Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 18:38

El arte escondido de Sucre

Dentro de uno de los edificios de la histórica ciudad se esconde la convergencia entre arte e identidad
El arte escondido de Sucre.
El arte escondido de Sucre.
El arte escondido de Sucre

Sucre, una ciudad que trasciende en el imaginario local gracias a su arquitectura, relata la etapa colonial y republicana en sus calles, donde el arte se conjuga con el paisaje de la ciudad blanca relatando la etapa colonial y republicana. 

Entre los edificios históricos, distinguen ciertos museos que guardan secretos y cuentan la historia no sólo de Sucre, sino de todo el país, en este caso, el Museo Charcas, a dos cuadras de la plaza 25 de mayo, expone en su interior obras con siglos de antigüedad, hechos por maestros de la pintura. 

El arte expuesto en el museo data desde mediados del siglo XVII, cuando esta era aún una Villa administrada por la colonia, es por eso que se nota el intento de adoctrinamiento evangelizador de sus pinturas, que junto a las del siglo XVII, retratan figuras como la de María Magdalena, la virgen María o la propia imagen de Jesús. 

Al más fiel estilo barroco, el sincretismo de las obras destacan por su mezcla de estilos con el mestizaje de dicha época, teniendo a dos exponentes nacidos en lo que hoy llega a ser Chuquisaca (antes Charcas) como Francisco Padilla y Diego Gamarra. 

Más allá del mensaje que se transmite en las obras, que son de sentido religioso, se retrata el apogeo de la ciudad de Charcas, la cual entonces, pujante gracias a Potosí y la explotación de sus minas, imperaba en la demostración artística, basado en estilos que provenían de Europa como el Tenebrismo o el Manierismo. 

La etapa colonial también trajo a maestros como Melchor Pérez de Olguín del que sus cuadros también se exponen en el museo Charcas, aunque también destacan muchos cuadros anónimos, que retratan un estilo similar, lo que demuestra que los autores pintaban sus obras no con fines decorativos, sino con intenciones religiosas, como se explica con anterioridad. 

Uno de los cuadros que más destaca, y quizás, el más importante del museo, es “La Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosi”, de Gazpar Miguel Berrio, que como anticipa su nombre, muestra a toda la ciudad de Potosí a los pies del Cerro Rico, en una vista panorámica de la ciudad en el siglo XVIII, algo que era completamente innovador en la época, aunque más sorprendente son los detalles meticulosos y precisos de la pintura, que muestran la organización social, económica y cultural de la Villa de Carlos V. 

El arte, que hace de relator y no tanto como testigo de la historia, no muestra únicamente pinturas coloniales, sino también modernas. El legado del histórico Ateneo de Bellas Artes, por medio de artistas chuquisaqueños como los hermanos Imaná, Josefina Ipina o Enrique Valda del Castillo, demuestran la huella del arte moderno expuesto en el museo, así como el interés de estos referentes por desarrollar la cultura artística de la ciudad.

La atribución de “culta” que se le da a la ciudad cobra mayor sentido cuando se aprecia el arte que expone el Museo, que en sus pasillos vacíos por la pandemia, se observan obras que aportan al patrimonio material y cultural del Estado, y de la misma ciudad de Sucre.

Las obras modernas no carecen de herencia, claro está, todo lo contrario, muestran una nueva y clara transformación, donde la herencia indígena perdura en obras como la “Pastoral”, de Josefina Ipina, que retrata a una mujer indígena con vestimenta oriunda de Tarabuco, con la técnica del pastel, con aspectos sutiles pero importantes como el topo de plata que lleva en su prenda y la rueca de hilar como instrumento textil, típico de Chuquisaca. 

Otros bolivianos que pasan por el arte moderno del museo son Cecilio Guzmán Rojas, o Walter Solón Romero, por lo que es evidente que el museo alberga estilos de artistas bolivianos que mezclan estilos como el expresionismo o el impresionismo y lo mezclan con vivencias reales, como la Guerra del Chaco o una simple corrida de toros.

Hablar sobre todas las obras que se exponen en el museo es casi imposible, más lo que se transmite en el lugar no sólo muestra la herencia cultural de la que tanto se habló, sino también de una decadencia con respecto la importancia de estas obras.

La poca afluencia en el museo, muestra el poco interés que se tiene por el arte de este país, más aún teniendo en cuenta que este edificio llega a ser un repositorio de muchas de las obras más importantes de la historia de Bolivia, demostrando no sólo historia, sino técnicas y formas que se desarrollaron por muchos siglos. 

Como explica la responsable del museo, Carmen Negrón, la afluencia de gente es escasa, y que este fenómeno ocurre con todos los museos de la ciudad. Sin embargo, se muestra optimista por el interés de los turistas nacionales, al reconocer el patrimonio histórico y tangible que muestra el museo.

La intención del maestro Rimsa, con su escuela “Zacarías Benavides”, por dejar un legado para desarrollar la cultura de la ciudad de Sucre, sigue vigente, gracias a las obras que se exponen en el museo, más se muestra una poca importancia al arte distinguido e histórico de la capital. Así como se habló del interior de uno de los tantos edificios blancos sucrenses, el mismo no es distinto a la poca importancia que se le da al exterior de muchos otros de aquella ciudad. 

Felicidades a Chuquisaca en su mes aniversario, quien conserva obras de arte que formaron a la cultura boliviana, por medio del relato de su historia y de su trascendencia en el imaginario, gracias a la formación de artistas como lo hizo Rimsa, que al final justifica el apodo de la ciudad: La “Culta Charcas”.