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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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El clima y la comida retienen a extranjeros en Cochabamba

El clima y la comida retienen a extranjeros en Cochabamba

En la llajta viven 12.720 extranjeros de varios países del mundo, según Migraciones. 

El clima benigno, sumado a la hospitalidad de su gente y la exquisita comida, hacen de Cochabamba una de las más atractivas ciudades de Bolivia para los extranjeros.

Muchos conocieron las bondades que ofrece y no lo pensaron dos veces, se dejaron seducir y se quedaron.

Vive aquÍ hace 21 aÑos.

“Me impresionó y conquistó la ciudad”

Sulema Meza Tiga

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“Me faltan palabras para agradecer a Cochabamba por todo lo que me ha dado”, así de contundente es Bartolomé Gallegos, un peruano que decidió vivir en la llajta hace 21 años.

En 1985, cuando tenía 55 años, un negocio próspero en Arequipa, su tierra natal, decidió tomar unas vacaciones. Después de analizar algunas opciones para viajar, decidió conocer Bolivia.

Se compró un pasaje de ida y vuelta en el Lloyd Aéreo Boliviano para visitar La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Sucre, “sabía que eran las ciudades más importantes de Bolivia”, recuerda.

La primera ciudad para visitar fue Cochabamba. “Desde que bajé del avión quedé impresionado”, afirma.

El agradable clima, las calles empedradas, la rica comida, le llamaron profundamente la atención, “se parece muchísimo a Arequipa”, pensó en ese momento.

Le gustó tanto la ciudad que optó por desechar la visita a las otras ciudades y se quedó dos meses en Cochabamba.

Las zonas del campo le recordaban a la típica campiña de su tierra, donde de niño pasaba tardes inolvidables jugando con sus amigos del barrio.

“Me encantaba caminar. Un día recorrí todos los alrededores de la laguna Alalay buscando una chichería, me hablaron mucho de ella, hallé una y quedé decepcionado porque no era un refresco, como la arequipeña, sino una bebida alcohólica”, comenta sin dejar de reír de esa “amarga” experiencia.

Fueron inolvidables los 60 días de vacaciones.

Volvió a Arequipa y, aunque sólo había estudiado primaria, tenía mucha habilidad para administrar sus siete ferreterías, lo que le permitía vivir con tranquilidad e incluso asumir funciones políticas. Fue teniente alcalde (presidente del Concejo) en la Alcaldía de un distrito con 200 mil habitantes. Paralelamente, asumió la presidencia del equipo de fútbol profesional Melgar FBC, el más importante de la segunda ciudad del país.

Todo marchaba bien, pero llegó el gobierno de Alan García y la crisis económica se comenzó a sentir en Perú, las ventas bajaron, las deudas crecieron y tenía que pensar en el futuro de sus cinco hijos, ya que al morir su esposa en 1988, tenía sobre sus espaldas toda la responsabilidad.

“No dudé en elegir Cochabamba”, dice con total firmeza.

Vendió lo poco que le quedaba (casa, vehículos), agarró a sus hijos y se vino a Cochabamba.

“Llegamos el 30 de diciembre de 1990 y comenzamos una nueva vida”, recuerda.

Decidió comprar tres restaurantes, uno de comida camba, otro de criolla y el tercero de comida rápida. No le fue mal en el año de trabajo, pero sentía que no era lo suyo. Había sacrificado a sus hijos, porque no estudiaban por ayudarlo, así que en consejo de familia decidieron ingresar al negocio de las ferreterías. Tampoco dio el resultado que esperaban y optaron por convertirse en mayoristas de productos para ferreterías. Fundaron “Bargal” en 1993 y el negocio es próspero.

“Pese a que mi corazón está dividido entre Arequipa y Cochabamba, acá estoy feliz, tranquilo porque esta ciudad me ha permitido alcanzar mis metas”, sostiene.

ABOGADO, apasionado PERIODISTA y escritor

“Aquí comencé a escribir novelas”

La comida y el clima conquistaron al mexicano Guillermo Razo Cuevas, quien en 1995 tuvo que “huir” de su país para evitar que el partido en funciones de Gobierno (PAN) le tome preso o lo haga “desaparecer”.

En sus años de estudiante en Guanajuato, donde nació el 24 de febrero de 1939, siempre tuvo una activa participación política, sobre todo en la universidad.

Aunque estudió abogacía, profesión que sólo ejerció 18 meses, su gran pasión siempre fue el periodismo. Así que comenzó a escribir desde cuando estudiaba en la universidad.

“Hacíamos un periodismo revolucionario y de izquierda”, afirma.

