A FONDO. LO QUE EL FUEGO SE LLEVÓ
El incendio deja plantas, animales muertos y heridos en el Tunari
Zonas boscosas en Tirani y Andrada se convirtieron en un cementerio de incontables árboles caídos.
Un roedor quemado tiene las patas tiesas, su piel ya no está completa, le rodean las moscas y le devoran las hormigas; está entre las cenizas. Los árboles quemados están negros, parecen esqueletos; sus troncos y ramas se convirtieron en carbón.
Hace una semana se volvió a quemar el Parque Nacional Tunari. El fuego atacó a muerte durante tres días. Los lugares más dañados fueron Tirani, Andrada y Leuquepampa, en jurisdicción de la ciudad de Cochabamba. Este año, los ataques de fuego que no pudo evitar el Tunari ya son más de una treintena. El director interino del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), Alberto Terrazas, informa que en dos incendios registrados la pasada semana, se destruyeron 564 hectáreas en el área protegida. El incendio que inició el domingo 29 de septiembre, y que duró tres días, fue el peor de los últimos años.
Ahora, la zona donde el rojo del fuego se vio desde distintos lugares de la ciudad, es un cementerio, donde la muerte se evidencia en animales inertes, árboles caídos y ceniza que se levanta con el viento. Un recorrido por la zona de Tirani, por el camino de ripio empinado y accidentado, expone el contraste de la vía de tierra en medio de un paisaje negro sin vida.
El Tunari se quemó más de 300 veces en menos de siete años, desde 2013, y los incendios afectaron alrededor de 10 mil hectáreas desde entonces, según los registros de la Unidad de Cambio Climático, Riesgos y Desastres de la Gobernación de Cochabamba.
LOS MUERTOS
El cadáver de una víbora parece petrificado, está con la boca abierta y parece haber muerto intentando huir del fuego. Los roedores que no lograron escapar también se exponen sin vida mimetizados entre el carbón ya frío de lo que fueron bosques de pinos, eucaliptos y quewiñas.
El director interino del Sernap describe que encontraron también nidos consumidos por las llamas.
Durante el incendio, las llamas superaron los 20 metros de altura. Los sonidos que antes eran del trinar de los pájaros y el viento moviendo las ramas de los árboles, se transformaron en chillidos agudos de las aves en medio del humo, las hojas y ramas como explotando y los zumbidos del helicóptero Bambi Bucket y el Supertanker (un avión bombero), que intervinieron tratando de sofocar el fuego, sin lograrlo hasta días después. En medio del riesgo, se escuchaba cada cierto tiempo “¡evacúúúen!” para que quienes combatían contra el incendio se pongan a buen recaudo.
El daño causado, la pérdida de flora y fauna, es el reflejo de una batalla perdida.
Terrazas dice que entre Andrada y Tirani el fuego consumió 336 hectáreas; y 228 en Leuquepampa. Entre Tirani y Andrada hay 48 hectáreas de eucaliptos afectados, 75 de pinos, 51 de quewiñas y otros árboles nativos y 172 de pajonales. De todo, el 95% pertenece a Tirani, que es zona boscosa, y 5% a Andrada.
Los sectores no afectados, que quedaron como manchas amarillas, son los terrenos con surcos para sembrar.
Recorriendo con la vista de arriba abajo, es como si un río de tinta negra hubiera desbordado desde la cima de las montañas y hubiese bajado devorando los bosques y tiñendo el paisaje. Es como si hubiera llovido ceniza y carbón.
Todavía huele a quemado.
LOS HERIDOS
Como los heridos de esta batalla perdida, están los arboles mutilados, que quedaron solo con algunas ramas y pocas hojas. Varios parecen estar agonizando.
3 meses
Los meses en los que se activan más focos de calor son julio, agosto y septiembre. Empieza a disminuir en octubre, cuando inician las lluvias. El peor incendio en el Tunari inició el 29 de septiembre y duró tres días.
El biólogo Milton Fernández explicó antes que la recuperación de un bosque incendiado depende de la edad de los árboles. Todo está sujeto a la intensidad del fuego y el tiempo que dure.
Si el daño llega al duramen de las especies, “los árboles mueren”. Si la afectación es menor, pueden rebrotar, pero es necesario que transcurran entre dos y tres años, y eso dependerá también de la existencia o no de lluvias.
Los bosques nativos, como los de quewiñas, pueden ser más afectados si están en medio de pinos y eucaliptos porque les llega menos luz, y eso incide en su desarrollo.
En la actualidad, los bosques de quewiñas quemadas tienen árboles cuya corteza se incendió como papel. La furia del viento quita capas de corteza afectada y deja ver troncos que parecen todavía tener vida.
LOS VIVOS
Los bosques que se salvaron tienen troncos fuertes y ramas llenas de hojas verdes. Sobre todo los pinos, que forman como túneles en algunos sectores de los caminos, quedan como el recuerdo de lo que antes fue la flora viva en las zonas que ahora son las más afectadas por los incendios.
En medio del cementerio que dejaron los árboles quemados, troncos caídos y un gran colchón de ceniza, hay seres que se aferran a vivir. Aves de colores diversos, se posan en las ramas negras, caminan en los suelos y vuelan en medio de un paisaje que parece abandonado.
El parque Tunari alberga a centenas de especies de fauna y flora, gran cantidad propia de está región y de Bolivia.
Según las autoridades, los incendios forestales son provocados por la mano del hombre. Las investigaciones son difíciles. Por el incendio de la semana pasada, hay una decena de personas investigadas; son quienes ingresaron al Tunari el 29 de septiembre, y fueron registradas por los soldados que custodian ingresos.
CADA AÑO
Solo el incendio de pasados días afectó más que todos los anteriores en el Tunari, Entre enero y agosto de 2019, el fuego consumió 354.7 hectáreas, según los registros de la Gobernación.
Uno de los eventos más graves antes fue en Combuyo, Vinto, donde a principios de agosto los bomberos y voluntarios combatieron contra las llamas durante más de 24 horas; el fuego acabó entonces con un centenar de hectáreas.
En 2018, ocho incendios consumieron 40 hectáreas.
En 2017, el Tunari ardió 30 veces y el fuego afectó 967 hectáreas
El año 2016 fue el más crítico, antes de 2019. Hubo 50 incendios, y el fuego arrasó con 4.151 hectáreas.
En 2015 fueron 58 incendios y 1.579 hectáreas quemadas; en 2014 hubo 74 y se quemaron 1.293 hectáreas; y en 2013, 56 incendios devastaron 1.018 hectáreas.