almodóvar? Noooo [carcajada]. Somos colegas de aventura, no creo en las estructuras jerárquicas”. La actriz está de promoción de El callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro, pero en el horizonte aparece Manual para mujeres de la limpieza, los 43 cuentos de Lucia Berlin, fallecida en 2004, que Almodóvar ha decantado en un guion. Durante cuatro años, el español ha estado trabajando en el proyecto. Pero ante la duda de que saliera adelante o no, en su productora, El Deseo, no renovaron los derechos de adaptación. Al rescate del filme apareció Blanchett, su posible protagonista, a quien le apasiona el libreto, y que por ello compró los derechos. Ahora, su productora, Dirty Films, encabeza un trabajo que contará con ese guion y la dirección de Almodóvar y que se filmará en 2023. “Somos colaboradores, algo que busco en mis películas. Llevaba tiempo queriendo trabajar con Pedro, disfrutar de su pasión”, afirma.

Sobre su personaje, explica: “Es fascinante cómo Berlin se autoexploró desde muy distintas perspectivas: el amor, las adicciones, el proceso creativo... Todas las mujeres de los relatos son, en el fondo, ella misma. Y eso Pedro lo ha captado, porque sabe cómo son los mecanismos primarios de las relaciones entre seres humanos. En su cine hay corazón y a la vez una profunda reflexión sobre la estética”.

Blanchett encuentra una rápida conexión entre Almodóvar y Del Toro: “Ambos son cineastas profundamente humanistas. Puedes verlo en Madres paralelas, en su imbricación final entre la Historia y los más profundos sentimientos humanos. Ama a la gente”. Y explica que la semana que viene volverán a encontrarse: “El miércoles presentaré una proyección de su filme en Londres y allí estarán Pedro y Penélope Cruz. No hay plan que me apetezca más”. Es un pase para miembros de la Academia de Hollywood, ya que hasta el 1 de febrero pueden votar para las candidaturas a los Oscar, y coincide con el estreno, el viernes 28, de Madres paralelas en el Reino Unido.

La excusa para la entrevista, realizada el pasado martes, es su trabajo en El callejón de las almas perdidas, en la que interpreta a una psiquiatra, Lilith Ritter, sin ningún escrúpulo para timar a la gente y que encontrará en el protagonista —al que da vida Bradley Cooper—, a un embaucador curtido en ferias locales que ahora actúa para gente rica, su mejor aliado posible. Una femme fatale de manual. “Bueno, es que habitualmente en el cine negro las hay. Y su vestuario y su despacho aportan muchos elementos habituales de esas mujeres. Pero también creo que parte de ese tipo de personajes lo compone su cuerpo, y aquí ese bello cuerpo lo aporta Bradley. Guillermo ha rehuido la imagen tradicional y sembrado elementos de corrupción y perdición por todos los personajes”. ¿Es una película sin monstruos, al contrario que casi todo el cine precedente de Del Toro? “Uf, lo de que no haya monstruos es, efectivamente, discutible, porque algunos de los personajes se degradan de tal manera que podría pensarse que lo son. Las promesas de poder y dinero les empujan a una amoralidad que asustan tanto como los monstruos. Esos comportamientos también aterrorizan”.

La producción de El callejón de las almas perdidas se paró seis meses durante el confinamiento, tiempo que Blanchett dedicó a la jardinería. “Fue frustrante para todos, porque nos quedaba muy poco para acabar, pero a la vez nos sirvió para reflexionar sobre lo que habíamos filmado”. Para la actriz, no hay nadie comparable con el director mexicano. “Es único. No solo es un gran amante de la historia del cine, como es obvio, sino que le fascinan la interpretación, el diseño de producción, la fotografía. Está creando constantemente y es un artista que impulsa a quienes trabajamos a ser mejores”. Y por eso también estará con él en su Pinocho, un proyecto de animación que por fin se estrenará en septiembre, producido por Netflix. Una hora más tarde de esta entrevista el mismo Del Toro explicó a EL PAÍS: “Sé que siempre digo que los monstruos que más me asustan son los seres humanos. Pero Cate, no [ríe]. Nuestra relación ha sido fulminante y gozosa. Ha sido como descubrir a un amigo que ya lo era antes de conocerle. Hace años desarrollamos una serie de televisión que nunca se rodó y me quedé cautivado por su humor y profundidad. Ahora mi reto es cómo escribir papeles para Cate en mis películas futuras”.

Blanchett ha lanzado en los últimos años numerosos mensajes a favor de las salas de cine. Cuando en septiembre de 2020 asistió al festival de Venecia, en calidad de presidente de su jurado, apuntó: “Hay que volver a las salas. Salimos de un monocultivo del streaming que ha durado seis meses. Esta es la oportunidad de reexaminar cómo esa tecnología cambia la forma de ver y de hacer cine”. Ahora explica, tras formar parte del éxito de Netflix No mires arriba: “Me apasiona involucrarme en historias fascinantes, que me obliguen a arriesgarme. Y en este caso, me encantó enrolarme en el mundo de Adam McKay, llevo en ese proyecto desde hace años, antes de que entrara Netflix. Es chocante la manera de Adam de contarlo con un estilo documental... Porque en realidad vivimos en un mundo en el que impera el populismo, en el que no se escuchan los razonamientos”. Por esos intereses, salta del cine al teatro y aunque ha dirigido en el escenario, no cree que lo haga pronto para la gran pantalla: “Siempre me ha interesado, pero necesitas mucha paciencia y tiempo. Tengo un par de ideas, y a la vez cuatro hijos. Demasiado jaleo por ahora”.

