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Las 21 mejores películas de 2021

La RAMONA comparte su ya tradicional selección de los filmes que más espacio se hicieron en su memoria cinéfila durante el año que fue. Una revisión comentada por miembros del equipo y colaboradores del suplemento.
Las 21 mejores películas de 2021

1 Days

Tsai Ming-liang, Taiwán

Volver a Tsai Ming-Liang es volver al estremecimiento. Podría hablar del poder del cine, la contemplación como reconocimiento amoroso del cuadro, del siempre hermoso y absoluto silencio de su cine. Pero lo que hace en Rizi (Días, 2020) no deja lugar a la palabra. Es un cine hecho con agua. Agua que llueve, que corre, que suena. Que lava vegetales, que da vida a las carpas koi, que ducha dos cuerpos de hombres -los de sus dos personajes- que limpia e inunda los días.

Esta obra maestra revela de qué estamos hechos los seres humanos; de qué corazón, de qué espera está hecho él. Tsai Ming-liang no corre en pos de su lengua. Camina lento, mira y escucha como si supiera de memoria eso que Robert Bresson le roba a Corot en sus Notas sobre el cinematógrafo: en el cine “no hay que buscar, hay que esperar”. Y mientras espera llegan las imágenes, los gestos de dolor, la revelación de un mundo en que el trabajo y la riqueza solo traen enfermedad y dolor crónico.

Dos personajes: un hombre de mediana edad, enfermo, rico, y un joven, sano, pobre, se encuentran en un cuarto de hotel, el contacto con la piel y una cajita de música les devuelve algo que el mundo les ha quitado mordisqueando de a poco sus días. Cuando la cajita suena volvemos a Candilejas de Chaplin, con las notas de “Terry´s Theme,” y en alguna parte de nuestro ser volvemos al origen de todo: el cine. (Alba Balderrama)

2 Flee

Jonas Poher Rasmussen, Dinamarca

Imposible no pensar en Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) o La imagen perdida (Rithy Panh, 2013) a medida que uno ve Flee, un documental que, como aquellos, recurre a la animación como antídoto representacional ante el horror que la memoria personal ha convertido en olvido. En este filme danés, no es la memoria del realizador (Jonas Poher Rasmussen) la que se intenta reconstruir mediante la ilustración animada, sino la de un amigo suyo muy cercano, un refugiado afgano afincado en Dinamarca que acepta contarle su historia a condición de que resguarde su identidad. La película es un viaje dialogado entre el cineasta y su amigo, de ribetes terapéuticos para este último, quien va desentrañando las ficciones que debió inventarse para sobrevivir lejos de su hogar y que, a la postre, acabaron reemplazando sus recuerdos reales. Solo la aceptación de su origen y de las circunstancias dolorosas que lo llevaron a Europa, narradas con animaciones de trazo sobrio pero emotivo y alternadas con algunas pocas secuencias de archivo, llevan al hombre a aceptarse plenamente en su sexualidad, sus afectos y la idea de hogar de los que no ha parado de huir desde su infancia, aun estando ya relativamente fuera de peligro. (Santiago Espinoza A.)

3 The father

Florian Zeller, Reino Unido

Con un origen claramente teatral, que es la obra homónima escrita por Florian Zeller, The father conduce al espectador por un laberinto complejo y tortuoso en el que, como su protagonista/padeciente, se pierde a cada instante, pese a no salir casi nunca de las cuatro paredes del departamento londinense donde vive el protagonista con su hija y otros personajes que cuesta saber si son reales o imaginados. La película se juega por revelarnos la faz más perversa de la ficción, esa que inventa mundos a pesar de la voluntad del hombre que las origina. Anthony, el protagonista, no es un autor de ficciones, es una víctima de ellas: lo visitan de forma impertinente hasta invadirlo sin que pueda hacer nada para plantar resistencia y evitar que lo colonicen por completo. Acaba convirtiéndose en un rehén de la ficción, un cautivo de la imaginación arbitraria de su cabeza, un esclavo de los designios que le inventa su enfermedad. El caos de su mente se extiende sobre sus relaciones, las actuales/reales que aún mantiene con su hija Anne, pero también las menos reales/actuales que guarda en la memoria, principalmente esa que lo ata a una ausente hija menor. Y jalonados por los crueles senderos de la ficción menos deseada, la que deriva de la pérdida de la cordura/conciencia, atracamos en un limbo del que ya no es posible emerger, solo seguir cayendo. (SEA)

