Todo sufrimiento que no es hablado se traduce en actos criminales
15 de julio de 2018 (18:00 h.)
“No es necesario sufrir para ser un poeta. La adolescencia ya es bastante dolorosa para cualquiera” (Jhon Clardi).
Entender el alma adolescente es difícil. Con este artículo lo que pretendo es que podamos afinar un poco nuestro saber sobre esta etapa. No por nada la sociedad le hace mala fama, denominándola “edad del pavo” o “edad del burro”.
En esencia, lo que se quiere decir es que es una edad difícil y, me atrevería a decir, crucial, pues de ella dependerá nuestro armazón psicológico para asumir la “adultez” y todo lo que ella conlleva: nuestra identidad, cómo y con quién hacer pareja, la sexualidad, la muerte, el proyecto de vida y el sentido de nuestros actos.
¿Qué es un adolescente para los psicólogos? Si tendríamos que hacer un perfil psicológico, diríamos que lo característico es su constante contradicción. Vemos que el adolescente puede lanzarse alegremente a la vida y, de repente, quedarse detenido, vacío de esperanza; un día mostrarse rebelde e intransigente y al otro resignarse y aceptar todo; puede sentirse deprimido y, un segundo después, de manera súbita, desbordar de felicidad. En cualquier otra época de la vida consideraríamos esta inconsistencia como algo insano, pero en la adolescencia no hay nada más normal.
Se trata de una etapa fundamental para el futuro desarrollo, todo lo que somos como adultos lo hemos elegido con la energía y entusiasmo del adolescente que fuimos y aún vive dentro de nosotros. Pero, es importante tomar en cuenta que todo esto no es un impulso aislado y solitario, pues en la adolescencia se toma verdadera conciencia del otro: el amigo, el hermano, la pareja, el profesor; las personas que acompañan al adolescente son vitales.
Entonces, como adultos, hay que saber acompañar de manera no intrusiva, sin ofender, teniendo mucho tacto y delicadeza para poder ganar su confianza. Hay que considerar al sujeto que atraviesa esta etapa en su justa dimensión: un ser atribulado, pero, a la vez, un creador, con una inconmensurable fuente de energía sin la cual no se podría existir.
ADOLESCENTES
Y DELINCUENCIA
¿Qué factores inciden para que los adolescentes actúen fuera de la ley? Como se vio, la adolescencia es una edad crítica, caracterizada por una confrontación con la ley, ya que cada adolescente se enfrenta a la autoridad a su manera. En un primer momento, el desafío se da entorno a la ley de los padres, los cuales se angustian tratando de resolver ese atolladero.
Para empezar, hay que advertir que no todos los adolescentes padecen patologías graves o conductas peligrosas; el agravamiento o apaciguamiento de las mismas dependerá del acompañamiento y seguimiento que hace cada familia. No olvidemos que ellos necesitan de otro que los guíe, los ampare y los escuche para que vayan sobrellevando esta etapa.
Por otro lado, en nuestro país, sabemos que muchos jóvenes que viven en situación de calle provienen de familias poco afectivas y de escasos recursos, encontrando un lugar singular en esa forma de vida que, por cierto, está fuera de la ley social. Allí, ellos crean su propia ley, donde la delincuencia es un modo de subsistencia.
En la clase media alta, conformada por familias que tienen recursos económicos, pero sin tiempo para lo afectivo, existen otras formas de desamparo para los jóvenes, ya que son convertidos en carne de cañón para otros adultos y otros discursos que aprovechan la vulnerabilidad de estos sujetos, ofertando membresías a pandillas o productos tóxicos como la pornografía, las drogas, el alcohol.
Nuestra lectura psicológica indica que todo sufrimiento o dolor, cuando no es hablado, se traduce y se manifiesta en actos, pueden ser actos violentos y, en algunos casos, criminales. Todos los adolescentes son difíciles, pero es importante escuchar los motivos ocultos de este actuar.
¿Qué deberían hacer los padres, la sociedad y las autoridades al respecto? A nivel social, actualmente se está pasando por una crisis de valores. Gran parte de la patología que vemos en los adolescentes debe ser pensada en un contexto donde falla la constitución de ideales culturales. Los valores actuales de la sociedad no están brindando respuestas, no marcan metas ni recorridos, solamente imágenes y acciones. La palabra ha perdido valor. Es notorio cómo privilegian los adolescentes la música y la imagen como lenguajes y, cada vez más, pierden la fe en las palabras de los adultos.
Vivimos en un mundo donde se transgreden las normas éticas y donde existe una sensación de no-futuro, por eso habría que pensar qué es lo que estamos transmitiendo como sociedad a estos jóvenes. ¿Estamos orientados o más desorientados que ellos?, ¿escuchamos las necesidades afectivas?, ¿estamos siendo un sostén cultural, económico y afectivo para esta juventud que depende mucho de un otro?
Cada uno desde su lugar debe responderse y abrir un espacio para poder alojar las necesidades de estos adolescentes y hacer que resignifiquen sus actos peligrosos. Brindarles ideales más sustentables y no destructivos, como ser espacios de arte, deporte y escritura, donde puedan expresarse y construir, acompañados un proyecto de vida diferente al que pensaron que fue su destino.
