MUERTE ENTRE ENTIERROS
Cuarentena: el duelo se despide antes de entrar al cementerio
No se oyen marchas fúnebres ni bandas interpretando la canción que le gustaba "al que en vida fue", tampoco hay rezos con coros sonados.
La cuarentena por la pandemia del coronavirus, COVID-19, prohíbe las reuniones, y eso incluye las aglomeraciones en los entierros. Ahora, el cementerio general de Cochabamba tiene horarios, y solo se abre para los sepelios.
El movimiento se da entre las 10 de la mañana y el mediodía. No más de dos vehículos llegan con cada féretro. Los dolientes cumplen con el uso de barbijos, al igual que los trabajadores del cementerio. El silencio se rompe con los sollozos y llantos que se dan en el ingreso, antes de que las rejas se abran para ingresar.
Dolientes aguardan fuera del cementerio a que entierren a su familiar. MELISSA REVOLLO
Un grupo de personas llega, son como 10. En medio del llanto, eligen a quiénes serán las únicas, entre tres y cuatro, que pueden entrar, además del funebrero. Nadie más puede acompañarlos, es por el tema sanitario y las medidas de prevención frente al COVID-19, y ellos lo comprenden. Los albañiles aguardan para hacer el entierro.
Desde afuera, una mujer les da referencia del bloque y nicho. "¡Es el 53! Vas a sacarle foto al nicho, para que no nos confundamos", instruye.
El siguiente entierro llega en menos de 10 minutos. Solo una mujer, la doliente, llega sentada al lado del conductor del carro fúnebre.
Les abren la puerta. Pero, hay un problema, el nombre del difunto no está en la lista. Le preguntan si hizo el trámite, verifican documentos en la portería, y lo resuelven. En la pizarra blanca expuesta en una pared, anotan el nombre de Juan J. abajo, luego de una lista en la que hay siete personas más para enterrar esa mañana.
El pasillo principal se ve vacío. No están los rezadores, las personas que hacían las oraciones mientras tocaban campanillas. Se oye el paso de los dolientes y el ruido que hace el funebrero al empujar el ataúd sobre una mesa de ruedas pequeñas.
Tampoco hay pausas en el ingreso a los bloques. Ya no se hacen cánticos y rezos con el ataúd a los pies de la imagen del Corazón de Jesús. Los pocos dolientes pasan por izquierda o por derecha, directo hasta el lugar del enterratorio.
Dolientes ingresan para enterrar a un familiar en el cementerio General. MELISSA REVOLLO
SOLO 10 MINUTOS
Solamente un par de albañiles presencia cada entierro, que ahora dura unos 10 minutos. Entre estos trabajadores, por la cuarentena, cumplen un rol de turnos por semana.
"¡Hey! Un entierro", le anuncia uno al otro.
"Ya tengo dos", le contesta.
"Pero, hoy te van a tocar tres (entierros)", le insiste el primero.
Son dos grupos de trabajadores. Cuentan que, antes de la cuarentena, cada pareja atendía entre uno o dos sepelios por día. Ahora les toca esa misma labor en una sola mañana, porque luego cierra el cementerio.
Aguardan su turno en la portería. Cuando corresponde, agarran una carretilla y van por las "tapas" de yeso con la que taparán el nicho y en la que se escribirá el nombre del difunto.
Los entierros duran unos 10 minutos. Antes podían extenderse por más de una hora, para permitir que los familiares se despidan y que los asistentes les den el pésame.
Esa mañana todavía faltan cinco entierros. Los trabajadores están atentos a los nombres de los difuntos, para asistir a los familiares.
SIN CEREMONIAS
Las ceremonias fúnebres y las oraciones duran poco, o, a veces, ya no se hacen.
El propietario de la funeraria Gutiérrez, Marco Antonio Gutiérrez, explica que ya no se acomoda a la gente en dos filas portando flores para el paso del cortejo fúnebre.
El cementerio general no permite el ingreso de ninguna visita. Solo se atienden entierros programados hasta las 11 de la mañana.
"Los entierros son más rápidos, más violentos, por cuestiones de la enfermedad, porque no están dejando ingresar, y solamente están dejando que haya entierros, no exhumaciones".
La despedida de los dolientes también solía hacerse en el nicho o lugar de entierro. Ahora las muestras de afecto, de los pocos que llegan al cementerio, se quedan en la puerta principal, donde son inevitables algunos abrazos para contener el dolor de los familiares ante la muerte.
Afuera hay solo un par de cuidadores y limpiadores de autos.
En la puerta del cementerio Croata, en diagonal al general, hay un único puesto de venta de refrescos, y también se exponen flores en tres baldes.
Llega otro entierro.
Un joven que toca la zampoña y otro que reza se acercan. Antes de que saquen el cajón del carro fúnebre, comienza a escucharse el instrumento de viento interpretando "Más allá del sol", además de la voz del rezador: "En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo...".
Los funebreros, acomodan el cajón con dirección a la puerta; y orientan a la familia: "Pueden despedirse, pueden despedirse", porque no podrán entrar todos.
Es una ceremonia de lo más breve, guiada un poco por el rezador y el músico, apenas alcanza para un padrenuestro, un Ave María y un Gloria casi pegados uno al otro. Los jóvenes terminan su intervención con rapidez y piden "una colaboración, según su cariño, su voluntad", que no es la misma que recibían antes de la cuarentena.
Los pocos acompañantes del difunto ingresan con la melodía de la zampoña de fondo, que por lo vacío del lugar, tiene eco.
Los otros entierros llegan uno tras otro; los carros fúnebres hacen una fila ordenada. Ya pasaron de las 11 de la mañana y la circulación de personas, por la cuarentena, es solo hasta el mediodía. Los entierros no demoran. Los dolientes salen. Los pésames se apuran. La gente se va.
El músico y el rezador se van apresurados en bicicletas. Los albañiles se alistan y salen.
El cementerio queda más silencioso.
Albañiles durante su trabajo en el cementerio. MELISSA REVOLLO
APUNTES
Algunos problemas
Los encargados de las funerarias atraviesan por algunos problemas debido a los permisos de circulación. Expresan que sus salidas "son casos de emergencia", pero que se topan con dificultades con las autoridades que controlan el tránsito de vehículos.
Rechazan casos de COVID-19
Las funerarias temen por los temas de salud. Uno de los propietarios de empresas de servicios funerarios explicó que cuando requieren sus servicios verifican la causa de la muerte en el certificado de defunción, y que si se tratara de coronavirus no lo atenderían. "Prefiero no hacerlo, porque tengo que velar por el bienestar y salud de mi familia", afirma.