Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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UN ANÁLISIS DE LA OBRA DEL AUTOR ESPAÑOL, QUE FUE UNO DE LOS INVITADOS DEL IX ENCUENTRO DE ESCRITORES IBEROAMERICANOS Y QUE AHORA PARTICIPA DE LA FERIA DEL LIBRO DE LA PAZ, QUE SEGUIRÁ HASTA ESTE DOMINGO 18 DE SEPTIEMBRE.

Antonio Orejudo, entre la libertad y la realidad

Antonio Orejudo, entre la libertad y la realidad


 

Enterrado bajo las ásperas hojas desgatadas de pequeños libros e impregnado de la esencia que dejan los vestigios de antigüos lápices de colores, estaba mi primer cuaderno de Ciencias Sociales. Uno del que ya no tenía recuerdo, uno de esos elegidos por las mamás que, quién sabe por qué, guardan como tesoros.

En las primeras páginas, escrita en letras amorfas, casi ininteligibles, acompañada de pequeños círculos y líneas que pretendían ser personas, estaba la historia de la batalla de la Coronilla. Más o menos decía así: En Cochabamba, luego de haberse levantado heroicamente contra la corona, los valientes hombres se dirigen al occidente a luchar. Las mujeres, los niños y los ancianos se quedan a defender la ciudad. Un militar español y sus tropas llegan para retomar el control. En la punta del monte de San Sebastián, armadas con cuchillos, maderas y ollas, lideradas por la vieja ciega Manuela Gandarillas, estaban las mujeres esperándolos. Ellas corren a su encuentro para defender el legado que sus maridos e hijos les habían dejado. La masacre fue gigante. Manuela y todas las otras libertarias dieron su vida en la batalla. Se las recuerda con un monumento en el lugar de la batalla, la Coronilla, y el 27 de Mayo, el día de la madre boliviana es festejado en su honor.

Ventajas de Viajar en Tren (2000), del español Antonio Orejudo, narra el encuentro casual entre Martín Urales y Helga Pato. Un esquizofrénico que persuade a Helga para entrar en su mundo de delirios, de historias sin fin que se entrelazan, se desenvuelven y se anudan nuevamente cada vez que comienza un nuevo relato. El encuentro en el que uno cuenta y otra escucha; en el que uno crea y otra cree; en el que uno escribe y la otra lee.

Más de uno se estará preguntando: ¿En qué se relacionan mis viejos apuntes escolares y el libro de Orejudo? La respuesta es muy simple, tanto el personaje de Manuela Gandarillas y las historias que Martín cuenta son inventadas. Alguno al leer esto habrá quedado tan impactado como yo. Pero es verdad, no hay un registro comprobable de que Manuela haya existido, o de haber existido, no hay pruebas de que haya participado en la batalla. Este personaje emblemático nace en el libro Juan de la Rosa, escrito por el boliviano Nataniel Aguirre. Ahora, aunque ella no haya existido, aparece en los libros de escuela, en el monumento, en el billete de diez bolivianos, en la construcción de la identidad cochabambina y de la mujer boliviana. Pero, eso es lo interesante.

A veces la ficción se arraiga, o mejor dicho, hacemos que se arraigue tanto a la realidad, hasta el punto que se nos hace imposible encontrar la frontera entre ambas.

Creo que el encuentro entre lo ficticio y lo real es el tema central de la obra. Mejor dicho, la relación entre quien crea lo ficticio y quien lo toma como realidad.

Desde un principio,la cuarta pared tan nombrada Cortázar es derribada. El narrador interactúa directamente con el lector dejando de lado el característico afán de lograr verosimilitud en la novela.

“Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:

- ¿Le apetece que le cuente mi vida?”

Este es el primer párrafo de la historia que el autor español Antonio Orejudo presenta.

Antonio López, de la Universidad de Murcia, hace un análisis a este fragmento:

“El narrador está llevando a cabo un juego meta literario, al plasmar sobre el papel lo que ocurre en la mente de todo lector cuando lee ficción, ese ‘pacto narrativo’ mediante el cual el lector otorga un estatuto de verdad a los hechos que está leyendo”.

El lector otorga un estatuto de verdad a los hechos que está leyendo. El lector se auto- programa para entender todo lo que lee como verídico. La repetición de la palabra “imaginemos” y el uso de la frase “nuestro libro comienza” no son cuestión de azar y representan el poner todas las cartas sobre la mesa, decir que todo lo que leeremos a continuación es sólo un librode historiascomo producto de la imaginación y no así de una pretensión de proyección de realidad. Ahora me siento muy inteligente al hacer este análisis, pero debo confesar que tres veces me tomó leer el libro para darme cuenta de todo esto.

Orejudo describe físicamente a Martín como un hombre de ojos saltones, nariz prominente y alopecia prematura; es decir, Orejudo se auto-describe físicamente (lo digo sin ánimos de ofender).Esta sutileza genera una superposición entre el personaje y la figura del autor. Cuando Martín proponga contar su historia, podamos entender que sólo se trata de un personaje con una vida y sentimientos inventados por el autor. Aunque esto ya deberíamos saberlo.

