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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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EL MERCADO LABORAL ES MUY COMPETITIVO Y MUCHAS MUJERES QUEDAN EXCLUIDAS DEL EMPLEO FORMAL, COMO ROSANA ROJAS QUE LAVA ROPA HACE 18 AÑOS

Cada vez hay menos trabajo y la comida para mis hijos no espera

Cada vez hay menos trabajo y la comida para mis hijos no espera





Seis de la mañana. Rosana  Rojas Mamani llega a la calle 25 de Mayo esquina Jordán de la ciudad de Cochabamba. Tiene la ilusión de que alguien le contrate para lavar ropa. El improvisado asiento en la fachada del edificio del Mercado 1 de Marzo se va llenado con más de 80 mujeres que también buscan empleo.

En cuanto un transeúnte se detiene o camina más lento por el lugar todas preguntan ¿lavado? ¿para qué está buscando? ¿Quiere limpieza?

“Antes salía tres veces”, dice Rosana con nostalgia. “Cada vez hay menos trabajo”, se queja.

Otras mujeres se aproximan. Vuelven a preguntar. ¿Lavado? La docena cuesta Bs 10, "pero hay personas conscientes que pagan Bs 12", aclara.

Rosana ha crecido en ese lugar. Acompañaba a su mamá desde los cuatro años. Ahora, con 31 años, tiene que ganar al día al menos 60 bolivianos, pero habitualmente obtiene entre 30 y 50 bolivianos. Necesita alimentar a sus tres hijos de 14, 7 y 3 años. Andar con la niña para el lavado le resta clientes.

La lavandera regresa a su casa a la una para cuidar a su pequeña, porque en la mañana su niña está con su papá, en el taller de costura.

Rosana dice que puede ganar hasta Bs 100 en un día de suerte, con lo que compensa sus gastos. Pero es viernes a mediodía y no ha conseguido aún ningún trabajo. Vendrá también el sábado. “No vengo cuando voy a vender refresco o tengo contratos de lavado”, aclara.

Su esposo le enseñó costura. Un tiempo le iba bien, pero ahora tampoco hay trabajo en costura. El pago de Bs 1.200 al mes "no alcanza para nada" y hay que esperar hasta fin de semana para el adelanto. "La comida no espera dos o tres días" y en la escuela piden materiales para sus hijos, lo que también exige dinero. 

El alquiler de su vivienda le cuesta Bs 500, al margen de los gastos de luz y agua.

"Necesitamos ayuda para tener trabajo. El Evo que no solo se fije en los campos, que vea en la ciudad, en los barrios”, pide.

Rosana lava ropa desde los 13 años. A los 14 empezó a salir sola. “A veces los hombres nos quieren hacer algo”, afirma, al indicar que su empleo es inseguro. Rememora que algunas de sus compañeras que iban a buscar trabajo con ella y que después de subir a un vehículo para ir a trabajar no volvieron más

Rosana estudió hasta tercero de primaria. “Mis papás no tenían dinero. Aquellas veces eran caros los libros y ya no pude estudiar”.

El padre de Rosana era albañil. "Él  nos botaba o nos pegaba y los siete hermanos (cinco mujeres y dos varones) escapábamos con mi mamá.  Ella es orureña y veníamos desde la laguna Alalay a pie. Nuestro desayuno era linaza y pancito", recuerda.

Las mujeres que buscan empleo en la calle 25 de Mayo carecen de organización. Las dirigentes piden uno o dos bolivianos por día para hacer cartas, para ir a hablar a las autoridades.

"Todo es dinero. Si quieres tener un puesto es dinero. Si quieres empezar a trabajar es dinero", lamenta Rosana.

Recuerda que hasta hace unos años recibía hasta Bs 5 por cuidar motos, pero ahora hay encargados. "Lo único que nos queda es pelear entre nosotras por salir a trabajar y si no conseguimos,  nos vamos sin un peso. Solo venimos a gastar. Hasta usar el baño cuesta Bs 1”, protesta. 

