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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Arte y Trabajo: entre la juventud irreverente y el anarquismo individualista

Una revisión histórica al semanario creado por Cesáreo Capriles, periodista y divulgador de ideas socialistas en Bolivia, que vio la luz el 27 de febrero de 1921.
Algunas de las portadas del semanario Arte y Trabajo, que fue publicado en 1921. IBERLIBRO
Algunas de las portadas del semanario Arte y Trabajo, que fue publicado en 1921. IBERLIBRO
Arte y Trabajo: entre la juventud irreverente y el anarquismo individualista

La tranquilidad que se vivía en Cochabamba a principios del siglo XX, era de una vida profundamente religiosa y de una silenciosa crisis que se avecinaba con el ausente desarrollo urbano y económico; sin embargo, surgiría a partir de un mítico personaje la creación de una revista que durante la década de los años 20, agruparía a lo más selecto de la juventud cochabambina para dar voz a ciertas inquietudes y malestares de ese momento, logrando con el tiempo que estos jóvenes den rienda sueltas a sus ideas que tendrán importancia en las siguientes décadas.

La dinámica social en esos tiempos en el pueblo cochabambino era la subordinación a la religión católica, el consumo excesivo de alcohol y la pobre modernización urbana; que fueron claves para entender la ideología del mítico Cesáreo Capriles López y la creación del semanario Arte y Trabajo.

La conformación del semanario se basó en la postura ideología de Capriles, calificado como “ácrata de convicción y temperamento”. La ideología que tomaba era la anarquía individualista definida como “la lucha contra el principio de autoridad”, siendo primordial la exaltación del “yo”; además del antipoliticismo, anticlericalismo y la educación libertaria. Asimismo, se autoformó en la minería, farmacología y astronomía; muy aparte de su dote aventurero que lo llevó, en los años 50, al Chapare para desaparecer totalmente. 

El semanario salió el 27 de febrero de 1921, con un tiraje de 500 ejemplares, siendo la atención principal de la población “somnolienta” cochabambina. 

La conformación del equipo estaba encabezada por su director, Cesáreo Capriles; redactor, Roberto Weiler y como administrador a Roberto Escobar. El semanario costaba 20 centavos y se podía obtener en el Parque 14 de septiembre y en la imprenta de F.O Cuenca.

Arte y Trabajo, si bien tuvo una recepción buena, la ideología misma con la que se creó se fue desvaneciendo y dio luz a otras ideologías propuestas, en este caso, por jóvenes universitarios.

Para entender las nuevas ideas acogidas por los universitarios, debemos analizar la lectura de varios libros en boga de ese momento. Esto será el determinante y permitirá que Arte y Trabajo adquiera una finalidad ideológica progresista con una clara tendencia izquierdista.

Augusto Guzmán, que formó del corpus de redactores, menciona que las lecturas se centraban en autores como José Vargas Vila, Vicente Blasco Ibañez; autores rusos como Dostoyevski, Tolstoi, Gorki, Andréiev y más que nada a Lenin y Trotsky. Sin embargo, la condición de anticlericalismo con la que se formaron estos jóvenes de los años 20 fue con las lecturas de Anatole France que impuso “descreimiento religioso... que cruzaba la edad del ateísmo, anticlericalismo y revolución social”.

Entre los jóvenes más inmiscuidos en la formación de una nueva tendencia y con la convicción de hacer Arte y Trabajo núcleo de sus inquietudes, fueron José Antonio Arze, Carlos Montenegro, Augusto Céspedes, Ricardo Anaya, Carlos Walter Urquidi, Roberto Hinojosa, José Cuadros Quiroga entre otros.

Este fenómeno denominado la “tribuna libre del pensamiento cochabambino” iba creciendo en su demanda, pero desapareciendo en su forma anárquica. Entre otros colaboradores estuvieron Man Césped, Adela Zamudio, Franz Tamayo y Gregorio Reynolds. 

En cuanto a la definición de Arte y Trabajo, según Nivardo Rodríguez, fue una “revista cultural, que comprimía temas políticos con una variedad de temas literarios y de actualidad”, con un énfasis por la propaganda comercial de productos y servicios.

Capriles, si bien pocas veces escribió para el semanario, destaca su desdén por la falta de “higiene popular” declarándose antialcohólico, y por su crudeza hacia el artesano cochabambino, bautizando a este como “un animal anfibio que vive entre la chicha y la política”. Además, la dirección del semanario también estuvo marcada con las inclinaciones de Capriles.

Un caso polémico fue el de Carlos Montenegro, de 19 años, y José Antonio Arze, de 17 años, por sus artículos anticlericales. Montenegro en una nota afirmaba que Jesucristo era un hombre sin “divinidad”, al enterarse el “abanderado del catolicismo ortodoxo” de Cochabamba, monseñor Francisco Pierini, no tuvo compasión y Montenegro fue excomulgado; mientras Arze, que en otra firmó como Espartaco tuvo una sanción sin muchos inconvenientes. 

En el contenido del semanario se encuentra la lucha contra la tiranía “democrática” del gobierno de Bautista Saavedra, el apoyo hacia la Federación Obrera Local Cochabambina; además de los “cuentos, noticias, humor, dibujos, grabados, poesías, unas cuantas caricaturas y también artículos y debates literarios y científicos”, a decir de Huáscar Rodríguez.

Con el paso de los meses, Capriles de a poco terminaría decepcionándose de la ruta que seguía Arte y Trabajo, por este motivo dejó a José Antonio Arze como director del semanario, y así sucesivamente tendrían la dirección otros colaboradores, más nunca Capriles, que buscaría otros emprendimientos.

En 1929, los jóvenes Guzmán, Montenegro, Céspedes y Arze tomarían rumbos diferentes y otros emergentes grupos colaborarían para que no desaparezca Arte y Trabajo. El semanario duró hasta 1934, aún con la difusión de más de 300 ejemplares en plena guerra del Chaco. 

Podemos afirmar que, si bien no tuvo un objetivo para la divulgación anarquista, fue el caldo de cultivo para el desarrollo de las nuevas ideas entre los más jóvenes, que con el tiempo tuvieron un fuerte impacto en la política boliviana.

Estudiante universitario y Gestor Cultural