Entre el olvido estatal y el maltrato humano, los Bosques Secos Interandinos se nos mueren
¿PUEDEN SENTIR LOS ÁRBOLES?
¿Algo parecido a ese atributo sensorial de miedo o alegría que de inmediato expresamos en el mundo animal (en especial de los humanos), frente a un posible peligro como la aterradora y crujiente proximidad del fuego o las motosierras, o la posibilidad de alivio, ante la cercana y húmeda fragancia del agua en la tierra, por ejemplo?
Esa pregunta suele acecharnos cada vez más insistentemente, en estos tiempos de incendios devastadores y crisis climática, cuando los bosques y sus habitantes se encuentran entre las principales víctimas: el a veces inconmensurable mundo de la vegetación y fauna, del que forman parte las poblaciones humanas que viven dentro y en su entorno.
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