4 Shiva Baby

Emma Seligman, EEUU

Pocos géneros cinematográficos deben hallarse bajo permanente sospecha de crisis como la comedia. Ni hablar de la comedia estadounidense, a la que no pocos ven atascada entre los resabios de la llamada “nueva comedia americana” y el envejecimiento poco gracioso de los autores del humor. Por eso reconforta tanto encontrarse con un filme de la estirpe de Shiva Baby, un ejercicio de estilo en apariencia modesto que, inscrito en la fértil tradición de la comedia judía, se solventa desde los fundamentos del género: una premisa clara (una joven sin rumbo acude a un funeral acompañando a sus padres), un guion sin fisuras (el encuentro con una novia antigua y su nuevo ‘sugar daddy’), unos diálogos inteligentes (con las mentiras resignificando cada palabra dicha), una cadena de desencuentros hilarantes (que incluyen fotos eróticas y un viaje inesperado en una van) y unos actores que le ponen el cuerpo a la incomodidad del relato (donde el sexo convive con los accidentes domésticos). El resultado final podría pasar por una screwball comedy contemporánea, en la que el protagonismo femenino permanece en un personaje que es dueño de su cuerpo, pero con las emociones a la deriva y una fe moribunda en el mundo que le toca vivir.  (SEA)

5 El poder del perro

Jane Campion, Australia

Vivía en el viejo oeste hasta mis doce años, esa era toda mi vida. Aceptaba lo salvaje de sus leyes, justas, implacables. Vivía en esa especie de calma dramática. Salía al jardín como se sale a la pradera, veía los búfalos pastar y de lejos me llegaban los silbidos de los hombres dirigiendo el ganado hacia el arroyo. Esa era toda mi vida, nunca apacible: asaltos a las diligencias, melenas de indios a caballo recortadas a contraluz en las montañas, peleas en la cantina, las chicas y los baños en el lago, los sombreros de los Cowboys (¡cómo quería uno para mí!). Y él; trece años y la muesca que se le dibujaba junto a la boca al prender un cigarro. El viejo oeste era la mejor parte de mi vida. Por eso no hay nada como una buena película sobre ese mundo y más si está hecha por una mujer que sabe lo que significa abandonarse a lo salvaje.

La directora neozelandesa Jane Campion recordándolo todo en The power of the dog (2021).

Dos hermanos, Phil (Benedict Cumberbatch) y George (Jesse Plemons), manejan una próspera granja. Ganado, cuero, peones, polvo, caballos al galope con monturas legendarias, tabaco escupido al suelo; un mundo de hombres interrumpido de pronto por la delicadeza femenina, unas sutiles flores de papel hechas por un adolescente sensible y el amor incuestionable de un hijo por su madre.  (AB)

6 Noche de fuego

Tatiana Huezo, México

Lo que le pasa a la naturaleza le pasa a los hombres y mujeres en una paradisiaca región de México. La belleza nunca fue tan letal. Los gritos de los pájaros que dejan los árboles espantados por el peligro son los gritos de las madres por sus hijas. Los cortes que los narcotraficantes hacen a los bulbos de las amapolas se repiten en la piel, en los cuerpos y en ese territorio que habla. En Noche de fuego (2021), Tatiana Huezo (El Salvador, 1972) mira la belleza y el horror con la misma insistencia.

El largometraje de la directora salvadoreña se estrenó en Netflix y se suma a las películas que retratan la violencia generada por los carteles en estos territorios de frontera, en estos espacios que se abren como heridas y se tragan sueños, vidas y naturaleza. Pero se suma de otra manera; tres niñas ven desaparecer sus cabelleras, sus vestidos, los colores y brillos que puedan delatarlas mujeres. Obedecen a actos naturales. Cada cambio en ellas no es crecimiento no es una metamorfosis, es la magia, la alquimia o la brujería que ocurre en las plantas y sus tropismos, las flores, los bosques en los que viven. Lo vegetal las camufla, lo humano se revela en ellas como algo peligroso. (AB)

7 The card counter

 Paul Schrader, EEUU

No hace más que crecer. Con los días uno la extraña más, la quiere más. Esta película, The card counter (Paul Schrader, 2021), es como una gran apuesta: crece. Apostar por la ternura o la monstruosidad. Pero antes, atravesar el corazón humano, entrar en él una mañana como se entra en un casino, dispuesto a perderlo todo. Jugar un poco, tomar otro poco, flotar sobre las acolchadas y coloridas alfombras y salir en la noche del día siguiente o de dos días después o de tres o de nueve, habiendo, siempre, perdido algo. Solo así se sale del corazón casino: despojado.

