Familia Zurita Castro: contagiados, estigmatizados, recuperados y ahora prevén ser donantes de plasma
Tienen una lista de números de teléfono de personas que les buscan, desde el 30 de junio, cuando les dieron de alta, para que puedan donar plasma. La gente sabe que los miembros de la familia Zurita Castro, al estar recuperados del coronavirus, COVID-19, pueden salvar la vida de pacientes en estado crítico.
Pero, semanas antes fueron discriminados, estigmatizados y hasta les negaron ayuda.
Claudia Castro es la portera del centro de salud Jaihuayco, situado en el sur de la ciudad. Ella, su esposo, Carlos Zurita, y sus seis hijos, al igual que personal de salud de ese centro médico, dieron positivo al coronavirus, a principios de junio.
“Gracias a Dios estamos perfectamente bien, en la etapa final”, expresó ella.
EL AISLAMIENTO
En la actualidad, identificar el momento del contagio es difícil, porque el virus ya está en todo lado. Sin embargo, Zurita hizo una retrospectiva y recordó que una semana antes de que se sometan a los exámenes de laboratorio, había acudido gente contagiada al centro de salud.
Castro realiza distintas funciones en el lugar. Hacía de guardia, limpiaba e incluso ayudaba a la gente a sacar la ficha para luego ser atendida.
Les tomaron muestras el 2 de junio, y el 4 les informaron que dieron positivo a la COVID-19.
Se aislaron en la vivienda que ocupan el fondo, detrás del centro médico. Ella no estaba mal. “Solo me dolía la garganta”.
De acuerdo con los protocolos, ella podía estar en aislamiento y cumplir cuarentena en su vivienda. Pero, hubo presión, y la trasladaron al Hospital del Sur.
Como también hubo personal de salud que dio positivo, el centro cerró temporalmente.
Castro fue trasladada al hospital y estuvo ahí durante tres semanas. Su esposo y sus hijos se quedaron en la casa.
Su temor era sentirse peor porque estaba en un lugar donde había otros pacientes. Describe que no le medicaron mientras estuvo internada. Estuvo en buen estado de salud. Pero, sintió depresión y tristeza por el encierro y por estar separada de su familia.
“Estuve encerrada en un cuarto donde no llegaba ni el sol. No había la alimentación correcta. Era para mí como ir a una cárcel. Yo solo pedía que pase todo esto”.
En el hospital no están separados los pacientes asintomáticos de los demás. Hay personas que están allá hace más de un mes, esperando que les den de alta.
“Yo, sinceramente, he sufrido allá, le decía a mi esposo que se cuiden”.
Los pacientes internados en el hospital tenían trapos, lavandina, alcohol líquido y en gel. “No queríamos infectarnos. Poníamos lavandina en la puerta. Al médico que entraba también le desinfectábamos, echábamos lavandina al piso también”.
El consultorio COVID-19 del centro de salud Jaihuayco, en el sur de la ciudad. MELISSA REVOLLO
EL ESTIGMA
“Yo estaba encerrada en un cuarto (…). Mi preocupación era mi familia. Les estaban mirando mal, les estaban tratando mal”, recordó Claudia entre sollozos.
Describió que le veían como a la responsable de la enfermedad.
“Me he sentido tan discriminada; me han tratado mal. Me ha culpado de algo que yo no he traído”.
Mientras la mamá estaba internada, su esposo y sus hijos tenían que cumplir el encierro en la casa. Hubo personas que les apoyaron, pero también atravesaron por situaciones incómodas. Su esposo relató que incluso les negaron ayuda para poder comer.
“La discriminación era única. Una vez estuve parado desde las ocho de la mañana hasta la 10 y media, para que alguien me lo pueda comprar pan al frente. Pasaron dos señoras, les pedí y me dijeron que no podían (…). Mis hijos estaban sin comer”.
Tuvo que aguardar hasta que apareció alguien de la Organización Territorial de Base (OTB) y le hizo el favor de comprar el pan. Fue esa persona quien se puso en contacto con los vecinos para reflexionar sobre la situación. Entonces, se dio un cambio de actitud.
“Esto (la pandemia) es algo que es a nivel mundial, no tenemos porqué discriminar. Hasta el apoyo moral ayuda. Cuando estigmatizan, las defensas caen y el virus acaba con todo”, dijo Zurita.
Luego de tres semanas internada, y por el colapso de los hospitales, Castro fue retornada a su casa, junto a su familia.
El 30 de junio fueron dados de alta. Epidemiológicamente, ellos ya pasaron la incubación y la propagación del virus. Pero, hace unos días todavía esperaban el documento que exponga oficialmente que son pacientes que dieron negativo a la COVID-19.
Zurita lamenta y comprende que los laboratorios también colapsaron y que por eso demoran las pruebas, porque, además, se priorizan los nuevos casos.
SALVAR VIDAS
Esta familia expuso que una forma de agradecimiento por haberse recuperado de la enfermedad, es ayudando a otras personas donando plasma.
Prevén que cinco de los ocho puedan estar aptos para ser sonantes. Pero, todavía resta cumplir protocolos.
“Después de que nos liberen ya laboratorialmente, ya estamos libres de todo, entonces vamos a donar plasma, que puede servirle a usted o a un vecino”, dijo Zurita.
No pasó mucho desde el primer día que anunciaron su predisposición de donar, y muchos empezaron a llegar hasta el centro para pedirles esa ayuda.
Algunos aparecen a pie, otros en bicicleta o en vehículos motorizados. Zurita y Castro les explican con buen ánimo que aún se deben cumplir protocolos. Entonces, las personas les piden consejos de alimentación y cuidados de los pacientes con coronavirus.
“Nos han llovido con eso, y faltan dos semanas todavía”, manifestó hace unos días Zurita.
“La gente viene y pregunta: ‘¿Aquí donan plasma?’ Pero, todavía no podemos”, sostuvo Castro.
El centro de salud Jaihuayco todavía está cerrado, porque hay personal médico que continúa con baja.