Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Jorge Gutiérrez, secuestrado en Guarayos: “Pensé que nos mataban”

El reportero gráfico del diario El Deber narra las horas de terror que sufrió durante su cautiverio a manos de un grupo armado en Bolivia
Pensativo como anticipando una jornada en que su vida correría peligro. JORGE GUTIÉRREZ
Pensativo como anticipando una jornada en que su vida correría peligro. JORGE GUTIÉRREZ
Jorge Gutiérrez, secuestrado en Guarayos: “Pensé que nos mataban”

Ha transcurrido una semana desde que el reportero gráfico Jorge Gutiérrez Ávila y cinco colegas fueron secuestrados por un grupo armado que hizo una toma violenta de la propiedad agrícola Las Londras, en la provincia Guarayos, a 280 kilómetros al este de Santa Cruz de la Sierra, capital del departamento amazónico de Santa Cruz (Bolivia).

Gutiérrez, de 54 años, casado y con tres hijos, trabaja desde 1998 en el matutino El Deber y narró a la Unidad de Monitoreo de la ANP que nunca vivió una situación tan crítica y con su vida en peligro.

El hecho de violencia tuvo lugar el 28 de octubre, cuando periodistas de cinco medios de prensa de Bolivia, escoltados por cuatro policías, acudieron a realizar la cobertura al lugar donde un día antes hombres encapuchados hirieron de bala a cuatro trabajadores de Las Londras.

Al advertir las cámaras, los perpetradores retuvieron durante siete horas a los periodistas, que en ese interín sufrieron golpes de puño, con palos y patadas, también fueron intimidados con armas de fuego y amenazados con ser quemados vivos.

Cobertura de prensa

“Salimos a las 7 de la mañana, en una avioneta que puso a disposición la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (ANAPO) porque las propiedades productoras de alimentos de sus afiliados venían sufriendo ataques. Inicialmente, se habló de un sobrevuelo para tomar imágenes del campamento donde estaban los avasalladores.

Luego se nos informó que había condiciones para hacer imágenes desde tierra y la aeronave bajó a la pista de Las Londras cerca a las 8 de la mañana. Tomamos desayuno y nos dispusimos a ir a la zona de conflicto”, rememoró. La comitiva de 21 personas, conformada por siete reporteros, cuatro policías, funcionarios y propietarios de Las Londras, se repartieron en seis camionetas, que iban avanzando precedidas de un tractor que iba apartando algunos troncos y piedras que bloqueaban el camino.

Tras recorrer cerca de 10 kilómetros, llegaron a un punto donde se observaban personas reunidas y el jefe policial de la zona, Rolando Torrico, detuvo a la comitiva y se adelantó junto a tres uniformados para informar a quienes realizaron la toma violenta que la prensa pretendía recoger su versión de los hechos.

Un camarógrafo huye

“El jefe policial se reunió con los avasalladores a unos 500 metros de donde nos habíamos quedado. Luego de media hora, algunas personas comenzaron a acercarse lanzando petardos hacia nosotros. Subimos a los vehículos para escapar, entonces del monte salieron cerca de 15 encapuchados y nos cerraron el paso. Eran como las 11 de la mañana.

Dos vehículos lograron eludir el cerco, a uno le dispararon a las llantas y lo frenaron. En el otro pudo escapar el colega Róger Ticona de PAT, junto a Ronny Roca que se identificó como vecino de Las Londras y un chofer. Ellos pudieron volver a la hacienda y dieron la voz de alarma”, agregó Gutiérrez.

Los encapuchados bajaron a los ocupantes de las camionetas a empujones, puñetes y patadas. Les tiraron balazos cerca de los pies, para que no escapen. Camarógrafos como Percy Suárez, de ATB, alcanzaron a tomar imágenes del momento en que los encapuchados disparaban contra una camioneta.

Suárez recibió un golpe con un arma de fuego, para obligarlo a interrumpir la grabación y su instrumento de trabajo fue inutilizado con un disparo, igual que la cámara de Sergio Martínez, de la red televisiva Unitel, porque ese equipo no disponía de una tarjeta de memoria externa para requisarla.