Rosana opina que es difícil conseguir un buen trabajo. Fue niñera hasta que, por salir un día, le echaron  con agua caliente. Se empleó como trabajadora del hogar, pero "las señoras nos tratan mal. Nos dicen solo vas hacer estito y, llegado el momento, nos hacen hacer más cosas, nos gritan o inventan que  robamos y no quieren cancelar el sueldo. Nadie quiere trabajar cama adentro porque hay que estar de 6 de la mañana hasta las 10 u 11 de la noche", señala. Rosana fue asistente de cocina y se sintió explotada. "Nos dicen flojas y nos dan el último plato, nunca lo que comen ellos. Nos culpan de todo, quieren la perfección, pero no indican".

Una de la tarde. Queda muy poca sombra en la acera sur de la calle Jordán.

Rosana se pega a la pared para tener un poco de sombra. Dice que su madre tiene como el ingreso más importante de su economía la Renta Dignidad. No pudo ahorrar ni tiene jubilación. Ya no lava ropa porque le duelen los brazos y ahora es comerciante minorista.

Al lado de Rosana, una joven madre, con el bebé en la espalda, trata de apaciguar el cansancio y llanto de su hija de tres años. Tampoco encontró a alguien que le contrate para lavar ropa.

Datos

Población

- La población económicamente activa es del 47 por ciento .

- Los habitantes de 15 a 24 años suman 2.040.141, casi 20 por ciento del total del país.

Tendencia

- Hay un aumento de los empleos, pero la mayoría son de baja calidad por la inestabilidad laboral, los ingresos y salarios insuficientes para cubrir una canasta alimentaria.

- Los trabajadores carecen de seguridad social; sus jornadas son largas y hay permanente violación de los derechos

laborales.

Jóvenes

- Casi 50 por ciento de los jóvenes estudia y trabaja.

- Aproximadamente la mitad de los jóvenes empleados de 17 a 24 años no recibe remuneración por sus labores.



Microempresas

Según Fundempresa, el 92 por ciento de establecimientos económicos son de la micro y pequeña empresa y unipersonales.

Fuente: Bruno Rojas - CEDLA.

Esperan empleo con el PAE

La bolsa de trabajo del Programa de Apoyo al Empleo (PAE) del Ministerio de Trabajo en Cochabamba tiene registradas a 200 personas, la mayoría de 20 a 26 años, que buscan empleo. Hasta ahora, ninguna empresa que requiera servicios se ha inscrito, pese a la intensa publicidad radial y televisiva del programa.

La mayor parte de los que buscan empleo son profesionales en marketing, administración de empresas contabilidad, auditores, ingenieros industriales y civiles. Hay profesionales con diplomados, maestrías, hasta con doctorados, así como técnicos, bachilleres y personas que no culminaron sus estudios.

 El responsable regional del PAE en Cochabamba, Omar Moisés Zanabria,  dice que faltan empresas que quieran contratar personal quizás porque desconocen el programa que busca capacitar a los trabajadores en su empleo, a la vez de apoyar a la empresa. El PAE es un intermediario. Ofrece un estipendio mensual al trabajador de 1.440 bolivianos mínimo y un máximo de 2.600, dependiendo del nivel de estudios del postulante. Hay estipendios mensuales intermedios de 1.656 y 1.879  bolivianos, además  un seguro para accidentes de trabajo y seguro de vida.

Carreras antes vetadas, dos profesiones y un proyecto empresarial para sobrevivir

Erika Herbas, de 26 años,  es la única mujer que estudia la carrera Mecánica Automotriz en horario nocturno, en el Instituto Infocal.

Es ingeniera industrial y recientemente renunció a su empleo de Jefe de Aseguramiento de Calidad y responsable del Sistema integral de Gestión en una fábrica de plásticos. Se sumaron varios factores. El principal fue la baja remuneración, pues percibía  menos de 3.000 bolivianos, cuando su aspiración era, al menos, 4.000 bolivianos. En el trabajo tuvo vacaciones y aportó para su jubilación.

