Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 18:19

Ancestralismo, paisaje y expresionismo valluno: muestra junta las escuelas qhochalas

Comentario sobre la enorme muestra que se inaugura el martes en Casa Toscana, reuniendo a más de 30 artistas
Algunas de las obras que forman parte de la muestra.    OPINIÓN
Algunas de las obras que forman parte de la muestra. OPINIÓN
Ancestralismo, paisaje y expresionismo valluno: muestra junta las escuelas qhochalas

Cochabamba se ha mantenido a lo largo de la historia como uno de los puntos neurálgicos de la producción pictórica cochabambina, desde José García Mesa a principios del siglo pasado, hasta la proliferación de los artistas de la llamada “generación intermedia” de la década del 70. Prueba de la ciudad como uno de los centros de desarrollo plástico es la constante migración de artistas de diferentes departamentos a la Llajta. 

No existe mejor testimonio de lo afirmado que la enorme muestra que alberga Casa Toscana (calle Santiváñez entre Junín y Ayacucho), a inaugurarse el próximo martes a las 19:00 y que permanecerá abierta durante un mes. En ella participan 32 artistas, tal vez ni la mitad son nacidos en Cochabamba, pero sí la totalidad de ellos producen su obra en la ciudad del valle. 

La mayoría de los pintores participantes lleva más de 50 años produciendo su arte, nutriendo algunas de las escuelas estilísticas más constantes de la ciudad. Una de ellas es el ancestralismo, con Gonzalo Ribero como su mayor representante local de esta corriente que surgió a mitad de los 70 en el país, y definida como una revaloración de los símbolos y elementos de las culturales ancestrales, como la tiahunacota, con un halo de misticismo y divinidad. 

Ribero ha ido abstrayendo cada vez más sus obras, ofreciendo en esta muestra, con su obra “Pacha”, un óleo donde predominan los colores con figuras difíciles de definir. En la exposición se podría encajar en la misma tendencia al potosino Ezequiel Solano, miembro fundador del grupo Ayawaska, que plasma complejas formas que remiten a elementos precolombinos. 

A esta misma escuela, con mayor y menor similitud, incluiría al orureño Freddy Murrilo, con muestra aún abierta en Manzana I de Santa Cruz y al local Augusto Navarro. A pesar de que el primero define su escuela como “constructivismo orgánico”, es difícil no relacionarlo con las características del ancestralismo con el cuadro que ha decidido llevar a la exposición: una atmósfera divina, reforzada con un color azul que impregna todo el cuadro, en el que se puede ver al dios Inti en el fondo, con unas figuras antropomorfas que le rinde tributo,

El trazo de Navarro es mucho más grueso y primitivo en su concepción. Figuras animales se ven representadas en sus lienzos, con un toque de arte rupestre al ser plasmados en un solo plano. Estas características remiten al trabajo en la década del 90 de Iván Castellón, ahora director del Museo Nacional de Arte, quien también hace parte de la muestra. 

La escuela que me parece más propositiva y original en su administración de elementos es la del expresionismo valluno. Es injusto agrupar a todos los pintores que mencionaré en esta misma categoría, pero se lo hace por motivos de practicidad y de ofrecer un análisis ordenado. Podría identificarse esta corriente como una donde el color, la fuerza gestual del trazo y la deformación juegan un papel predominante, características del expresionismo alemán del siglo pasado, pero combinándose con temas nacionales, como el carnaval o el valle y las montañas. 

El paceño Leonardo Aliaga demuestra cada vez más una identidad autónoma frente a su oficio de caricaturista. Sus dos cuadros son de lo mejor de la exposición, con sus colores agresivos y una excepcional fuerza expresiva que alimentan una mitología del carnaval. También está el destacado Ramiro Baptista que con el movimiento del pincel representa atmósferas y movimiento. 

Estas peculiaridades técnicas son trasladas al paisajismo, en los cuadros de Renato Estrada e Israel Beltrán. Unos abrumadores cálidos y fríos que apelan directamente a lo sensorial y fuerza telúrica, en los valles del primero y en las montañas del segundo. 

Finalmente, está el clásico paisaje valluno en acuarela que lleva apareciendo en el mercado cochabambino casi un siglo, pero no por ello deja de tener una sensibilidad estética y belleza plástica que sigue deslumbrando. El manejo de la iluminación, los contraste con las sombras, la transmisión del sentimiento de calidez denota un trabajo de largo aliento en las piezas de Benjamín La Fuente, José Rodríguez y Amadeo Castro, entre otros.

No sería justo terminar sin recomendar ver las abstracciones de Juan Bustillo o el arte reciclado de Alberto Salazar. Desear también que estuvieran presentes los nombres de Remy Daza, Zenón Sansuste, Darío Antezana o Donald Moreira, para así afirma, sin titubear, que en esta muestra se encuentra lo mejor de la pintura qhochala.