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Oscurantismo

Oscurantismo
Cuatro de noviembre de 1964. Recuerdo ese día como si fuera ayer. Radio “Batallón Colorados” de propiedad del Ejército, en cadena con radio Illimani, con el fondo de una marcha militar, prolegómeno de golpes de Estado de esencia castrense, difundía en un primer comunicado, que el presidente Víctor Paz Estenssoro había sido derrocado y asumía la conducción del gobierno, nada menos que su vicepresidente, el general de aviación René Barrientos Ortuño, el mismo que doce años antes, conduciendo una aeronave de la FAB, trasladó desde su exilio en Buenos Aires, al jefe del MNR para que asuma la conducción del país, tras la victoriosa insurrección del 9 de abril de 1952.

El golpe “Barrientista” estaba virtualmente consolidado, tras cruenta toma por aire y tierra, del último bastión de milicianos armados del MNR, parapetados en el cerro “Laikakota”, sede de Gobierno, hoy convertido en centro de esparcimiento para niños. Entretanto, eufóricos universitarios y estudiantes de secundaria, ganaban plazas y calles. Una algarabía expresada en manifestaciones populares, que intentaban llegar inútilmente hasta Palacio de Gobierno, ocupado por soldados del Ejército. En uno de esos intentos, el líder minero Juan Lechín Oquendo, en hombros de sus partidarios, perdió uno de sus zapatos.

Una muchedumbre de jóvenes se dirigió hasta el “control político”, lugar de torturas y crímenes. Dicha casona ubicada en la calle Potosí, había sido abandonada por los agentes de represión que huyeron despavoridos. De manera que fue fácil liberar a varios presos militantes de la derechista Falange Socialista Boliviana (FSB). Muy jovencito, me encontré mezclado entre los ocupantes del siniestro local, cuyo mandamás fue el tristemente célebre “Negro” Claudio San Román. Observé a varios políticos. Uno de ellos, el magnífico poeta Héctor Borda, quien cargaba sobre sus hombros una ametralladora pesada, todavía humeante, disparada minutos antes contra civiles. Lo insólito, de lo que doy testimonio, es que en una habitación del fondo, cuya puerta fue volada con un cartucho de dinamita, encontramos apilados, miles de libros, en su mayoría de temática marxista leninista. Otros de propiedad de opositores, cuyas casas habían sido allanadas. Los muchachos nos llevamos como trofeo, además de armas, muchos libros empastados de toda temática. Dicho episodio, nos confirmó después, que los sucesivos gobiernos del MNR ocultaron el alimento más importante del conocimiento. Es decir, la sinrazón impidió que la cultura se manifieste a través de la lectura. Hubo un oscurantismo retrógrado como en la época medieval o en la Alemania Nazi de 1933, cuando se quemaban libros considerados anti-alemanes. El oscurantismo es enemigo del libre pensamiento. En Bolivia se quemaron bibliotecas enteras. Afortunadamente hoy somos libres de elegir nuestros libros favoritos. Prueba de esta afirmación es la organización de ferias como la que se clausura hoy. Solo nos falta estimular el hábito de lectura.