Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Algo para reflexionar en serio

Algo para reflexionar en serio
La muerte de Hugo Chávez, el Presidente que no pudo jurar a un nuevo mandato, está dando lugar a toda suerte de manifestaciones políticas y callejeras, donde los Presidentes y líderes del mundo se han pronunciado de una u otra manera, de modo que cualquier opinión que no se encuadre a este acontecimiento podría resultar de “mal tono” o de mucho riesgo si es que estuviéramos viviendo en Venezuela. Sin embargo, todo el escenario que se le está dando a esta muerte, debería dar lugar a una reflexión más profunda, especialmente para hablar del fenómeno del “populismo”, cuyas consecuencias casi siempre han traído más problemas que soluciones.

En la historia del mundo este fenómeno tiene sus raíces en la antigua Roma, cuando en el período de la última república aparecieron una serie de líderes populares (ofactio popularium “partido de los del pueblo”) que se opusieron a la aristocracia tradicional, dando lugar a iniciativas como una mejor distribución de la tierra, el alivio de las deudas a los más pobres y la mayor participación democrática del grueso de la población.

Se puede nombrar a varios de los Gracos, Cayo Mario o Julio César, que dieron lugar a la reacción de los aristócratas, encabezados por Cicerón, que no sólo los neutralizó y eliminó su poder político, sino que les quitó la vida. En el mundo contemporáneo, este populismo en América Latina tuvo su máxima expresión en Lázaro Cárdenas en México, Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil. En esta línea política, abundaron muchos más, dando lugar a un continuo movimiento pendular, de derecha, identificada con el sistema capitalista o de izquierda, con posiciones nacionalistas, desligadas de la influencia norteamericana, aunque ambas poniendo obstáculos a los varios intentos tendientes al establecimiento de un proceso democrático, impidiendo la construcción de un marco institucional sólido y coherente, donde funcione un efectivo Estado de Derecho. El "populismo" (del Latín "pueblo"), es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a los grupos de poder económico, su rechazo a los partidos tradicionales, su denuncia de la corrupción en las clases privilegiadas (de la que el populismo tampoco escapa), y su constante apelación al "pueblo” como fuente del poder. El populismo se caracteriza por ejercer un paternalismo estatal, distribuyendo discrecionalmente la renta nacional cuando ésta existe, en beneficio de los sectores más pobres o vulnerables de la sociedad, paternalismo que convierte al caudillo de turno en un “pater familia” de la sociedad, adquiriendo el título de dueño y señor.

Aunque el populismo se identifica con la demagogia, en sentido del discurso político que busca influir en las emociones, en lo esencial está más bien referido a las medidas o acciones querealiza, buscando la aceptación popular, sin medir todas sus consecuencias. De este modo caben todo tipo de políticas públicas, desde las que se relacionan con la economía y la sociedad, hasta las históricas y culturales, donde están involucrados valores o sentimientos largamente acumulados, muy relacionados con nuestras victorias o derrotas, así como con nuestros héroes o villanos.

El problema es que las soluciones económicas y sociales, chocan con los obstáculos estructurales, surgidos por las características físicas de nuestro entorno geográfico, por el devenir histórico que nos estructuró económicamente de alguna manera, sea en función de nuestras ventajas comparativas o de nuestro relacionamiento comercial, producto de las fuerzas del mercado o de nuestra gravitación natural. También juega la “ley de menor esfuerzo relativo” de los grupos de poder o de la propia sociedad en su conjunto. De ahí nuestra predilección por el comercio y no por la producción de bienes o servicios, o de nuestra mayor vocación al baile y no al estudio. Obviamente, la superación de los obstáculos estructurales exige recursos y tiempos que no son compatibles con el calendario populista, que debe ofrecer cambios, aunque no sean trascendentales, pero en el corto plazo. Qué mejor que distribuir el excedente, producto de los buenos precios, de la coyuntura externa, producto del surgimiento de países emergentes o sectores económicos donde se incrementa la demanda de nuestros productos, aunque éstos sigan manteniendo su condición primaria. Entre los líderes a nivel mundial o regional, no se distinguen por sus logros en el campo de la producción o avance tecnológico, sino por su grado de popularidad o por su adhesión ideológica, mejor si ésta viene acompañada de alguna “cooperación” material o económica, ya que con mayores excedentes que distribuir o regalar, mayor será la popularidad y las posibilidades de perpetuación en el poder.

De este modo el “populismo” distribuye el excedente y no lo invierte, o lo invierte mal, por la ausencia de “pesos y contrapesos” que fiscalicen el uso de los recursos fiscales. En consecuencia, no construyen nuevas estructuras económicas donde los “pobres” puedan tener empleo de calidad y permanente, ni se construyen instituciones donde el pueblo pueda gozar de seguridad ciudadana y jurídica. Los populismos de este tipo, históricamente no duraron mucho y aquellos que lo hicieron,tuvieron que ser mantenidos por otros. Por ello,la comunidad internacional debería ajustar más los valores universales, de manera que la creación de riqueza sea motivo de admiración y alabanza, donde la seguridad ciudadana sea un motivo de orgullo nacional y no una vergüenza, junto al respeto de la mujer, de los ancianos y niños. Donde el desarrollo y respeto a la institucionalidad sea una medida de la evolución humana y desarrollo. Alabar la audacia sin sindéresis, el abuso del poder sin límites, es condenar a la sociedad a vivir en un constante péndulo sin soluciones a la pobreza que los populistas se empeñan en favorecer.