Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 18:38

El billete a la libertad

El billete a la libertad
Caminando por el centro de la ciudad encontré, de casualidad, una tienda con excelentes propuestas. Como rara vez me sucede esto, ingresé de inmediato para probarme algunas prendas. 

Allí adentro, mientras buscaban mi talla, observé cómo una mujer que no superaba los 35 años pagaba por un bonito vestido. Lo que llamó mi atención fue que la señora no quiso que le colgaran el vestido y tampoco que se lo pusieran en una bolsa. Creí que la guapa dama formaba parte del pequeño grupo de personas responsables con el medioambiente y le sonreí amablemente. 

¡Qué equivocada estaba! La mujer envolvió el vestido y lo metió en la cartera, rápidamente. Al hacerlo, comentó: “Lo colocaré en el cesto de ropa sucia para que mi esposo no sospeche que es nuevo”. Con una sonrisa, trató de hacerme cómplice de la hazaña, y segundos después abandonó el lugar. 

La joven que atendía, seguro interpretó mi desencajado rostro y me dijo: “Es normal, muchas clientes incluso arrugan sus prendas antes de meterlas en sus bolsos, fingen así que se trata de ropa vieja y evitan  que sus esposos las regañen”. 

De regreso a casa, pensé por horas en lo que había visto dentro de esa tienda.  

Fue entonces que recordé a una compañera de trabajo que hacía lo mismo, era soltera pero hacía lo mismo para evitar que en su casa se dieran cuenta de que se había comprado ropa nueva. La pobre estaba endeudada hasta con el diablo, y pese a ello seguía comprando ropa muy cara. 

Aunque usaba la misma estrategia, su situación era distinta. A ella, su “compradora compulsiva” la estaba llevando a la ruina total, en cambio, a estas otras mujeres del “cesto de ropa sucia”, el miedo al control económico de sus parejas las estaba condenando a vivir presas en “comodidad”. 

¿En serio? Me pregunté varias veces. ¿Depender económicamente de alguien genera este tipo de cosas? Presumo que sí. 

Elvira Muliterno dice: “Si no eres capaz de satisfacer tus necesidades básicas tú sola, ¿qué independencia esperas lograr?” 

Y creo que sí. La “co-dependencia económica” obliga a que muchas mujeres sean “co-dependientes” también en otros niveles como el emocional y el mental.  

Imagino que si pagan tu ropa tienen el derecho de decirte  cómo vestir, cuándo comprar y cómo comprar. Siento que algunos, muy pocos espero, aprovechan esa dependencia económica para ejercer control sobre sus parejas y está claro que no solo el control, sino inclusive violencia.

Es la realidad boliviana, decenas de mujeres no dejan a sus parejas por no perder el sustento económico, están atrapadas y obligadas a seguir soportando excesos machistas por ser dependientes. 

Que quede claro que nada tengo en contra de las mujeres que en consenso con sus parejas deciden quedarse en casa, hacen valiosas tareas que no son remuneradas económicamente, estoy de acuerdo mientras eso no implique sometimiento. 

Ser independiente económicamente es un paso muy grande a la autonomía de nosotras las mujeres. Implica no solo ganar tu sustento, sino aprender a administrarlo correctamente. 

Con tantos colectivos y movimientos, siento que vamos corriendo en tacones, pero sin ser independientes no lo lograremos. Seamos libres, no solo de los demás, sino de nosotras mismas.