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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Expertos defienden riqueza genética del maíz boliviano ante la amenaza de los transgénicos

Ejecutivos de CIPCA, la Fundación Tierra y Probioma consideran que no solo se favorece la agenda económica de un sector, sino que se pone en riesgo la seguridad y soberanía alimentaria del país, así como la biodiversidad.

Expertos defienden riqueza genética del maíz boliviano ante la amenaza de los transgénicos

La riqueza genética del maíz boliviano, uno de los alimentos más importantes en la dieta diaria de los pueblos de cuatro pisos ecológicos del país, está en riesgo con la autorización del Gobierno para realizar ensayos de semillas transgénicas, coinciden tres expertos. El Decreto Supremo 4232, emitido el 7 de mayo, también da vía libre para ensayar en caña de azúcar, algodón, trigo y soya.

A contramano, la Cámara Agropecuaria de Oriente (CAO) asegura que el uso de biotecnología es “indispensable”, no solo para crear más empleos, sino también para generar divisas y evitar su fuga por la importación de maíz, harina de trigo y otros productos introducidos al país, sobre todo de contrabando.

El director de Productividad Biosfera Medio Ambiente (Probioma), Miguel Crespo, ve un “grave” impacto sobre estos cinco productos, pero, sobre todo para el maíz. Bolivia es centro de origen de 77 razas y de cientos de variedades de este cultivo. Según la Sociedad de Arqueología de La Paz, el maíz forma parte de la alimentación en Moxos, el Chaco y Tiawanacu desde hace 7.000 años.

Gráfico 1 Transgénicos

Además, la existencia de transgénicos supondrá producir un solo tipo de grano duro y, por la polinización cruzada, contaminará las variedades criollas y naturales del país.

Pamela Cartagena, directora general del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), dijo que no solo habrá pérdida genética, sino también cultural porque el maíz es parte de rituales y de la alimentación de los bolivianos.

La CAO manifestó su “total apoyo a la valiente determinación” del Gobierno de permitir el acceso a la biotecnología. Cartagena afirmó que lo más grave para el país, de esto que los agroindustriales asumen como un logro, es que no solo se favorece la agenda económica de un sector, sino que se pone en riesgo la seguridad y soberanía alimentaria del país, así como la biodiversidad.

La riqueza genética es producto de las mejoras naturales a través de la polinización y el manejo de las comunidades campesinas. Esa es la razón por la que el maíz morado aparece con jaspes blancos, son cambios naturales originados por cada piso ecológico, por la mayor o menor cantidad de agua, la radiación solar o la altura. En Bolivia hay maíz en el altiplano, valles, Chaco y en la Amazonía. 

Como muestra de la diversidad cultural, Cartagena explicó que para un guaraní, el maíz duro se deja secar, el perla es para hacer somó, el blanco es el del choclo, hay otro para hacer humintas y otros solo para hacer harinas. Las comunidades son las que cuidan la maquinaria genética en función de su alimentación y es un manejo natural.

Los agroindustriales quieren un producto que resista hongos, plagas y sequía, algo que considera interesante en términos científicos; sin embargo, se elude el riesgo de la contaminación de variedades criollas. Puso como ejemplo que, en 2003, el ingreso de maíz transgénico de Estados Unidos a México, vía contrabando, ocasionó un desastre ecológico, se perdieron las variedades nativas por contaminación y también el material genético. El caso incluso derivó en deudas para los productores, a quienes los dueños de la patente del maíz transgénico hallado en los cultivos mexicanos pidieron pagar por el uso de sus semillas patentadas.

Cartagena dijo que las empresas productoras de semillas transgénicas, producen todo el paquete tecnológico para el manejo de suelos que incluye herbicidas, fertilizantes y además tienen la patente, pues se atribuyen la creación de esa semilla porque Estados Unidos permite patentar organismos vivos. Así, la semilla transgénica debe comprarse a las empresas y eso genera una dependencia “perversa” de esas industrias. 

La desaparición de otros cultivos es otro riesgo, según el director de la Fundación Tierra, Gonzalo Colque. Si se empieza a sembrar maíz transgénico, los agroquímicos matarán todo tipo de cultivos excepto el que proviene de semilla modificada. “Si la gente no puede sembrar (otros productos), si no puede convivir con otros cultivos, va a desplazar al modelo diversificado y hacer desaparecer la biodiversidad”.

Gráfico 2 Transgénicos

¿Y LOS OTROS PRODUCTOS? Colque observó que los agroindustriales incluyen entre sus argumentos que la biotecnología les permitirá competir con Argentina en la producción de trigo, pero en ese país la producción de ese grano es tradicional y sus altos niveles de productividad no se deben al uso de biotecnología.

Crespo recordó que son 16 años que el país produce soya con semilla modificada y no se logró incrementar la producción. El rendimiento es el mismo, pero el uso de agroquímicos subió en 150% y se amplió la frontera agrícola, algo que echa por tierra los argumentos de los agroindustriales. Los agroindustriales son 70% rusos, menonitas y brasileños; solo el 30% de los cultivos está en manos de nacionales.

Dijo también que 80% de la soya que el país produce se va a mercados internacionales, concretamente a países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) como Ecuador y Perú cuyas leyes y Constitución no admiten transgénicos.

En el caso del algodón, ve absurdo argumentar la necesidad de asegurar la alimentación. Tampoco tiene sentido pensar en la industria textil, considerando que el país ni siquiera puede competir contra la ropa usada de contrabando. Experiencias similares en Colombia e India fueron inviables.

“¿Caña de azúcar para qué?”, cuestionó debido a que si lo que se busca es mayor rendimiento, el indicado para hacer ese trabajo es el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) que debe desarrollar nuevas líneas en cultivos.

“Si el argumento del Gobierno es asegurar la salud y la alimentación ante los riesgos de la pandemia por la COVID-19, la canasta familiar no debe incluir arroz y fideo, sino frutas, verduras y cereales que son los alimentos que nutren y son los cultivos que se deben impulsar.