Entender el alma adolescente es difícil. Con este artículo lo que pretendo es que podamos afinar un poco nuestro saber sobre esta etapa. No por nada la sociedad le hace mala fama, denominándola “edad del pavo” o “edad del burro”.
En esencia, lo que se quiere decir es que es una edad difícil y, me atrevería a decir, crucial, pues de ella dependerá nuestro armazón psicológico para asumir la “adultez” y todo lo que ella conlleva: nuestra identidad, cómo y con quién hacer pareja, la sexualidad, la muerte, el proyecto de vida y el sentido de nuestros actos.
¿Qué es un adolescente para los psicólogos? Si tendríamos que hacer un perfil psicológico, diríamos que lo característico es su constante contradicción. Vemos que el adolescente puede lanzarse alegremente a la vida y, de repente, quedarse detenido, vacío de esperanza; un día mostrarse rebelde e intransigente y al otro resignarse y aceptar todo; puede sentirse deprimido y, un segundo después, de manera súbita, desbordar de felicidad. En cualquier otra época de la vida consideraríamos esta inconsistencia como algo insano, pero en la adolescencia no hay nada más normal.
Se trata de una etapa fundamental para el futuro desarrollo, todo lo que somos como adultos lo hemos elegido con la energía y entusiasmo del adolescente que fuimos y aún vive dentro de nosotros. Pero, es importante tomar en cuenta que todo esto no es un impulso aislado y solitario, pues en la adolescencia se toma verdadera conciencia del otro: el amigo, el hermano, la pareja, el profesor; las personas que acompañan al adolescente son vitales.
Entonces, como adultos, hay que saber acompañar de manera no intrusiva, sin ofender, teniendo mucho tacto y delicadeza para poder ganar su confianza. Hay que considerar al sujeto que atraviesa esta etapa en su justa dimensión: un ser atribulado, pero, a la vez, un creador, con una inconmensurable fuente de energía sin la cual no se podría existir.
ADOLESCENTES
Y DELINCUENCIA
¿Qué factores inciden para que los adolescentes actúen fuera de la ley? Como se vio, la adolescencia es una edad crítica, caracterizada por una confrontación con la ley, ya que cada adolescente se enfrenta a la autoridad a su manera. En un primer momento, el desafío se da entorno a la ley de los padres, los cuales se angustian tratando de resolver ese atolladero.
Para empezar, hay que advertir que no todos los adolescentes padecen patologías graves o conductas peligrosas; el agravamiento o apaciguamiento de las mismas dependerá del acompañamiento y seguimiento que hace cada familia. No olvidemos que ellos necesitan de otro que los guíe, los ampare y los escuche para que vayan sobrellevando esta etapa.
Por otro lado, en nuestro país, sabemos que muchos jóvenes que viven en situación de calle provienen de familias poco afectivas y de escasos recursos, encontrando un lugar singular en esa forma de vida que, por cierto, está fuera de la ley social. Allí, ellos crean su propia ley, donde la delincuencia es un modo de subsistencia.
En la clase media alta, conformada por familias que tienen recursos económicos, pero sin tiempo para lo afectivo, existen otras formas de desamparo para los jóvenes, ya que son convertidos en carne de cañón para otros adultos y otros discursos que aprovechan la vulnerabilidad de estos sujetos, ofertando membresías a pandillas o productos tóxicos como la pornografía, las drogas, el alcohol.
Nuestra lectura psicológica indica que todo sufrimiento o dolor, cuando no es hablado, se traduce y se manifiesta en actos, pueden ser actos violentos y, en algunos casos, criminales. Todos los adolescentes son difíciles, pero es importante escuchar los motivos ocultos de este actuar.
¿Qué deberían hacer los padres, la sociedad y las autoridades al respecto? A nivel social, actualmente se está pasando por una crisis de valores. Gran parte de la patología que vemos en los adolescentes debe ser pensada en un contexto donde falla la constitución de ideales culturales. Los valores actuales de la sociedad no están brindando respuestas, no marcan metas ni recorridos, solamente imágenes y acciones. La palabra ha perdido valor. Es notorio cómo privilegian los adolescentes la música y la imagen como lenguajes y, cada vez más, pierden la fe en las palabras de los adultos.
Vivimos en un mundo donde se transgreden las normas éticas y donde existe una sensación de no-futuro, por eso habría que pensar qué es lo que estamos transmitiendo como sociedad a estos jóvenes. ¿Estamos orientados o más desorientados que ellos?, ¿escuchamos las necesidades afectivas?, ¿estamos siendo un sostén cultural, económico y afectivo para esta juventud que depende mucho de un otro?
Cada uno desde su lugar debe responderse y abrir un espacio para poder alojar las necesidades de estos adolescentes y hacer que resignifiquen sus actos peligrosos. Brindarles ideales más sustentables y no destructivos, como ser espacios de arte, deporte y escritura, donde puedan expresarse y construir, acompañados un proyecto de vida diferente al que pensaron que fue su destino.