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Religión y elecciones 2019

Religión y elecciones 2019
El oficialismo y la oposición están instrumentalizando a la religión en la campaña electoral. El Gobierno lo hizo durante estos 13 años con las ceremonias “interreligiosas”. La oposición también. Primero fue la “Media luna” en la década pasada, y ahora Unidad Cívica Solidaridad (UCS) con un pastor evangélico como candidato a Vicepresidente.

Este uso de la religión con fines electorales se intensificó en el inicio de la campaña electoral. Una ceremonia interreligiosa marcó el punto de partida de la campaña del MAS. “Q’oas” andinas, rezos católicos y oraciones evangélicas legitimaron a los candidatos oficialistas como “enviados de Dios”. Un convenio entre el Gobierno y la Iglesia metodista, cuidadosamente publicitado, fue el escenario para la entrega de un “bastón de mando” al Presidente. El cardenal Toribio Ticona hizo un vehemente llamado para apoyar electoralmente a Evo Morales, en una concentración campesina.

Todo esto, después de que hace más de un mes se promulgara la ley de “Libertad Religiosa”, en la cual, se supone, se profundiza el Estado laico consagrado en la Constitución Política del Estado. Nada de eso es real. Como en el resto de América Latina, los actores políticos buscan instrumentalizar la religión para obtener apoyo electoral entre los militantes religiosos. Si bien la Iglesia católica pierde fieles, otras expresiones religiosas como las iglesias evangélicas pentecostales incrementan constantemente su influencia social y política.

¿A dónde conduce la instrumentalización de la religión? Pues a la pérdida de la cualidad democrática de un Estado. La discusión razonada en un contexto deliberativo ya no es más la base para la competencia electoral. Ahora se buscan las alianzas con determinadas autoridades religiosas, que negocian el voto de sus feligreses, como los sindicatos negocian el apoyo de sus afiliados. Los actores políticos ya no son portavoces de demandas sociales, sino “elegidos por la divinidad”. Y, frente a esta divinidad, no hay discusión que valga. Solo queda el ciego sometimiento. Así, la instrumentalización de la religión es la antesala del autoritarismo populista.

¿Qué puede importar la ley y la Constitución, si es que “el pueblo” y la “divinidad” han designado a quienes gobernarán Bolivia los próximos 500 años?