Está protagonizada por Oscar Isaac en el papel de un exmilitar, meticuloso y entrenado en la tortura en el pasado, que ahora solo juega póker. Pero el juego no es un vicio, es una redención, así como lo es escribir su diario.  Su director, Paul Schrader, conoce bien de lo que un hombre sentado en una mesa que escribe su diario significa para el cine, un viaje trascendental. (AB)

8 Undine

Christian Petzold, Alemania

Es muy probable que Christian Petzold sea el cineasta alemán activo más estimulante de la actualidad (con perdón de don Herzog, que, a estas alturas, estás más allá de nacionalidades). Aunque su trabajo ha comenzado a llegar a esta parte del mundo recién en la última década, el director de Barbara viene construyendo pacientemente una obra muy personal desde hace al menos 20 años. El más reciente eslabón de esta obra en construcción es Undine, un filme que revela continuidades con su obra previa, pero que también prueba cosas nuevas. Entre las constantes está su apego al melodrama, un género que, en su cine, constituye un tema en sí, en el que la potencia dramática radica en unos personajes femeninos comúnmente conectados con el agua. Este último rasgo, la comunión femenina con el agua, adquiere en la cinta protagonizada por Paula Beer (¿la nueva Nina Hoss?) una mayor profundidad, al narrar la historia de amor (entre un buzo y una historiadora) que nace, muere y se inmortaliza a partir de “accidentes acuáticos”. Una narración que abandona las resonancias históricas de anteriores filmes para buscar refugio en terrenos más mitológicos, que se tensionan con el estilo tradicionalmente realista del guionista y director. (SEA)

9 Quo Vadis, Aida?

Jasmila Zbanic, Bosnia y Herzegovina

Según se relata en el libro apócrifo de los Hechos de Pedro, en el año 64 después de Cristo, el emperador romano Nerón ordenó una brutal persecución y matanza de los cristianos. El cristiano más cristiano de ese momento, mano derecha de Jesucristo y sobre el que se fundaría la iglesia, huyó de Roma sin rumbo. Afuera de la ciudad se encontró con Jesús, o su fantasma, que llevaba su propia cruz a cuestas y le preguntó ¿Quo vadis? (¿Adónde vas?), a lo que Jesús respondió «Rōmam eō iterum crucifīgī» (Voy a Roma para que me crucifiquen de nuevo). Con esta respuesta Pedro toma valor y retorna a Roma para que lo crucifiquen de cabeza. 

Así de definitiva fue la persecución, el martirio y la crucifixión que sufrieron 8 mil bosnios musulmanes por serbobosnios a la cabeza de Ratko Mladic en 1995 ¡Siglo XX en todo su esplendor! La directora bosnia Jasmila Žbanić retrata esta carnicería, esta cosa innombrable e incomprensible en su película Quo Vadis, Aida? (2020), donde Aida una mujer que trabaja como traductora para la ONU en Srebrenica, escapa junto a su familia cuando el ejército serbio ocupa el pueblo, no hay salida a la persecución, a la histórica necesidad de arrasar con el que no cree igual que vos. Aida, como Pedro, como otros tantos, nunca tendrá dónde volver o dónde ir. La pregunta más antigua de la historia: ¿a dónde vas?  (AB)

