Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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RESEÑA DE LA CINTA LA VIRGEN DE COPACABANA, FILME QUE SE PROYECTÓ EN EL CINE CENTER

Experiencia religiosa o una revelación de la Virgen en el cine Center

Experiencia religiosa o una revelación de la Virgen en el cine Center



No sabía qué esperar cuando decidí ir al cine Center de Cochabamba a ver el filme nacional La Virgen de Copacabana, su historia y sus milagros. Supuse -y no me equivoqué- que el pasado miércoles iba a ser su último día de proyección. Llegué pensando que iba a ser el único en la sala o, siendo muy optimista, que otras cinco almas iban a acompañarme. Pero fue una noche llena de sorpresas.

Llegué algo atrasado a la sala. La primera gran sorpresa fue que la proyección estaba casi repleta. Algo que debió ayudar es la promoción de 2x1 de los miércoles, aunque, con todo, la asistencia era meritoria para el tan venido a menos cine nacional.

La cuarta cinta en Bolivia del realizador peruano Leónidas Zurita, precedida por Poseída por el diablo, 300 millas en busca de mamá y María y los niños pobres (¿alguien las vio?), cuenta la historia de Francisco Tito Yupanqui, escultor de la venerada imagen de la Virgen de Copacabana. La película está basada en la historia, casi leyenda, de la creación de la imagen de la Santísima Virgen del lago Titicaca. Yupanqui, al no conocer nada de arte, realizó fallidas imágenes, las cuales fueron objeto de burla de todo el pueblo de Copacabana y del clero. La película aborda el contexto histórico y social de ese tiempo, las pugnas entre los pobladores de la región y las diversas situaciones que el escultor atraviesa. Nos sitúa también en la actualidad, cuando los creyentes se vuelcan a Copacabana en busca de milagros que puedan solucionar sus problemas y/o dolencias.

La historia es narrada por el sacerdote católico Sebastián Obermaier, que además planteó la idea original y colaboró con el guión. La Virgen de Copacabana es la segunda participación actoral de Obermaier en una cinta de Zurita. Obermaier, devoto a la patrona del país, es productor de la cinta. La intención del religioso con la película, según contó a otros medios, fue de devolver y afianzar la fe católica de los bolivianos.

Las intenciones de Obermaier aparentan ser nobles. Por lo que sé, es un hombre que se ha entregado a la fe en la Virgen de Copacabana -conocida por ser milagrosa, según cuentan- y a difundir su imagen como un símbolo de paz, unión y amor.

El proyecto es interesante por la historia, el contexto de época, la leyenda y lo que significa la deidad para muchas personas. Podría sin embargo haber sido una película histórica, abocarse en la reconstrucción de la simbología y el misticismo de esta figura, sin necesidad de recurrir a la religiosidad a la que tanto se aferra. Podía haber sido un producto más heterogéneo, permitiendo acercar e interesar a más gente. Esto se puede lograr sin necesidad de moralismos beatos y una especie de scouting religioso/comercial que caracteriza a la intencionalidad de este tipo de obras, que invitan a “reflexionar” -por no decir que son un intento de lavado de cerebro- sobre nuestras “malas vivencias”, que a la Iglesia le encanta señalar y destacar tan ortodoxamente.

El horror de Zurita

Donde veo el horror en esta película es en el tratamiento, que es responsabilidad entera de Zurita. Si usted se perdió su novela esta semana, si no asistió a misa o si tenía algún encarguito para una deidad, el largometraje del peruano -de haber continuado en cartelera-, era su oportunidad para llenar vacíos. La cinta es absurdamente lacrimógena por donde se la vea. Además transmite una tortuosidad melodramática autoinfligida -como una mortificación corporal cristiana que antiguos monjes realizaban- que se refleja gutural y patéticamente. Es un flagelo innecesario para todos los sentidos y la inteligencia del público, sea o no este creyente.

Es cuestionable que el filme nos presente, en una sola visita al templo, un caso de cáncer, infidelidad, celos, esterilidad, ceguera y paraplejía, entre otros. Al contrario de reflejar fe cristiana verdadera, todos los protagonistas parecen simples oportunistas. Se muestran feligreses que solo cuando están pasando por dificultades se acuerdan de su fe, cayendo en el estereotipo típico de este género.

¿Se quería exponer una imagen paradójica de los ciervos católicos? ¿Sarcasmo con toques de humor negro quizá? En fin, parece que la Virgen estaba de buenas el día reflejado en el filme, y concedió a todos -un embajador estadounidense incluido- la oportunidad de una “mejor vida”.

El “genial” Tito

El guión, escrito también por Zurita, da lástima. Diálogos gastadísimos, irreverentes e histriónicos (sin intención sino por accidente) hacen que “Al sondo hay sitio” o la novela mexicana de turno parezcan El ciudadano Kane o Casablanca. El ridículo llega al punto de que, cuando Tito Yupanqui muestra la imagen de la Virgen a un fray -miembro de la iglesia católica en el siglo XVIII-, este se ponga de rodillas y exclame: “¡Eres genial Tito!” (¿?).