Sobre el elemento que une ambos filmes, No mires arriba y El callejón de las almas perdidas, que reflexionan sobre qué es verdad o mentira y el triunfo de las fake news, apunta: “El nivel global de desconfianza y miedo es increíble. A mí aún me asombra la corrupción generalizada que hemos aceptado. Deberíamos reflexionar más sobre ello y por eso es pertinente hacer este tipo de películas, debatir sobre ello”. ¿Ganan quienes mejor manipulan al resto de los seres humanos? “Me enfurece ver hacia dónde va el mundo por culpa de este miedo construido, creado por algunos”.

Rumbo al infierno    

Reseña de la más reciente película del director de ‘La forma del agua’, que cuenta en su reparto a Bradley Cooper, Cate Blanchett, Willem Dafoe y Rooney Mara

Diego Brodersen/Página 12

Nightmare Alley (1947), estrenada en Bolivia como El callejón de las almas perdidas, no fue un clásico inmediato, pero el paso del tiempo –y su carácter un tanto mítico, debido en parte a los conflictos legales que impidieron su circulación durante décadas– hicieron que el largometraje de Edmond Goulding adquiriera su estatus definitivo como uno de los films noirs más extraños y extremos de los años 40. La novela homónima de William Lindsay Gresham en la cual se inspiró recibe ahora un nuevo tratamiento cinematográfico, en la primera película del mexicano Guillermo del Toro alejada del universo de lo fantástico. La historia, en esencia, es la misma: Stanton Carlisle –antes Tyrone Power, ahora Bradley Cooper– reinicia su vida en una típica feria de atracciones ambulantes, poblada como corresponde por fenómenos de la naturaleza, freaks, geeks, hombres-serpiente, mujeres electrificadas, adivinos, fetos embotellados y juegos mecánicos. La época retratada es más precisa que en la versión 47: el final de la crisis económica de los 30 y la entrada de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.

Pero Stanton dista de ser un patriota y su oscuro pasado (el prólogo de la película ocupa una buena porción de la diferencia de metraje entre las dos versiones, 110 minutos contra los actuales 150) anticipa nuevos nubarrones y tormentas. A poco de llegar al carnival, regenteado por un Willem Dafoe retorcido y grasoso, Stan trepa de a poco en la escalera social de ese microcosmos, de changarín a asistente del jefe y de allí a formar parte de un sorprendente acto de adivinación. Con o sin sombrero en la cabeza, Cooper aporta el talante necesario para que su personaje bascule entre extremos, de galán deseado por la tarotista Zeena (Toni Collette) y la más joven Molly (Rooney Mara) a buscavidas dispuesto a cometer errores, conscientes e inconscientes, para avanzar en una recientemente descubierta carrera: el mentalismo y, más adelante, el espiritismo. “Ismos” que no son otra cosa que fachadas de los más viejos trucos de magia mental, en parte psicología aplicada, en parte sofisticados esquemas de transmisión oral en código.

El blanco y negro de El callejón… original es reconvertido en una paleta de colores potentes (existe una versión especial en b&n que no llegará a nuestro país), punto de partida de una relectura desde el presente del universo del cine negro, imposible de reproducir hoy en día si no es mediante el artificio. Nada difícil para del Toro, cuyo imaginario visual, ligado a géneros populares como la ciencia ficción, el terror y la fantasía, siempre ha dependido en gran medida de ajustados diseños de producción. Su nueva película no es la excepción, y esa meticulosidad en la puesta en escena del guion es su mayor virtud y también su principal enemigo: en más de una ocasión, la historia se siente demasiado consciente de sí misma, calculada en exceso, en particular durante las escenas entre Carlisle y la psicóloga Lilith Ritter (Cate Blanchett, ultra platinada y en modo über femme fatale). Pero la historia es casi siempre atractiva, y aquellos espectadores que no conozcan el libro o el film original disfrutarán aún más del paseo.

Es que el relato, dividido en dos segmentos bien diferenciados, encuentra al renovado Stan fuera de las barriadas, en el centro nocturno de las grandes ciudades, celebrado como un gran mentalista y siempre acompañado por la sufrida Molly. El triángulo con la terapeuta está servido en bandeja y las ambiciones del antihéroe crecen en cantidad y calidad: el ego y el dólar dirigen y obsesionan. A diferencia del “callejón de las pesadillas” original, siguiendo su título en inglés, que por cuestiones de censura debió pergeñar un final esperanzador, la versión de del Toro es una caminata por los infiernos de la mente y la carne, un descenso lento y riguroso plagado de mentiras y estafas que funciona como preparación para la caída estrepitosa, para ese “nací para hacer esto” que cierra el libro original.