10 Drive my car

Ryusuke Hamaguchi, Japón

Casi a la manera del maestro coreano Hong Sang-soo, el japonés Ryusuke Hamaguchi estrenó en un mismo año, 2021, dos largos de celebrada trascendencia: Drive my car y La ruleta de la fortuna y la fantasía. La primera de ellas, estrenada y premiada en Cannes, es la adaptación de una obra de Haruki Murakami de 169 minutos de duración, que narra la épica de un duelo contenido que solo estalla en llanto en su desenlace. Su protagonista es un actor y director de teatro que acaba de quedar viudo y que, a manera de seguir adelante, monta en una residencia artística en Hiroshima Tío Vania, de Chejov. Su rutina creativa la altera una joven chofer que le asignan y con la que va trabando una amistad que remueve el pasado, el dolor y las culpas de ambos. En este relato que, por su duración y tono, podría hundirse en el tedio y la pesadumbre, se impone una intensidad que no claudica en ningún momento, dosificando con precisión quirúrgica revelaciones argumentales y emocionales que desembocan en un final eminentemente redentor, aun en sus guiños al desasosiego imperante en la era de la peste. (SEA)

11 Spencer

Pablo Larraín, EEUU

Las fiestas de Navidad vienen siempre a desordenar el estado de las cosas en los hogares. La magnitud de ese desorden toma proporciones monumentales en el castillo de la reina de Inglaterra, cuando Diana Frances Spencer, o sea Lady Di, pasa las últimas vacaciones navideñas en la Casa de Windsor, en Norfolk, Inglaterra. Este desorden festivo, de poder, alimenticio, emocional, que pesa como una corona de mil toneladas y ahoga como un corsé demasiado apretado a la esposa del hijo de la reina, Lady Di, es el que retrata el realizador chileno Pablo Larraín en su película Spencer (2021). Ambientada a principios de los años 90, la película retrata a Lady Di como la joven prisionera de su propia condición y casta. La fragilidad de su estado emocional y el ímpetu que la invade por dentro es magistralmente expresado en la presencia actoral de Kristen Stewart como protagonista.

Si bien es cierto que la Navidad no perdona a nadie, es cierto también que el mejor regalo que uno se puede hacer a uno mismo es el retorno a la fuerza del pesebre de donde uno viene. (AB)

12 Como el cielo después de llover

Mercedes Gaviria, Colombia

Podría pensarse que, a fuerza de repetirse, los documentales de cineastas/hijos que diseccionan las relaciones con sus familias paternas han configurado una suerte de subgénero del cine de no ficción. A ese subgénero pertenece Como el cielo después de llover, con el aditamento esencial de que el padre de la cineasta, Mercedes Gaviria, lo es también y no uno cualquiera, sino uno de los nombres históricos del cine colombiano, Víctor Gaviria (La vendedora de rosas, Rodrigo D: No futuro). El encuentro entre dos generaciones de realizadores, que además son familia, abandona pronto el terreno de la nostalgia doméstica para devenir en una colisión de miradas en torno al cine: la del patriarca acostumbrado a modular las cosas a su medida y la de la hija que lo cuestiona todo, empezando por la autoridad moral y estética de su padre. Recurriendo a los archivos familiares y las imágenes del rodaje en el que Mercedes colabora con su padre, el documental se convierte también en cine dentro del cine, con la voz de la realizadora repensando sus relaciones familiares y borroneando su propio manifiesto cinematográfico, que no pregona verdades absolutas, sino apenas el lirismo de las pequeñas cosas, ese que desprende el cielo después de llover.

13 Beginning

Dea Kulumbegashvili, Georgia

Estos últimos años, la literatura y el cine brotan definitivamente de vertientes de agua femeninas. La película Beginning (2020), ganadora del Festival de San Sebastián el 2020, del galardón de FIPRESCI en Toronto, entre otros, demuestra que la ópera prima de la joven Dea Kulumbegashvili (Giorgia, 1983) bebe de esta otra sensibilidad que vive lo político y sus violencias a través del cuerpo.

Beginning es otro film que retrata la violencia religiosa, en este caso de los extremistas a un grupo de Testigos de Jehová en un tranquilo pueblo. El mundo de la esposa del líder de la comunidad, Yana, se cae poco a poco en medio de los ataques. Una enorme insatisfacción interior crece en ella y se materializa en un plano que se repite en los mejores films, el de Ofelia flotando en el agua. Solo por ese plano esta película vale la pena ser visitada una y otra vez. (AB)

14 El prófugo

Natalia Meta, Argentina

Cuando la voz es el personaje principal que se cansa de estar en el pecho de alguien, cuando se quiere enamorar, se quiere liberar de la caja de resonancia que es su humano, dejar de colgarse en las mismas cuerdas vocales de siempre, el mundo de la extrañeza lo invade todo. Eso pasa en El prófugo (2020), la película de la argentina Natalia Meta en la que una joven cantante lírica y doblajista, Inés (Erica Rivas), sufre una pérdida demasiado grande, tan grande que su mundo se torna una pesadilla y su voz escapa de ella.