Para obtener su primer empleo, Erika empezó como pasante. Hizo un trabajo dirigido de 6 meses para la certificación ISO 9001, sistema de gestión de calidad y medio ambiente. Colaboró con su tutor, que era responsable del sistema, y aprobaron la auditoria. Fue su tema de tesis. Luego la contrataron como jefe de aseguramiento de calidad. Su tutor se retiró y Erika asumió ese cargo más.

Era una responsabilidad muy grande. La contrataron tres meses antes de la auditoría y pudo mantener la certificación, además de renovarla al año siguiente.

Ahora estudia una carrera técnica para abarcar un área específica. 

Erika considera que lo que más hay en el mundo son vehículos y todos tienen un auto. “Sí o sí va a haber trabajo, porque todos necesitan mecánicos”, asegura con entusiasmo.

Aunque hay  mecánicos en cada esquina, no se sabe si son buenos o malos, dice Erika. Por necesidad se acude a cualquiera. “Quiero abrir una mecánica accesible al bolsillo de todos y que tenga buena atención, algo que se pueda certificar con un sistema de calidad, de respeto al medio ambiente y otros”, adelanta.

 Trabajar con motores, electricidad, chapería, soldadura es una novedad para Erika y le va muy bien, “Cada vez me gusta más”, afirma.

 Por su experiencia laboral, sostiene que lo mejor para encontrar empleo es empezar como pasante, hacerse conocer y lograr el  contrato. Ahora busca trabajo, pero lo que más demandan son personal de ventas, contadores y auditores. Los compañeros de estudio de Erika son todos trabajadores. Entre ellos está Juan Carlos Arismendi, que percibe Bs 250 a la semana, sin seguro ni jubilación.

La pasión por las carreras tradicionales

Que la persona dé un bocado y sonría es lo que más le llama la atención. Solo con la expresión de la cara, ella sabe que les gusta la comida que preparó.  “Eso me motivó a estudiar gastronomía”, dice Lili Ferrufino Tumiri, de 33 años.

 La docente de gastronomía en Cochabamba y La Paz enseña ahora en el Instituto Infocal, donde estudió, hace unos años.

Además de técnica en gastronomía es ingeniera comercial y tiene un instituto en Quillacollo. “Mi desafío es que los estudiantes aprendan mucho más y se arriesguen a salir al mercado”, señala.

  Ferrufino presta servicios de catering y organizó varios restaurantes para después venderlos.

” El trabajo es duro y con perseverancia todo se puede”, es su filosofía. Por eso ella está en permanente capacitación. Estudió en México, Chile y Perú. Piensa retornar a México para culminar la licenciatura o especializarse en cocina mexicana.

“Garra tienes que tener para trabajar en este medio que es bonito e interesante” afirma.

La gastronomía es una profesión lucrativa. “Todo el mundo come, todo el mundo paga por comer”, dice.

 Ella calcula que la inversión en los insumos es entre 50 por ciento a 60 por ciento y el saldo tiene que ser la utilidad. 

Pero el sueldo en sector gastronómico para los que empiezan es mínimo y pocos acceden a empleos estables y bien remunerados. Cuando Lili empezó la carrera tenía 50 compañeros y compañeras. El segundo semestre, el número de estudiantes bajó  a 40 personas. Los que terminaron la carrera y ejercen la profesión son solo tres.

 

PARVULARIO Andrea Claure, de 22 años, trabaja en un centro infantil. Percibe un salario digno, doble aguinaldo, cuenta con seguro y aporta a la administradora de fondos de pensiones para su jubilación. Desde el segundo semestre de la carrera de Parvulario realizó prácticas institucionales y encontró trabajo, un año antes de acabar la carrera.

Egresó hace dos años, pero con su voluntariado y pasantías ya tiene tres de experiencia. Para algunas de sus colegas, la situación es más difícil, porque no terminaron de estudiar. "Se necesita harta dedicación para encontrar trabajo", dice.

Por las tardes, cursa un  diplomado en la Universidad Privada Boliviana . Su meta es tener un centro integrado para niños, niñas y niños especiales y, en el futuro, un geriátrico.

"La capacitación es esencial, ya que si estudias sabes lo que estás haciendo" señala. "Soy feliz porque hago lo que me encanta", concluye.