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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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EL VICTIMADO LE PUSO NOMBRE A SU HIJA, PERO NO LA VERÁ CRECER

A casi dos años del crimen, los restos del arquitecto serán entregados a su familia

Ariel Rodríguez será despedido en Arani, su tierra. Dos hombres, entre ellos, su excuñado, recibieron la pena máxima. Los dolientes esperan que las sentencias sean ejecutoriadas.

Los papás del arquitecto Ariel Rodríguez.    ARCHIVO
Los papás del arquitecto Ariel Rodríguez. ARCHIVO
A casi dos años del crimen, los restos del arquitecto serán entregados a su familia

La familia del arquitecto Ariel Rodríguez Orellana, asesinado en octubre de 2020, recibirá el martes sus restos óseos. Finalmente, los dolientes podrán darle cristiana sepultura el miércoles en su tierra natal, Arani, Cochabamba. 

Mayumi Luizaga, esposa del arquitecto, y sus suegros Carmen y Cecilio no descansaron un solo día hasta conseguir justicia.

Sus gritos de dolor fueron escuchados la tarde del miércoles 11 de mayo de 2022, cuando el Tribunal de Sentencia No. 1 de Cochabamba dictó la pena máxima, de 30 años de cárcel sin derecho a indulto, para Edwin Carata Bejarano y su primo Brayan Héctor Quispe Bejarano, por el asesinato. El primero es el autor intelectual y material del macabro crimen ocurrido el 23 de octubre de 2020 en uno de los inmuebles de una urbanización de Chacacollo, a la altura del kilómetro 5 de la avenida Villazón, camino a Sacaba. 

Las cicatrices de la familia nunca desaparecerán, pero un poco de consuelo llegó a sus vidas. 

DESAPARICIÓN Y CRIMEN El 23 de octubre de 2020, Rodríguez (de 30 años) salió en su camioneta a una reunión laboral con unos supuestos clientes que estuvieron insistiéndole para concretar ese encuentro. Edwin Carata, expareja de una de las hermanas del arquitecto, estaba detrás de esa cita. Según las investigaciones, el móvil del crimen fue venganza debido a que la víctima no apoyaba la relación con su hermana.

Brayan Quispe y otro hombre, de quien aún se desconoce su identidad, eran los supuestos interesados en contratar sus servicios. Ariel se encontró con ellos y se reunieron en una casa ubicada en una urbanización de Chacacollo, mientras Carata estaba escondido en un ambiente contiguo. Aprovechó la distracción del arquitecto y lo tomó por el cuello hasta reducirlo.

Estos detalles los hizo conocer Quispe, de 22 años, durante el juicio oral. Dijo que dejó a Ariel con vida, pero en manos de su primo. Recordó que el arquitecto clamó por ayuda antes de que él se retirara del lugar, pero Carata le exigió que no lo escuchara y luego él salió y se trasladó a su hogar en Quillacollo. Durante el juicio, el primo del autor material se dirigió a los papás de Ariel pidiéndoles perdón por “no haberlo ayudado”.

En cambio, su primo, de 32, no mostró “arrepentimiento” e incluso se “burlaba y reía”, mientras se desarrollaban las audiencias en el Tribunal Departamental de Justicia (TDJ) de Cochabamba.

Según la declaración de Quispe, su primo volvió a llamarle el 24 de octubre. Le entregó siete bolsas negras diciéndole que botara la basura en los alrededores del inmueble, pero al interior estaban los restos óseos calcinados de la víctima. De otras partes se deshizo Carata, pero él nunca reveló los sitios donde dejó los restos, causándoles más sufrimiento a los familiares del arquitecto, quienes al menos quisieran juntar todos los restos para darle cristiana sepultura a Ariel y dejarlo descansar en paz.

Después de ese trabajo, los primos abandonaron el inmueble que Edwin había alquilado supuestamente para ayudar a Beatriz Erika Vargas G., de 24 años, quien iba a ser su comadre. La mujer, madre de tres niños (de 5 y 2 años y un recién nacido), dijo que desconocía los planes de Carata (amigo que su esposo conoció en la cárcel).

Declaró que el principal autor le pidió, el 23 de octubre de 2020, las llaves de la casa diciéndole que iba a realizar una parrillada con sus amigos y, por ese motivo, ella y sus hijos se fueron a dormir esa noche a la casa de sus padres en Villa Pagador.

Al día siguiente, volvió a la vivienda alquilada solo días antes del crimen, donde todavía estaba Edwin Carata. Según su versión, apareció Brayan Quispe y le presentó como su “hermanito”. Dijo que vio que una parte del patio quedó ennegrecida, cerca de la lavandería, y creyó que en ese espacio hicieron la parrillada. Los primos se sirvieron un refresco antes de abandonar la casa pensando que lo ocurrido la noche anterior no iba a descubrirse nunca.

Ella dijo que no conoció a Brayan antes de ese 24 de octubre, pero el flujo de llamadas demostró que mantenían comunicación antes del día del crimen. Sin embargo, la mujer fue juzgada por encubrimiento y recibió dos años de cárcel, al igual que Lucio Araníbar Mamani, de 23 años, quien tenía el celular y la tarjeta de débito (con el PIN) de la víctima. Este último conoció a Edwin en la cárcel cuando su amigo estaba preso por intentar matar a su expareja (madre de sus hijos).

Declaró que Carata le entregó la tarjeta de débito y la contraseña para que sacara dinero de la cuenta del arquitecto y, a cambio, le ofreció quedarse con la mitad de la plata. Su amigo le dio una mochila donde había un canguro y otras prendas de vestir para que las usara cuando fuera al cajero y él siguió las instrucciones.

El crimen fue esclarecido. Ariel y Mayumi esperaban con ansías la llegada de su primer bebé e incluso el arquitecto ya tenía el nombre para su primogénita, pero le quitaron la oportunidad de criarla y verla crecer. La familia doliente ahora espera que las sentencias de los asesinos sean ejecutoriadas.