Todas las actuaciones, salvo la de Obermaier que se interpreta a sí mismo, son para el olvido. Ni los niños salvan al filme, y peor la “actuación estelar” de la actriz boliviana Mariana Liquitaya (¡!), como la Virgen de Copacabana.

¡Poné play!

Como si la edición, transición de escenas y música y la calidad de imagen no hubieran sido paupérrimas, la película, a media proyección, se congeló en pleno clímax, manteniéndose así por al menos cinco minutos. En tal momento, la silbatina, molestia y gritos del público no se hicieron esperar, mientras en algún sector de la sala se escuchaba a gritos: “¡Poné play!”.

Finalmente la imagen se descongeló y la película saltó hasta el desenlace, dejando a todos con la duda “existencial” de lo que pasó con la “genialidad” de Tito y cómo se solucionó el destino de todos los “devotos” con problemas que acudieron a la Virgen. Con los créditos incluidos, la película alcanzó la hora de duración.

Molestos, los presentes empezaron a recriminar al encargado de proyección del cine, que sacó la cabeza por encima del proyector, y en su defensa solo dijo: “Así nomás es la película”, ganándose más gritos y amenazas de denuncia al cine Center de parte del público.

Otro empleado de la sala apareció delante la pantalla para intentar calmar los ánimos de devotos y cinéfilos que pedían la devolución de las entradas -otros demandaban que repongan la película y algunos ver otra-. El encargado del Center dijo: “Aunque retrocedamos la película donde se ha congelado, regresa a la misma parte. Van a volver a ver lo mismo”.

Un hombre se paró energéticamente y protestó: “¡No hay tu tía! Yo ya he visto esta película en La Paz y falta un pedazo todavía”. Esto generó sorpresa en la cara del encargado, que quedó en silencio y sin argumentos.

Luego apareció una mujer rellenita que era la encargada, gerente o algo parecido, para solucionar el conflicto. Ya casi con todas las personas reunidas frente a la pantalla, propuso dos soluciones. La primera era volver a proyectar la película en el último horario o darles otra entrada para verla el jueves. La iniciativa no terminó de satisfacer. Pero esa no sería la última complicación de la encargada. Otra empleada le dio una mala noticia susurrándole al oído. La encargada informó entonces que la La Virgen de Copacabana salía de cartelera el jueves. La noticia generó mucho más malestar.

La encargada (Ana algo se llamaba, si no me falla la memoria), como buena negociadora y con buena disposición -me consta que es una de las pocas personas que da buen trato a los usuarios del cine Center- propuso a la gente que quería terminar de ver la película permanecer en sala. El tumulto frente a la pantalla se redujo un poco. Por otro lado, ofreció a las personas que querían ver otra película la opción de Protegiendo al enemigo, la última de Denzel Washington. Como en procesión, un grupo fue detrás de la encargada a otra sala. La última opción fue la de ofrecer una entrada, con el mismo valor de 2x1, para cualquier película (excepto 3D), para el jueves. Eso terminó de contentar a todos los presentes. En esto, una mujer elevó su mirada hacia la pantalla y, con tono sarcástico, dijo “¡Gracias Virgencita!”. Salimos en otra procesión como “feligreses” tras la encargada para hacer sellar nuestras entradas para el jueves.

¿Justicia divina?

He tenido muchas malas experiencias con la atención del cine Center y también he escuchado las mismas quejas de muchas amistades. Pueda que lo que pasó el miércoles haya sido una especie de pequeñísima retribución a todo el público que alguna vez fue mal atendido en ese lugar, a todo aquel que le cambiaron de un momento a otro la programación de la película de su elección, a todos los que les movieron los horarios o a aquella persona que en algún momento quisieron cobrarle Bs 5 por el uso del baño si no presentaba factura de consumo. El Center ejerce un tipo de casi monopolio cinematográfico en el país, pero todo es cuestión de organizarnos y como consumidores hacer respetar nuestro derechos. Lo mismo deberíamos hacer con esa estafa en la que se ha convertido el cine nacional. Ahora sí -y sin ironía- ¡gracias Virgen por la revelación!

La Virgen de Copacabana, concebida con “buenas intenciones”, como decía Obermaier para “entrar al corazón de la gente sin buscar generar espectáculo”, no logra ni lo uno ni lo otro. Se dilata ante la falta de visión y capacidad de un terrible director que busca hacer “cine posible”, estrategia que le permitirá seguir lamentablemente vigente como un “realizador” que con suerte puede ser llamado mediocre. La última proyección de esta película tuvo elementos de reflexión, arrepentimiento, redención y justicia. Sin duda, algunos la catalogarían como toda una experiencia religiosa.

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