El prófugo es una película sólida, con toques deliciosos de terror y un elenco potente como una explosiva combinación química; ahí están: Érica Rivas, Daniel Hendler, Nahuel Pérez Biscayart y Cecilia Roth. (AB)

15 Fue la mano de dios

Paolo Sorrentino, Italia

Un silbido como seña de amor, un “tuf, tuf, tuf” como chiste interno de dos personajes nos acompañan a los que vemos atravesar el dolor de un joven napolitano, Fabietto Schisa (Filippo Scotti), en los años 80, cuando Maradona metió, en pleno mundial, un gol con la mano. En Fue la mano de dios, la película autobiográfica de Paolo Sorrentino, la sensualidad, el juego, la broma, la muerte, la locura y la amistad son caras de una misma moneda. Esa moneda con la que a veces jugamos para tomar las decisiones difíciles, esa moneda que es el azar, que es la imprevisibilidad, la jugada de un Dios demasiado grande y demasiado incomprensible, como la que hizo el diez argentino en el estadio Azteca en 1986 contra Inglaterra.  (AB)

16 Small Axe: Lovers Rock

Steve McQueen, Reino Unido

Un quilombo, un quilombo envolvente, una franela enquilombante, eso es Lovers Rock, la segunda de las últimas cinco películas (¿episodios?) que componen la pentalogía (¿serie?) Small Axe, del británico Steve McQueen. Lovers Rock te absorbe, te succiona, te gotea, te hace sudar, te desmesura. La película narra una fiesta sabatina, desde sus prolegómenos y preparativos más prosaicos, como ser mover los muebles, sacar las alfombras y conectar los parlantes hasta la hora de ir a misa a la mañana siguiente a “expiar” el disfrute, porque disfrute ha habido a tutiplén. Son los tempranísimos ochentas en Londres, y la cita es un cumpleaños a todo dar de una beldad de la comunidad jamaiquina londinense. Steve McQueen les cede la batuta a Mercury Sound, el grupo de DJs y animadores, cuya labor es excelsa. El ritmo de la película es fantástico, cada cierto tiempo el realizador propone respiros, abandonando ese microcosmos central y dionisiaco que es la sala de baile, dirigiendo la trama a otros recovecos de la casa con digresiones que le dan una carga de violencia, desazón e inseguridad a la trama, para luego volver al otro son, con vibraciones distintas, con distinto voltaje eléctrico y de nuevo a empezar el candombe. (Álvaro Loayza)

17 Ceros y unos

Abel Ferrara, EEUU

La compulsión con la que Abel Ferrara viene filmando en el último tiempo, a un ritmo de una película por año, podría ser motivo de desconfianza para más de uno. Y aunque hay razones para observar vaivenes en los resultados finales, en ningún caso podría acusársele de estrenar películas malas o, peor, prescindibles. El cineasta neoyorquino siempre tiene algo que decir y, acaso más importante, tiene un estilo para decirlo. Eso sin contar que tiene por actor fetiche a Willem Dafoe, un tipo que, ya sea vendiendo su talento en Spiderman o trabajando bajo las órdenes de Lars von Trier, nunca decepciona. Ceros y unos es su primera película en casi una década sin Dafoe en el reparto, pero aun así no tiene desperdicio. Lo reemplaza Ethan Hawke, quien, además de encarnar a dos hermanos, uno militar y otro activista, ambos consumidos por un régimen ‘conspiranoico’, aparece al inicio y al final del visionado ya fuera de sus roles, haciendo de Ethan Hawke, presentando la película y a su director y agradeciendo a los espectadores que la vieron, como para cuestionar el estatuto de verdad de lo que acabamos de presenciar: un mundo militarizado, con una pandemia que obliga a todos a llevar barbijos, tecnologías empleadas para espionaje represivo y ataques terroristas a la orden del día. (SEA)  

18 Annette

Leos Carax, Francia

Como si fuera un homenaje al teatro, pero al teatro del director norteamericano de culto, John Cassavetes en Opening night (Noche de estreno, 1977), la película ópera rock Annette es una reflexión sobre lo que el teatro nos permite decir lo que normalmente no podemos articular, actuar no es mentir, es asumir la verdad que nos hace y no podemos decirla. 

