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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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TESTIMONIO CONMOVEDOR

Las 5 horas más oscuras de Coralía para enterrar a su esposo muerto por COVID-19 en Beni

La viuda espero cinco horas para que le den sepultura a su esposo que murió como paciente sospechoso. No llegó el tractor que tenía que cavar la fosa y tuvo que dejar el féretro a la intemperie pasada la medianoche.
Las 5 horas más oscuras de Coralía para enterrar a su esposo muerto por COVID-19 en Beni

Es el primer domingo de mayo. A las siete de la noche ingresan por un sendero de tierra recientemente abierto. La luz de la luna y el de los faroles del carro fúnebre son las únicas que alumbran el recorrido hasta llegar al lugar, donde es la última morada de aquellos que murieron por el nuevo coronavirus en Trinidad. En pocos días desde su apertura, ya hay cuatro cruces y esa noche aumentarán dos más como consecuencia de la pandemia.

Lugar habilitado para los entierros, a ocho kilómetros de Trinidad. Crédito: RRSS, facebook José Luis Melgar.

Lugar habilitado para los entierros, a ocho kilómetros de Trinidad. Crédito: RRSS, Facebook José Luis Melgar.

Coralía Guasico junto su hermana menor acompaña el féretro de su esposo Julio Barrios, quien hace cinco horas había fallecido como sospechoso de tener COVID-19. En el terreno ubicado a ocho kilómetros de la ciudad trinitaria y donde a futuro se construirá el nuevo cementerio, no hay nadie esperando, como les habían indicado a los dolientes. Ni el tractor que debe cavar la fosa ni los sepultureros a cargo del entierro.

La espera se torna angustiosa, y no hay señales de que alguien esté llegando. Los mosquitos comienzan a inundar el lugar y el calor cada vez es más intenso. El panorama es realmente lúgubre. Entre el llanto y la desesperación pasan cinco horas antes del arribo de los panteoneros. Pero, el tractor brilla por su ausencia.

En un grito desesperado, Coralía exclama: “Ya no aguanto más”, y siente que las fuerzas la abandonan. Lo único que quiere es darle sepultura a quien fue su compañero por casi dos décadas.

Como no llega el tractor, los sepultureros –al ver su estado delicado- la convencen de que dejé el féretro en el lugar. Le prometen que lo enterrarán en la madrugada y que le pondrán una cruz para que pueda saber dónde se encuentra el finado. En el momento que se retiran, llega otro carro fúnebre.

El silencio y la resignación priman durante el retorno a su casa, donde la esperan sus hijos Carely y Sebastián (18 y 14 años). Al llegar, después de fundirse en un abrazo, deciden sacar todas sus pertenencias al patio para fumigarlas una por una. Nadie se atreve a verbalizar el temor que tiene cada uno.

Una semana antes de su muerte, Julio César Barrios –de 40 años y docente de Pedagogía de la Universidad Autónoma del Beni “José Ballivián”- comenzó a sentirse mal. Pensó que tenía dengue, tan común por el Oriente. No quiso ir al hospital por miedo a contraer el virus, sin saber que ya lo tenía dentro y estaba comenzando a hacer mella en su sistema inmunológico.

Entierro de un fallecido por COVID-19 en Trinidad. Crédito: RRSS, facebook José Luis Melgar.

Entierro de un fallecido por COVID-19 en Trinidad. Crédito: RRSS, Facebook José Luis Melgar.

Le dolía los huesos y la garganta. Comenzó a tomar paracetamol con limonada, como acostumbran por allá cuando creen que están con esa enfermedad. Así pasaron los días en aislamiento, pero los síntomas fueron empeorando, la tos seca y la opresión en el pecho no lo dejaban respirar. El sábado por la mañana, la viuda se comunicó con Ingrid Tapia, colega de su esposo, para pedirle ayuda.

Ella intentó buscar ayuda, pero al ser sospechoso de COVID-19, solo podía ser atendido por personal del Centro Centinela. Julio pasó una mala noche y el domingo empeoró su estado de salud y partes de su cuerpo tornaban poco a poco de color morado.

Ante tal panorama, la amiga de la familia se movilizó para que una ambulancia lo recoja para internarlo. Se comprometieron a ir inmediatamente, pero la ambulancia llegó después de una hora, cuando Julio ya había fallecido.

A las cinco de la tarde, un médico y un técnico del Servicio Departamental de Salud (SEDES) llegaron al domicilio de la familia Barrios para preparar el cuerpo de acuerdo al protocolo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Le comunicaron a la viuda que a las siete de la noche tenía que estar en el lugar del entierro.

Ha pasado una semana desde el fallecimiento de Julio Barrios y hasta ahora, el SEDES no se comunicó con la familia para darle las indicaciones a seguir ni les tomaron las pruebas de diagnóstico. “Por ahora, estamos los tres bien”, dice Coralía entre sollozos.

Trinidad es una de las tres ciudades con riesgo alto en el país. De no tener casos positivos, en cuestión de pocos días, la cantidad de enfermos y fallecimientos creció exponencialmente. Sus pobladores se quejan de que las condiciones sanitarias son precarias y temen lo peor para los próximos días.