Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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No estamos bien

No estamos bien
Reconocemos que la Constitución no es otra cosa que un instrumento político-jurídico que contiene un conjunto de valores, principios, normas y prácticas básicas destinadas a legitimar, modelar, organizar, regular e impulsar un tipo de sociedad política. Empero, cuando sus prescripciones no se asumen ni por gobernantes ni gobernados, ese conjunto pasa a ser como un ramillete de buenas intenciones, un bouquet, un ramo de flores mustio de novia abandonada en la puerta del altar. Es así que el vivir bien es trastocado por vivir peor; independencia de órganos del poder, por sometimiento al ejecutivo; defensa de la Madre Tierra, por agresión y descuido de ella; seguridad ciudadana, por violencia constante y no punible; hoja sagrada, por sustancia ilegal y comercio ilícito. 
Tales tergiversaciones dan como resultado un estado de cosas que nos enfrentan a la dura realidad en la que nos desenvolvemos y nos toca vivir. Aunque se insiste oficialmente que disfrutamos de una especie de jauja, un paraíso de éxitos y realizaciones, una utopía donde reina la paz, la armonía, concordia y justicia. La realidad muestra fauces abominables e infernales; semejante a lo que nos narra Dante Alighieri: Tantos pesares ésta me produjo/con el pavor que verla me causaba/que perdí la esperanza de la cumbre. 
La visión que tenemos de la Bolivia de hoy no puede ser optimista, todo lo contrario, la infinidad de cotidianos y perversos hechos así lo demuestran. Citemos algo: un informe de la web establece que en la primera semana de agosto de este año se registraron 2.351 incendios en Santa Cruz, cuando lo normal es que en todo el mes se registren alrededor 2.858. Hoy, 9 de septiembre, alrededor de casi dos millones de hectáreas se hallan afectas por las llamas, es un desastre nacional de proporciones admitida por el mismo Gobierno. Sin embargo, este se empecina y se niega a establecerlo de acuerdo a protocolos oficiales. A más de ello se suman acciones y omisiones incomprensibles e irresponsables como la de evitar el ingreso de auxilio externo internacional que coadyuve a las labores de mitigar el fuego; situación justificada bajo el argumento: “No hace falta”, dixit Pari, decisión felizmente revertida, contando ahora con 200 Cascos Blancos procedentes de Argentina, que se suman para enfrentar el flagelo del fuego. Esta colaboración del país amigo y vecino es digna de resaltar, en circunstancias en que, internamente, afrontan situaciones difíciles, emergentes de la cleptomanía de una pareja que se adueñó del Gobierno de ese Estado. 
Lo dicho no es un dato anecdótico, en ese mismo orden sorprende que no obstante la gravedad de la situación que enfrenta el pueblo boliviano en su conjunto por tales hechos y su consternación y el dolor que le embarga, la desgracia mayúscula, lejos de respetarse, se infringe con propaganda y publicidad que exalta los actos nimios del Gobierno y sus afanes electoralistas, mediante spots televisivos recurrentes, que minimizan la gravedad de la situación. 
La indignación nacional es plenamente justificada y máxime si se ignoran requerimientos reales de quienes verdaderamente hacen el trabajo sacrificado que pone en riego sus propias vidas.