Annette (2021) es la película menos “rara” del cineasta francés Leos Carax (1961), aquí los autos no hablan como en su anterior film Holy Motors, pero una pareja de celebridades del teatro, Henry McHenry (Adam Driver) en un escenario de stand up comedy, y su esposa Ann Defrasnoux (Marion Cotillard), en teatros como cantante de ópera ,tienen una hija Annette, una hija de la misma madera que sus padres, una niña literalmente de madera que desde que nace en este medio está destinada a ser una marioneta, una estrella. (AB)

19 Titane

Julia Ducourneau, Francia

Con su segunda cinta en competencia oficial de Cannes, de donde se marchó con la Palma de Oro de 2021, Julia Ducournau intentó ir más allá, decir más cosas, tal vez, decir cosas más importantes, con sorprendente profundidad, audacia y, al mismo tiempo, superficialidad, guion creativo que recuerda a varios y disímiles realizadores, un cine que también juega a ser de género, aunque solo use algunos moldes para subvertirlos. Titane aborda temas como la masculinidad corrosiva de una manera creativa, compleja y provocadora, se aventura a profundizar en la materialidad del cuerpo mutante como reflejo de nuestras propias contradicciones, todo esto usando sicopatías poco comunes, violencia física y simbólica que se sugiere real, surrealista, y luego real nuevamente. Mientras vemos las noticias (un 80% de crónica policial), asistimos al espectáculo de una sociedad que poco a poco abre los ojos para verse las horribles heridas que ha ocultado, no es que nos estemos matando desmedidamente, hoy más que antes, es que ahora podemos ver cada detalle, también alternamos ese horror con autos, nalgas, memes y otros divertimentos, no es evasión, eso somos también, un cuerpo fracturado, enfermo y en constante transformación. (Luis Brun)

20 La pintora y el ladrón

Benjamin Ree, Noruega

Una pintora checa exhibe sus obras en una galería de Oslo. Dos ladrones se llevan algunas pinturas de esa exposición. La Policía da con uno de los ladrones. La pintora se acerca al ladrón para preguntarle por qué se llevó uno de esos cuadros en particular y cuál es su paradero. Él le confiesa que la pintura lo cautivó y que no recuerda qué hizo con ella. Esta cadena de hechos es la que lleva al cineasta noruego Benjamin Ree a invadir la intimidad de la pintora y el ladrón, registrar los lazos afectivos que entre ambos se van tejiendo y componer con ese material un documental que escarba en el perdón, al tiempo de exponer, aun sin proponérselo, las fronteras personales que es capaz de vulnerar el arte. La pintora se acerca al ladrón y convierte su dolor en el motivo de su pintura, así como el cineasta se acerca a la pintora y al ladrón para convertir su intimidad en el motivo de un documental que se abisma con frecuencia a lo obsceno. (SEA)

21 Benedetta

Paul Verhoeven, Francia

Al cabo de sus 131 minutos de duración, uno no sabe con certeza qué pensar de Benedetta, la más reciente película francesa del neerlandés Paul Verhoeven, autor de piezas tan disímiles como legendarias: RoboCop, Instintos Básicos, Showgirls, Elle… Por unos segundos, el espectador puede sentirse estafado por la aparente chapucería del filme; por otros, divertido ante la irreverencia del realizador para mirar la historia del cristianismo. Solo con el paso del tiempo, y aún sin superar del todo los sentimientos de estafa y de diversión, es posible comprender que este filme, dedicado a narrar la historia de una monja del medioevo que se asume como la esposa de Jesús, al tiempo que explora su sexualidad con otra religiosa de su abadía, es la constatación de que Verhoeven sigue siendo, habiendo ya pasado los 80 años, un cineasta con un estilo y una ética inconmovibles. Un autor que no persigue el escándalo por el escándalo, sino que lo emplea para, por ejemplo, desnudar la impostura humana que mueve los hilos de la institución religiosa y la necedad cómplice de una comunidad atolondrada que legitima sus violencias. (SEA)