“A nosotros nos quitaron nuestras cámaras, teléfonos móviles, también las billeteras. A los policías los despojaron de sus armas y a todos nos hicieron tendernos en el suelo, boca abajo. Fue uno de los momentos más tensos, porque no podíamos comunicarnos ni vernos, pero escuchábamos las quejas de los que sufrían golpes. Parecía un capítulo de la serie Narcos”, evocó Jorge.

“Pensé que nos mataban”

El grupo fue obligado a caminar durante unos 20 minutos hasta un galpón, donde el grupo armado tenía su campamento. “Tenían retenidos a otros trabajadores de la propiedad agrícola, incluso vimos mujeres. En ese momento, la avioneta que nos trajo sobrevoló el lugar.

Asumí que estaban transportando de vuelta al colega Ticona, pero pasaron muy bajo, tal vez para tomar nuevas imágenes, y entonces le dispararon a la aeronave para tumbarla (derribarla). Luego, comenzaron a interrogarnos. Pese a tener nuestras identificaciones de prensa, insistían en que veníamos pagados por alguna persona y exigían nombres y montos de dinero que ellos afirmaban habíamos recibido.

Se la agarraron (cobraron venganza) también con un policía, al que le fracturaron las costillas. Ese fue otro momento duro, porque estaban masacrando a un representante de la autoridad, estábamos en mitad de la selva y no había quien nos pudiera proteger; ahí, yo pensé que nos mataban”, dijo el fotógrafo de El Deber.

En las siguientes horas, continuaron los insultos y golpes. Y se agregaron las amenazas de muerte, incluso de quemarlos vivos como represalia por haber llegado hasta el lugar a captar imágenes. “Pasaron unas horas y bajaron el tono, creo que fue por la intervención del jefe policial, quien les hizo ver que las cosas se iban a complicar por haber secuestrado a periodistas. Cuando volvieron a hablar con nosotros, lo hicieron de manera menos agresiva. Asumieron que estaban ante trabajadores de la prensa y demandaron una transmisión en vivo, para dar su versión de que en los incidentes del 27 de octubre ellos sólo se habían defendido de un ataque atribuido a los trabajadores de Las Londras.

Pero entendieron que no había señal y entonces nos devolvieron nuestros celulares, para grabar a uno de ellos que habló ante cámara, aunque se cuidó de salir desarmado. También nos trajeron un documento que nos obligaron a firmar y en el que se establecía que recibimos buen trato y nos comprometíamos a no volver a la zona.

Cerca a las 6 de la tarde, nos permitieron salir en las camionetas, a una se le pudo colocar neumáticos de auxilio, pero otra tuvo que salir del monte con una llanta dañada por los balazos. Como ya era de noche no pudimos completar el retorno por vía aérea, así que la vuelta fue por carretera.

Tomamos un desvío y en vez de pasar por Guarayos y San Julián, salimos a Minero, en la zona norte. A Santa Cruz de la Sierra arribamos casi a medianoche”.

Tortura física y psicológica

Jorge Gutiérrez, con más de dos décadas de trayectoria como reportero gráfico, sostiene que nunca antes pasó por una situación tan aterradora. “Por el modo de hablar, era gente de la zona.

Escuché muchas veces hablar de San Julián (otra zona de producción agrícola, a 180 km de Guarayos) y de la ‘Única’, que es como se denominada coloquialmente a la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos. No sé si de verdad estaban relacionados con ese lugar y esa entidad, o lo decían con insistencia para que creamos eso. Pero lo peor fue estar boca abajo y escuchar cómo nos golpeaban, cómo nos insultaban.

Se calmaban un rato y luego reanudaban la tortura física y sicológica. Pensaba que en cualquier momento alguien se me acercaría por la espalda a darme un tiro”, concluyó. Jorge Gutiérrez estuvo un par de días con licencia laboral, lapso en el recibió el apoyo de su familia para superar el mal trance.

Ha vuelto a las calles para trabajar, porque cree que es la mejor manera de sobrellevar el trance que ha marcado su vida y su carrera profesional, y del que pudo salir con vida junto a sus colegas Silvia Gómez y Sergio Martínez de Unitel, Mauricio Egüez y Nicolás García del canal Red Uno, Percy Suarez de la red televisiva ATB, y Róger Ticona de PAT que escapó tras los disparos que recibió cuando se alejaba del lugar, primero en camioneta, luego en avioneta