Desde ahí arrastraba las diferencias con el PAN. Es así que cuando llegaron al poder era obvio que los buscarían para “callar su voz”.

Fue un yerno boliviano, el esposo de una de sus 4 hijas, quien le sugirió que se venga a Bolivia. Agarró su maleta, una buena cantidad de dinero y se puso a “volar”.

“Dos años estuve viajando por todo el país. La pasaba bien”, recuerda.

Con toda esa información y completamente convencido de lo que quería, decidió quedarse en Cochabamba, porque le agradó el clima.

Los primeros años vivió con las remesas que le enviaban sus once hijos y su esposa que se quedaron en México administrando una imprenta que dejó en sus manos.

Cuando ya se afianzó en la llajta, comenzó a escribir su primera novela, “los periodistas nunca disponemos de tiempo de hacer eso cuando tenemos un trabajo a tiempo completo”. Su sueño de escribir lo cumplió en Cochabamba.

La primera novela se llama “Potosí”. Luego vinieron “Bruno Racua, la incomprensión del Olvido” y dos decenas de todo género, ahora termina el manuscrito de su 24to. libro, “Tinglado Personal”.

Su infancia, donde destaca el cariño que tenía a su perro “Azabache” y la pelea que libraba con los hijos del ricachón del pueblo, están latentes en sus recuerdos; así como los días llenos de alegría y felicidad en su hogar, Hijo único tenía todas las atenciones, “la comida la preparaba mi mamá y de ella aprendí el oficio”. Nunca se habría imaginado que abriría un restaurante de comida mexicana en Cochabamba.

Si bien Guillermo está contento en la ciudad, hasta ahora no ha logrado que su familia acepte la decisión que tomó hace 16 años.

No es católico, pero en su local tiene una gran Virgen de Guadalupe, es que “en México todos somos guadalupanos”.

LA ESPOSA COCHABAMBINA LO RETIENE

“Me encanta la hospitalidad de la gente”

“Los cochabambinos son hospitalarios, aunque no siempre muy francos, pero sabiendo eso, hay que aprender a entenderlos”, afirma Víctor Van Oeyen, un holandés que llegó a Cochabamba hace 25 años para apoyar el trabajo de algunas “oenegés” en temas de educación en comunidades rurales.

Su primer contacto con Sudamérica lo tuvo en 1983 cuando visitó Brasil.

Llegó a Cochabamba invitado por el Instituto de Capacitación Campesina (INCA) por tres meses, pero conoció a la socióloga cochabambina María Rodríguez, su esposa con quien tiene dos hijos (un hombre y una mujer) y se quedó.

Su primer trabajo lo realizó en Vacas (Arani) en 1991, ahí conoció a la dirigente masista Celima Torrico con quien dio vida a la primera radio comunitaria llamada “Chiwalaki”, que actualmente funciona. Aunque estudió pedagogía, siempre le gustó la comunicación social, así que se capacitó en esa profesión. A lo largo de los años ha trabajado en varias instituciones, siempre aportando en temas relacionados con educación, medio ambiente y organización.

Al describir a la llajta no puede dejar de lado tres aspectos fundamentales, el clima, la comida y la gran facilidad que tienen los cochabambinos para organizarse y hacerle frente a los problemas.

“Cuando llegué a la ciudad me llamó la atención un paro cívico. No podía creer que una institución tendría tanto poder de convocatoria”, recuerda con asombro.

Luego vio otros hechos como la Guerra del Agua y las protestas de los productores de coca, “tengo una anécdota que nunca la olvido. En una protesta frente a la Gobernación, la masa gritaba abajo los gringos justo en el momento que pasaba por el lugar con un hermano que estaba de visita en la ciudad. Nos bajamos hasta el piso y avanzamos. Salvamos ese momento de tensión”, recuerda con risas.

La cocina no es una de sus tareas preferidas; sin embargo, al ser el segundo de cinco hijos, de alguna manera estuvo relacionado con esa responsabilidad. Ahora, cocina los domingos para su familia. Generalmente hace lasaña, frejoles, purés. Es vegetariano, pero le encanta el pique y lapping preparados con carne de soya.

Como buen comunicador social, le encanta los espacios que existen en la ciudad para el debate, todos los temas son discutidos ampliamente, algo que no sucede en su natal Holanda.

En general, “Cochabamba me ha tratado bien. He aprendido mucho. Nunca me sentí rechazado por ser gringo. Soy un privilegiado”, sostiene.

Víctor dice que los cochabambinos ponen a los extranjeros en un pedestal que a veces no lo merecen.