Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 19:57

ZENOBIA MAMANI VIVE EN TOKIO DESDE 2005

Paceña enseña danzas bolivianas a los japoneses

Para lograr este objetivo implementó una academia y organiza fiestas bailables desde hace más de 10 años.
Paceña enseña danzas bolivianas a los japoneses


La boliviana Zenobia Mamani encaminó sus pasos a Japón, en 2005, con un objetivo bien definido: que los japoneses no solo aprendan a bailar y tocar la música folclórica de “nuestro país”, sino también que la valoren y que se empapen de “nuestra cultura”.

Catorce años después de su arribo a Japón, y tras haberse afincado en Tokio, Mamani, de origen paceño, considera que ha cumplido con creces este objetivo, pero que “hay todavía mucho que hacer”.

La paceña asegura que baila danzas folclóricas desde muy joven y siente que se ha dedicado “toda la vida” al folclore boliviano.



IDAS Y VENIDAS Zenobia Mamani llegó por primera vez a Japón en 1983 y desde entonces viajaba a ese país en forma esporádica. En 1993 había decidido radicar en esa nación asiática de forma definitiva, pero se quedó solo hasta 2000. Retornó a Bolivia.

En el país permaneció durante cinco años y decidió viajar nuevamente a Japón para radicar allí, llevando todos los antecedentes del folclore boliviano.

En sus primeros viajes, le llamó la atención ver que los japoneses bailaban danzas bolivianas e interpretaban instrumentos como el charango, la quena y la zampoña, pero se referían a la música boliviana como el folclore andino, “como si Los Andes fueran un país”.

En esa época, Bolivia era un país desconocido para los japoneses, “pero en los últimos años eso ha cambiado favorablemente”.

Los japoneses interpretaban música boliviana, pero conocían más a Perú por Machu Picchu o a Argentina por el tango.

Asimismo le llamó la atención el festival Cosquín, que se realiza desde hace más de 30 años en Japón, “donde se tocaba en un 99 por ciento música boliviana, pero se conocía como música andina. Eso me chocaba”.



FIESTAS Cuando regresó a Japón en 2005, lo hizo con la firme convicción de enseñar a los japoneses a bailar música folclórica boliviana y que la puedan diferenciar de los ritmos de otros países como Perú y Ecuador.

Con ese fin, empezó a organizar eventos en Japón, con 100 por ciento folclore boliviano, una vez al mes, en fiestas que recibía a grupos invitados y a japoneses como aficionados.

El requisito para tocar en estos eventos era interpretar música boliviana, sin mezcla.

En estas fiestas, la gente podía bailar (y lo hace todavía) los ritmos bolivianos, sin necesidad de vestir los trajes típicos.

Por ejemplo, para bailar una cueca, no era necesario que las japonesas vayan con polleras.

En esta fiesta, llamada Peña Live Bolivian Folklore Dance Party, mujeres y hombres japoneses bailan los ritmos bolivianos, como el salay, caporales, tinku y tobas, siguiendo las instrucciones de un guía (disc jockey), con la participación de grupos invitados conformados por japoneses a quienes les gusta la música boliviana.

Mujeres y hombres japoneses se acomodan en filas, en un salón, y empiezan a disfrutar de los ritmos bolivianos, según un video enviado por Zenobia Mamani. Cuando así lo requiere la danza, los participantes forman parejas y realizan las coreografías, según que han aprendido.

La participación de grupos en vivo tiene el objetivo de educar el oído de los japoneses, para que puedan bailar “nuestros ritmos”.

“Hoy por hoy, los japoneses ya tocan, por ejemplo, el caporal como para bailar, y eso ha sido gracias a las fiestas bailables a lo largo de los años”.

Desde entonces han transcurrido más de 10 años, “haciendo un trabajo arduo, de concienciar a los japoneses, y ahora podemos decir que cuando es un evento boliviano, el japonés ya conoce nuestra música y no la nombra más como folclore de Los Andes”.

Mamani recalca que viajó a Japón para enseñar a los nipones a bailar la música de Bolivia, no a organizar una fraternidad, con el objetivo de difundir “nuestros bailes y la cultura boliviana”.

Agregó que los japoneses ya interpretan la música boliviana y repiten “Bolivia, Bolivia, Bolivia”, de modo que se familiaricen con “nuestro folclore, y hoy podemos decir que estamos bien parados”.

Lo que solía suceder es que, según Mamani, los migrantes de otros países en Japón intentaban adueñarse de las danzas bolivianas.

“Si se enseña a los japoneses que, por ejemplo, el caporal es boliviano, ellos tendrán conciencia sobre eso y respetarán nuestra música”.

Mamani considera que se ha logrado avanzar en este tema y los japoneses saben, ahora, que Bolivia tiene un rico folclore.

Los japoneses interpretan todo tipo de música boliviana, comenzando desde la cueca hasta salay, que es lo más nuevo en Japón.



ACADEMIA Mamani tiene desde 2005 una academia en Japón, en Tokio, donde enseña los ritmos bolivianos a los japoneses y el número de estudiantes varía.

La bailarina manifestó que este tipo de enseñanza es una forma de sembrar el folclore boliviano, porque antes los japoneses aprendían todo al oído, en forma autodidacta, porque no había profesores, “pero ahora está cambiando”.

Su meta es que un día las danzas bolivianas no solo se destaquen en entradas folclóricas, sino que bailarines profesionales se presenten en diferentes escenarios del mundo. “Eso tomará tiempo, pero se debe empezar, con el fin de que el folclore boliviano sea una opción más para el japonés, para que aprenda la danza boliviana”.



ENTRADA Un proyecto largamente añorado por Mamani se hizo realidad este año, una entrada folclórica que se realizó la primera semana de mayo de este año, entre el 3 y 5, con la participación de la banda Poopó de Oruro, una fraternidad de Diablada que viajó desde Virginia, Estados Unidos, además de 160 sicuris japoneses.

Este evento, denominado Festival de Camino a Latinoamérica, se realizó en el puente de Arcoíris, en Odaiba, sobre el mar, en el marco de los 120 años de la migración japonesa a Bolivia.

Para lograr este objetivo, se trabajó desde diciembre del año pasado.

La entrada, con estos tres grupos, tenía una duración de 30 minutos por día, pero, además, había un escenario donde participaron grupos de japoneses, que empezaban a bailar a las 11 de la mañana y lo hacían hasta las 6 de la tarde, sin parar.

“Eso significa que hay bastantes grupos japoneses tocando folclore boliviano, danzas y música. El fin es ese, que los japoneses interpreten nuestra música”.

En criterio de Mamani, este evento ha marcado un antes y después en Japón. “Ojalá que se repita al año y que haya una entrada, es mi sueño que pueda continuar”.