En esta posición, a través del discurso de Martín, dejando de lado el contexto esquizofrénico, nos encontramos con frases que hacen alusión directa al proceso de escribir.

“Pero, fíjese que si algo he aprendido estudiando la esquizofrenia es que la personalidad no es otra cosa que lo que nos cuentan de alguien, lo que alguien nos cuenta de sí mismo, lo que nosotros nos contamos de alguien o lo que nosotros nos contamos de nosotros. Lo que hacemos, lo que sentimos, lo que experimentamos es simplemente un impulso electromecánico que sólo adquiere sentido cuando lo contamos”.

“Es más: estoy convencido de que hay ciertas esquizofrenias que pueden canalizarse a través de su propia narración. Cuando el paciente esquizofrénico escribe está dando rienda suelta a su mundo de asociaciones, que cesa cuando cesa de escribir.”

Con estas frases y su representación física, en mi mente, se forma la imagen del español con su acento diciendo: Os voy a contar la verdad, sin ningún tapujo, la verdad que vosotros no queréis ver. (Cada quien imagine el acento de su preferencia.) Nos dice que los libros, las historias son el resultado de dar rienda suelta a la imaginación, creando personajes, acciones, situaciones y sentimientos que solo tienen sentido cuando los leemos, y que si en estos existe relación con la realidad, este fenómeno es puro resultado del trabajo del inconsciente.

En este relato se nos presenta una sociedad decadente, donde lo social, lo político y lo cultural son reflejo de la deshumanización a la cual nos enfrentamos. Martín, ajeno a esta realidad, funciona como observador; Helga, sin embargo, está inmersa en ésta. Presenciamos cómo el subconsciente del autor trabaja para dar rienda suelta a su mundo de asociaciones, comprendiendo un poco su pensamiento, un pensamiento poco optimista como el mismo ha clasificado. Helga, lectora, toma una acción de supervivencia. Víctima de la violencia, del machismo, de la idolatría al academicismo, usa la ficción como un sostén a esta realidad que la orilla a la desesperación, al desamparo. En la autorreferencialidad encuentra un refugio que haga soportable su realidad. Aterrizamos a la realidad junto a ella cuando luego de enterarnos que toda la historia que Martín nos cuenta es producto de su imaginación, el esposo de la hermana del esquizofrénico le dice:

“Si la gente se cree a pies juntillas lo que Martín, o cualquier otra persona, cuenta en un viaje de tren, como si hubiera una ley que obligara a contar la verdadera biografía, eso es problema de la gente. ¿Acaso hubo entre ustedes un pacto tácito —le preguntó a Helga— o un acuerdo explícito de sinceridad que le impidiera a él juguetear o inventarse su vida, si es que eso le entretiene y le madura?”

Desde mi punto de vista, esta intervención es un reproche a nuestra manera superficial y complaciente de tomar las historias como verídicas, al otorga un estatuto de verdad a los hechos que leemos sin antes reparar en la letra pequeña y peor aún a dejar que esto tenga un efecto directo en nuestras vidas. Es un llamado a detenernos en nuestro vicio de crear falsas reflexiones forzadas, a creer que una ficción tiene obligatoriamente un significado preconcebido el cual debemos encontrar, al de humanizar a los personajes. El fragmento nos insta a, de una vez por todas, encontrar una libertad al leer.

Por ello considero el libro afín a las categorías de educativo y existencialista. Porque luego de reírme del infortunio de Helga y de se sentirme culpable por cometer sus mismos errores me pregunté e invito a todos a hacer lo mismo: ¿No somos todo como Helga? ¿No mezclamos todos lo que escuchamos y leemos para hacer soportable nuestra vida? ¿No creamos todos futuros y pasados?

En una entrevista hecha en el anterior encuentro de escritores iberoamericanos, José Ovejero decía que la ficción es fundamental para vivir. Que sin ficción no podríamos salir de casa, sin imaginación no podríamos levantarnos de la cama. Para vivir tenemos que inventar, tenemos que engañarnos. La creación, la imaginación de seres que no existen, nos permiten llegar a nuestras propias necesidades, a nuestros deseos, a nuestras frustraciones.”

Si me preguntan, para mí, Ventajas de Viajar en Tren no promueve la fría dicotomía entre lo ficticio y lo real. Ventajas de Viajar en Tren es inicio de una nueva manera de entender la literatura, de tomar una postura crítica como lectores, de comprender el proceso de creación y adopción de lo imaginario. Pero no creo que busque terminarlo: La Cochabamba que conocemos hoy no podría existir sin lafigura de Manuela Gandarillas; la realidad, nuestra realidad, no podría existir sin la ficción.

Pero ¡cuidado! No nos engañemos. Repito: Si me preguntan a mí.

Estudiante de la Carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana San Pablo.