Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:01

La violencia política en Bolivia: El caso de las Barzola del MNR (parte I)

Toda organización territorial o funcional del partido rosado tenía en sus directivas una Secretaría de Defensa y Seguridad o de Milicias representada por el jefe miliciano

El caso de las Barzola del MNR.
El caso de las Barzola del MNR.
La violencia política en Bolivia: El caso de las Barzola del MNR (parte I)

Tras asumir el poder el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en abril de 1952, la represión y vigilancia estatal paulatinamente se volvió más organizada, formalizada y centralizada. Esto se puede advertir, por ejemplo, en el ilustrativo texto del Cap. Oscar Daza Barrenechea sobre la Sistematización Armada de la Revolución Nacional (s.e., 1959), que es una serie de enunciados, principios, orientaciones y normas que debían regirse “las milicias armadas del MNR; las Células Armadas; los regimientos campesinos; las milicias sindicales de mineros”. Estos grupos irregulares se encontraban fuertemente cohesionadas bajo los “altos ideales revolucionarios” que cumplían la función de garantizar la seguridad del Estado Revolucionario de la “irresponsabilidad subversiva de la contrarrevolución”. Según Oscar Daza, toda organización territorial o funcional del MNR tenía en sus directivas una Secretaría de Defensa y Seguridad o de Milicias representada por el jefe miliciano, cuya autoridad no podía ser suplantada por ningún otro miembro del Comando o Directiva; sino que, en su ausencia, quedaban los jefes Milicianos que le sucedían en el mando”.

De acuerdo con la descripción de Daza, la organización de estas “tropas irregulares” no obedecía a ninguna regla de constitución numérica, sino, en razón de la distribución territorial o funcional como: la organización sindical de obreros; la organización funcional; la organización territorial o Comandos Departamentales subdivididos en Comandos Zonales y Comandos Cantonales. Más allá de esta clasificación interna del MNR, la realidad era mucho más compleja, ya que, era la base de represión para afianzarse en el poder frente a cualquier manifestación subversiva o elementos armados contrarrevolucionarios que eran anulados por los grupos de choque del partido “aún a costa de cualquier sacrificio”.

Dentro de las tareas primordiales de estos grupos irregulares estaba contactarse inmediatamente con el Comando Revolucionario para informar cualquier situación. En caso de disturbio, debían utilizar el teléfono más próximo y seguro para solicitar –si fuese necesario– refuerzos en armas y hombres que precisen. Además, estas milicias estaban autorizadas para realizar detenciones, para luego, conducirlos a los lugares previstos por el Comando. Todo detenido era entregado a los “Policías de la Juventud del MNR” para que ellos valoren cada caso. Pero aún hubo más: ningún vehículo podía ingresar o cruzar la zona asegurada sin haber sido claramente identificado. En caso de sospecha o duda, atañía revisar minuciosamente el motorizado para luego trasladar al puesto de Comando más cercano. En ese ínterin, cualquier coche que ingrese a la jurisdicción del “Servicio de Seguridad” era escoltado por un guardia o miliciano hasta el lugar de destino o hasta el límite de su jurisdicción.

Paralelamente a los “grupos irregulares” de la Revolución, se creó el Departamento Segundo de Inteligencia. Según el periodista Gerardo Irusta, “este organismo de espionaje político cambió luego su nombre por el Departamento Segundo de Orden Social y Político (DSOS) y finalmente se denominó 'Control Político' y fue ubicado en una casona donde hoy funciona la Facultad Técnica de la Universidad Mayor de San Andrés entre calles Potosí y Yanacocha, en el centro de la ciudad de La Paz”. El Control Político llegó a instrumentalizar la normativa jurídica, atribuyéndose un irrestricto control jurisdiccional dentro del país. Esta peculiar institución controlaba rigurosamente toda correspondencia de opositores e incluso de su propia militancia; podían libremente intervenir teléfonos de la dirigencia opositora y de sus partidarios; tenían infiltrados agentes en sindicatos, gremios y partidos políticos; realizaban arrestos, intervenciones, secuestros, allanamientos, persecuciones, torturas. Esta labor represiva fue dirigida por Claudio San Román, Luis Gayán Contador, Adhemar Menacho, entre otros.